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El pequeño empresario, con el agua al cuello

Los negocios de a pie de calle, los más recurrentes, aquellos que no fallan ante una necesidad están asfixiados. No es nuevo escuchar las quejas del empresario ante el encarecimiento de los productos o la (consecuente) falta de clientela. La expresión con “el agua al cuello” parece estar tomando más sentido que nunca tras los […]

Autónomos

Dirigentes Digital

09 nov 2022

Los negocios de a pie de calle, los más recurrentes, aquellos que no fallan ante una necesidad están asfixiados. No es nuevo escuchar las quejas del empresario ante el encarecimiento de los productos o la (consecuente) falta de clientela. La expresión con “el agua al cuello” parece estar tomando más sentido que nunca tras los últimos meses de incertidumbre y desazón para el pequeño y mediano empresario.

Los servicios ‘de toda la vida’ llevan meses soportando a sus espaldas una carga demasiado pesada, inasumible en muchos casos. El estallido de la guerra de Ucrania o la creciente inflación está llevando a la pequeña empresa a acarrear gastos de materia prima o energéticos que les posiciona en una situación de absoluta vulnerabilidad. Motivos que han impulsado una oleada de escaparates de pequeños establecimientos que muestran al público la última factura energética o la subida de precios de las materias primas.

Los pequeños empresarios se disculpan, de este modo, ante sus clientes por la necesidad de subir el importe de sus productos o servicios. Una justificación impulsada por la necesidad de mantener a su clientela más fiel, aunque el aumento de sus precios signifique perder a una parte de ella.

Factura real de un establecimiento. El dueño ha decidido colocarlas en sus mesas, a vista de sus clientes

Se estima que el pequeño comercio aportaba al PIB total en España el 12,3% en septiembre de 2021, según las últimas cifras que reflejaba el INE. Un porcentaje que implica mucho más que un aporte económico, y que además, significa crecimiento, trabajo y expansión. Elementos que desembocan en una frenada histórica de la actividad que aumentan la presión socioeconómica en la que el país se encuentra.

La realidad, a pesar de que se tasó un crecimiento del PIB para este 2022 por parte de organismos internacionales y nacionales, es que la continua revisión de los datos inflacionistas, las dificultados de los suministros, la subida de los tipos de interés y las paradas en el transporte no ayudan a que se cumplan dichas previsiones. Una vez más, son los empresarios del pequeño comercio los que más sufren estas presiones.

Visitar algunos de los establecimientos con más solera del panorama nacional es encontrarse con la angustia de no saber qué va a pasar con el sustento de miles de hogares españoles. El sector servicios, principalmente, opina que el otoño será muy duro. “No podemos asegurar a nuestros clientes que vayamos a estar abiertos en Navidad. Ni siquiera podemos permitirnos el lujo de contar con más personal como a principios de año. Entendemos que los hogares recorten en el ocio, pero es nuestro pan”, declara C.M., propietario de un pequeño restaurante madrileño del norte de la ciudad con el que hemos tenido ocasión de hablar.

Los comercios, en peligro de extinción

Pasear por las calles de una ciudad, especialmente las de menor tamaño, no hace tanto repletas de pequeñas tiendas especializadas en productos muy concretos que aportaban cierto halo de que lo que era “muy de aquí”. Paulatinamente, los escaparates con más encanto lucen en sus cristaleras un “CERRADO”. Una realidad que, más allá de resultar triste para los más nostálgicos, resulta preocupante para los más pragmáticos. El pequeño comercio parece tener los días contados.

A los más que manidos factores a los que culpar de la crisis actual, se le suma la subida de los precios de los alquileres de los locales cocomerciales. La demanda o la revisión de la renta antigua está ahogando a empresarios que no se pueden ni permitir contratar a un empleado.

No se puede culpar de ello al consumidor. La crisis domina el bolsillo de los españoles y, como si de un círculo vicioso se tratase, la sociedad de consumo. “Los españoles no quieren prescindir de irse a tomar una cañita, pero ahora lo hacen en franquicias que ofrecen productos a precios con los que no podemos competir”, nos cuenta C.M.

Facturas imposibles de pagar

C.M. regenta un pequeño bar desde hace diez años. “Sin tirar cohetes, pero rentable”, tal y como asegura. Tan solo en el último año ha visto como su factura de la electricidad ha subido casi 1.000 euros. En el periodo de junio a julio, tenía que pagar 3.847,98 euros, asumiendo un IVA de 667,83 euros. “Ni puedo ni quiero bajar la calidad de mi servicio, pero necesito suplir el aumento de costes con la subida de mis precios.”

Como él, miles de españoles que forman parte de la conocida como mayoría del tejido empresarial español: las pequeñas y medianas empresas, junto con las microempresas. Si ya los datos de agosto alarmaban del descenso de afiliación de autónomos y pymes a la Seguridad Social, incluso en un sector tan beneficiado históricamente en los meses de verano, como resulta la hostelería, ¿qué futuro le depara a la pequeña empresa española?.

Un sector envejecido y sin previsión de volver a ser joven

Hoy en día ser autónomo es una obligación y no una vocación. Los elevados tributos que se deben pagar en el gremio, agravado con que los últimos datos recogidos por la Unión de Profesionales Trabajadores Autónomos estimaban que el 30% de estos trabajadores superaba los 63 años, evidencia una crisis nunca presenciada en el país.

No es de extrañar que en poco más de dos años, medio millón de trabajadores por cuenta propia estén jubilados. No es una situación de empleo que, debido a la situación actual, nadie elija por gusto. Sin embargo, no se duda en recurrir a la picaresca política para poder acuñar términos menos agresivos como autónomos TRADE.

Una realidad de la que ninguna entidad pública quiere desentenderse para “sumarse tantos” pero que está ahogando al empresario más vulnerable y necesario en la economía española. Tener ilusión por abrir un negocio parece ser un sueño del pasado

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