A pesar de la pandemia, China fue uno de los pocos países que vio crecer su economía en 2020, y en su palmarés destaca el haber relegado a EE.UU. al segundo lugar en la lista de países que recibieron la mayor inversión directa desde otros países.

Para España, el gigante asiático sigue siendo uno de los socios comerciales más importantes, como también lo es para numerosos países de la Unión Europea, habiéndose situado durante los últimos seis años en uno de los principales mercados no solo para la importación, sino también para la exportación. 

Los datos hablan por sí solos: las exportaciones españolas al gigante asiático fueron durante el año 2020 algo más de un 20% superiores a las del ejercicio anterior, con un valor total de 8.168.862,8 euros. Estas cifras situaron a China como el octavo país al que más exportamos, y la tendencia durante este año se mantiene al alza: sólo entre los meses de enero y abril de 2021 las exportaciones al país oriental han crecido un 38,4% con respecto al mismo periodo del año anterior. Y aunque América y la Unión Europea siguen siendo los destinos preferidos por los exportadores españoles, estos incrementos comienzan a acercar al gigante asiático a los primeros puestos.

En el campo de las importaciones el crecimiento es similar: China fue el segundo país al que más compramos durante el 2020, incrementándose el valor de las operaciones casi un 1%, hasta alcanzar los 29.333.254,74 de euros. Asimismo, al igual que sucedía en el ámbito exportador, la tendencia en 2021 describe una curva ascendente. De hecho, en el primer trimestre de este año las compras a China han aumentado un 16,5% con respecto al mismo periodo del año 2020.

Actualmente, uno de los mayores desafíos para las empresas que operan con China tiene que ver con las restricciones que aún pesan sobre los viajes al país y las estrictas regulaciones que imponen los gobiernos a causa de las cuarentenas del Covid. Se trata de limitaciones que se suman a otras de tipo geográfico, cultural, administrativo o financiero. A pesar de todos estos desafíos, las empresas que hacen negocios con China deben saber que pueden encontrar una ventaja en sus operaciones si negocian directamente en yuanes. 

En concreto, se pueden beneficiar de precios más competitivos, ya que los proveedores no tendrán en cuenta las fluctuaciones del tipo de cambio al establecer los precios en su moneda local, y además se encontrarán con precios estables, debido a que no deberán preocuparse por los aumentos de precios resultantes de un yuan más fuerte frente al dólar estadounidense. Adicionalmente, de la operación directa en yuanes se deriva un ahorro de tasas de cambio dobles.

La realidad nos muestra que, para las empresas españolas, cambiar y negociar con yuanes no resulta un proceso sencillo, ya que la mayoría de los proveedores están acostumbrados a cotizar precios en dólares estadounidenses para sus exportaciones. Exportar en yuanes supone algo novedoso para el proveedor y suele acarrear preguntas sobre implicaciones fiscales que pesan sobre las transacciones, el procedimiento a seguir con el banco, etc. Preguntas que la mayoría de las veces las empresas no pueden contestar ya que desconocen las particularidades del mercado chino. 

Por ello, con el fin de despejar dudas y superar los problemas a la hora de realizar transacciones comerciales con China, es importante contar un asesoramiento profesional que provea a las empresas de información detallada sobre la política de pagos en china y el comportamiento del mercado, además de productos financieros que proporcionen cobertura ante el riesgo de volatilidad del tipo de cambio. 

Sin duda, el mercado chino es uno de los que más atrae a los exportadores españoles. Las cifras siempre son ascendentes, y puede predecirse que esta tendencia no variará. Por este motivo, la negociación con yuanes se hace imprescindible si se quieren alcanzar los mayores beneficios. En la actualidad, todos los obstáculos de este proceso se pueden salvar, a condición, claro está, de una ejecución correcta y una información adecuada.