Como decía Machado, “solo el necio confunde valor y precio” y, en este caso, como en tantos otros en la vida, la pregunta sobre el precio no es pertinente si no viene acompañada de la otra: ¿son buenos los fondos españoles?
Otra máxima del refranero español dice que “las prisas son malas consejeras” y responder a las cuestiones anteriores con premura y sin profundizar en el análisis puede llevarnos a equívoco.
En España hay fondos muy buenos, buenos, regulares y, por supuesto, fondos malos. Y hay fondos baratos, porque sus comisiones están bien justificadas por el valor que aportan en términos de consistencia en resultados de rentabilidad y riesgo con respecto a sus benchmarks; y fondos carísimos que, cobren poco o mucho, no justifican sus comisiones por el valor añadido de la gestión, a veces, inexistente, por indexada o pasiva, disfrazada de gestión activa o de fondo garantizado.
Lo asombroso es que la mayoría de los partícipes y del patrimonio se encuentra en fondos caros por partida doble, porque sus comisiones son de las más altas en su categoría y porque sus resultados son peores que los de sus comparables. Esto también pasa en planes de pensiones, quizás con más crudeza.
El problema de los costes en España no es tanto de gestión, como de distribución. Y, aunque se abaraten los primeros, si no hay calidad, los fondos seguirán siendo caros. Y si lo que se abaratan las comisiones de gestión se traslada a otros conceptos de gasto, sin recibir a cambio un asesoramiento de elevada calidad, a la medida, continuado y global, el resultado es que la propuesta de valor será carísima y MiFID II no habrá cumplido con sus objetivos.
2019-06-21 08:49:25