En este principio de año, la Fed ha respaldado ampliamente los activos de riesgo que, en su gran mayoría, se han resarcido de las pérdidas de noviembre y diciembre. Tanto, en un discurso de principios de enero, como luego en la última reunión del FOMC, Powell dio claras muestras de flexibilidad en cuanto a la reducción de su balance, cuyo ritmo es actualmente de 50.000 millones de dólares mensuales. La Fed ha cambiado el tono con respecto a las anteriores reuniones del comité debido a los factores de incertidumbre, pese a un menor endurecimiento de las condiciones financieras visible en enero. En su comunicado del 30 de enero, el comité monetario describió la actividad económica de Estados Unidos como «sólida» (y ya no como «fuerte»). Por otra parte, subrayó que tendría «paciencia a la hora de determinar sus futuros ajustes monetarios». Una pausa prevista a corto plazo en el índice de inflación que sigue la Fed (Core PCE) permite suponer que habrá un nuevo endurecimiento monetario más adelante en el año.
En Europa, el BCE ha optado por una política más cauta, con el fin de valorar si persiste la incertidumbre económica que lastra la actividad de la zona euro, ahora con una tendencia a la baja.
En este entorno complicado para que los bancos centrales puedan abandonar su política monetaria ultralaxa, la búsqueda de rendimiento sigue siendo primordial para los inversores. En este sentido, los inversores se decantan por las clases de activos emergentes, el crédito de alto rendimiento, la deuda financiera subordinada y la deuda periférica a largo plazo.
No obstante, esta huida hacia la rentabilidad se ve moderada por numerosos riesgos, entre los que figuran, en primer lugar, la desaceleración macroeconómica y el riesgo político de la zona euro, así como las recomendaciones del gobierno estadounidense sobre un acuerdo comercial de gran envergadura relativo a los sectores del automóvil y agrícola y un tratamiento estandarizado de las entradas de inversiones… A todo ello habrá que estar atentos.
2019-03-14 16:31:42