El mes de julio comenzó de forma extraña. El Gobierno británico no solamente perdió a su ministro de Asuntos Exteriores, también el ministro para el Brexit tiró la toalla en vista del rumbo tomado por el Gobierno de May. Al parecer, los nuevos cargos tampoco darán mucha credibilidad a las negociaciones con la UE, lo que hace más probable un “brexit duro” o “sin trato”. En tal caso, se prevén importantes cuellos de botella en el suministro de alimentos, medicamentos y gas natural. No es un planteamiento muy agradable, ni siquiera en lo tocante a posibles decisiones de inversión. Cabe esperar que las negociaciones entre la UE y Reino Unido se desarrollen de forma constructiva, porque no queda mucho tiempo.
Además, Donald Trump volvió a ser el centro de atención. Como tantas otras veces, su comportamiento errático ha causado sensación, y tal vez ese sea su objetivo. Pero, como ha dicho recientemente un renombrado psiquiatra, no es Trump quien está loco sino la sociedad estadounidense. Y el presidente Trump forma parte de esta extraña sociedad, que todavía cree en la teoría del goteo mientras la gran mayoría de la población se queda atrás en términos de prosperidad.
Después de un viaje complicado a Europa, donde hirió muchos sentimientos, Trump quiso pasar a la historia como quien no solamente derrotó a Corea del Norte, sino también al oso ruso. Sin embargo, la reunión de Helsinki resultó totalmente incontrolable en términos de impacto externo. En principio, no existe objeción alguna al hecho de que EEUU y Rusia mantengan una mejor relación. Deben reducirse las tensiones entre Moscú y Occidente pero Trump ha vuelto a demostrar que no es apto para esta tarea.
Se esforzó por hacer prácticamente todo lo que podía haber hecho mal. Vladimir Putin hace caso omiso de los derechos humanos en su propio país, lleva años librando una guerra contra las mujeres y los niños en Siria y viola permanentemente el Derecho Internacional. No es un hombre con el que el presidente de EEUU, como líder del mundo libre, deba celebrar la amistad. En Helsinki, Trump hizo justamente eso.
El mero hecho de que Trump se reuniera con Putin sin ninguna condición previa o una exigencia de concesiones en Siria resultó sorprendente. Por otro lado, el hecho de que Trump y Putin se reunieran durante más de una hora prácticamente a solas debe despertar sospechas. Los “tratos” que pudieran hacer allí quedan al margen del mundo y de los asesores de Trump. Por último, la aparición de ambos líderes ante la prensa resultó completamente absurda. Se opusieron a la investigación por parte del FBI y Putin respaldó la afirmación de Trump de que no hubo colisión alguna entre su equipo de campaña y los agentes rusos.
En vísperas de la reunión con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, Trump ejerció el papel de poli malo. El día antes volvió a mencionar lo que parecía estar rondando su mente: un mundo sin barreras comerciales, aranceles ni distorsiones de la competencia. El poli bueno volvió a actuar y se llevó muy bien con Juncker. Incluso como espectador externo, solamente se puede obtener provecho del resultado: la amenaza de imponer aranceles a los automóviles se suspende por el momento y se reanudan las negociaciones.
En consecuencia, las acciones de las empresas más afectadas por la guerra comercial registraron importantes subidas. Pero como uno nunca puede estar seguro de cómo va a actuar Trump, si va a dejar salir el poli malo o el poli bueno, la corrección se ha reanudado. Sin embargo, creemos que, sobre todo de cara a las próximas elecciones, el impacto de una posible guerra comercial pasará cada vez más a un segundo plano. Los precios de la renta variable pueden ver interrumpida su tendencia alcista, los rendimientos de los bonos pueden volver a subir y los diferenciales de crédito de la deuda corporativa pueden estrecharse de nuevo.
En definitiva, todo habrá sido una pesadilla y lo único que se podrá constatar serán gastos.
Guido Barthels, Senior Portfolio Manager de ETHENEA Independent Investors S.A.
2018-08-28 07:13:29
