El doctor Nicholas Christakis, médico, sociólogo y director del Human Lab de la Universidad de Yale, es el principal promotor de la idea de que el año 2024 será el momento del Gran Reinicio. Esto es, el año de la vuelta a la normalidad social que teníamos en la era precovid. En su libro La Flecha de Apolo sostiene que, si bien durante las pandemias suele aumentar la religiosidad y la aversión al riesgo, cuando se superan, “aumentan las ganas de socializar y de probar cosas nuevas, lo que muy probablemente desemboque en un consumo de revancha”.
Esta teoría, que modifica los patrones de comportamiento de los ciudadanos hacia el consumo, tiene su referente más reciente en los años veinte del siglo pasado por el período de desenfreno vivido tras la salida de la Primera Guerra Mundial y el fin de la Gripe española. En este período no sólo surgieron algunos de los avances más relevantes de la historia de la humanidad, en ámbitos tales como la industria del automóvil, la radio, la televisión o la aviación entre otros, sino que también se vivió un auténtico boom del consumo, generalizándose este entre todas las clases sociales quizá por primera vez en la historia.
Es previsible que esta predicción del Dr. Christakis se adelante incluso al año 2023, pues este está llamado a ser el año en el que veamos el fin de la resaca pandémica. Es decir, el año en el que de verdad podamos ver cómo la nueva normalidad será sustituida por la verdadera normalidad, la que disfrutábamos en 2019, o al menos así será en lo que a las normas de contacto social se refiere. El propio Bill Gates afirma que, para el caso de España, veremos recuperada esa verdadera normalidad a finales de 2022.
Pese a estas previsiones, no podemos obviar que, además del ya alarmante envejecimiento de la población, el estado de profunda devastación que la pandemia va a dejar sobre la economía global supondrá que el estado de euforia por el fin de la pandemia colisione con unos indicadores macroeconómicos que necesitarán al menos una década para la vuelta a la normalidad efectiva.
Visto este choque entre la ilusión por el fin de la pandemia con una economía arrasada por esta, las autoridades económicas deberán estar muy atentas a los cambios en los patrones de comportamiento hacia el ahorro y el consumo de las familias, de tal forma que el elevado ahorro acumulado no se transfiera en créditos sin las garantías de pago necesarias y previo análisis riguroso del riesgo que se asume. Sólo recordemos por un momento cuál fue el origen de la crisis financiera de 2008.
En el Foro de Davos 2021 celebrado a finales de enero bajo el lema del Gran Reinicio, se desvelaba cómo los ciudadanos, además de ser capaces de hacer sacrificios, están comprometidos con una sociedad mejor y más sostenible. Parece que hay un cierto acuerdo social en apostar por un capitalismo más inclusivo en el que se da por terminado el periodo de capitalismo basado en la maximización del beneficio aún a costa de valores y cuestiones éticas o del deterioro del medio ambiente. Parece así que emerge con fuerza un capitalismo más justo, equitativo, respetuoso con el planeta ydonde no todas las empresas tendrán propietario. Esta economía más mutual será uno de los grandes motores de la sociedad y un nuevo modelo de negocio empresarial.
Es quizá buen momento de traer las palabras que Kofi Annan – ex secretario general de las Naciones Unidas -con el propósito de extender los beneficios de la globalización a todos los seres humanos, pronunciara en 1999 ante las empresas representadas en el Foro Económico de Davos. «Elijamos unir el poder de los mercados con la autoridad de los ideales universales. Elijamos reconciliar las fuerzas creadoras de la empresa privada con las necesidades de los menos aventajados y con las exigencias de las generaciones futuras». Parecía dar a entender Annan con estas palabras que orientar el mercado en un sentido u otro es una cuestión de elección, no de fatalismo insuperable. Esta reflexión está ahora más de actualidad que nunca y debería sin duda ser interiorizada por todos los actores de la economía.
Según The Rockefeller Foundation, las características intrínsecas de esta nueva economía inclusiva son: la participación de las personas en la vida económica; la equidadpara todos los ciudadanos a la hora de evolucionar económica y socialmente; un crecimiento equilibrado entre la ascendente producción de bienes y servicios y la generación de bienestar y oportunidades; la estabilidad para que todos los actores de una sociedad tengan un grado suficiente de confianza en su futuro y una mayor capacidad para predecir el resultado de sus decisiones económicas; y la sostenibilidad dela riqueza económica y social en el tiempo.
La pandemia, si de algo debe servir a la sociedad, es para apostar por una sociedad más inclusiva, desterrando cualquier tipo de discriminación o fobias y poder así constituir un marco de inclusión donde el tejido asociativo conforme un pilar básico y en el que la equidad y justicia social sea el epicentro de la nueva teoría económica. La economía mutual y del bien común se convertirán en un referente como mejor expresión de la nueva realidad tras el Gran Reinicio.
Tras este Gran Reinicio y los muy probablemente venideros Felices Años Veinte, debemos asegurarnos que todo el caudal solidario que ha demostrado la sociedad en esta pandemia no se desamorará dando paso otra vez a un individualismo que creíamos ya desterrado. Para que esto no ocurra, cada decisión económica individual, y no sólo empresarial, deberá ir acompañada de otra que valore su impacto en el bien común. Tenemos todos ante nosotros el reto de echar por tierra en esta ocasión la visión circular del tiempo que Nietzsche teorizó en Así habló Zaratustra y que postulaba: “el eterno retorno de lo mismo, donde todo va a repetirse un número infinito de veces”.
2021-04-21 10:54:00