2024: entre el aterrizaje suave y la volatilidad

Opinión de Virginia Pérez, directora de inversiones en Tressis y asociada de ASEAFI.

El telón se alza para el 2024, revelando un escenario económico con retos y oportunidades que trascienden fronteras y sectores. La recuperación global tras la pandemia, la invasión de Ucrania y la crisis inflacionaria sigue siendo lenta y desigual. Aunque, en retrospectiva, podemos decir que la resistencia ha sido notable. A pesar de la perturbación causada por la guerra en los mercados de energía y alimentos, y el endurecimiento de las políticas monetarias para combatir una inflación no vista en décadas, la economía mundial ha experimentado una desaceleración sin llegar a estancarse.

El año 2023 nos deja un panorama económico turbulento, con una recuperación irregular caracterizada por recesiones específicas en sectores y países en lugar de una recesión generalizada. Quizás este fenómeno de “píldoras recesivas” o “recesiones selectivas” evite una recesión convencional.

Las proyecciones económicas del FMI sugieren una desaceleración gradual del crecimiento mundial —pasando de un 3,5% en 2022 a un 3% en 2023— y se espera que esta tendencia continúe en 2024, alcanzando un modesto 2,9%. Estas cifras están por debajo del promedio histórico (2000-2019) del 3,8%. Al analizar los datos desglosados por países apreciamos divergencias significativas. Estados Unidos sorprende favorablemente con la solidez de su consumo e inversión, mientras que la actividad de la zona euro experimenta revisiones a la baja. En el ámbito emergente, Asia-Pacífico y África subsahariana lideran el crecimiento, destacando la India por su crecimiento impulsado por la inversión, las exportaciones y el gasto público y privado. Por el contrario, China se enfrenta a dificultades crecientes derivadas de su crisis inmobiliaria y el deterioro en la confianza de la inversión extranjera.

La inflación continuará siendo un factor clave. A pesar de mostrar indicios de desaceleración, sigue por encima de las metas establecidas por los bancos centrales. Algunos precios que subieron rápidamente se muestran inflexibles a la hora de bajar, incluso cuando la economía se ralentiza. Esta inflación pegajosa refleja la resistencia de algunos precios a retroceder. El peligro de una segunda ola inflacionaria mantendrá a los bancos centrales en una política de tipos altos, aunque acomodaticia, especialmente en un año electoral en el que la Reserva Federal de EE. UU. se verá limitada en su capacidad para implementar cambios significativos.

Las desigualdades económicas se han ampliado. La recuperación del sector servicios ha impulsado economías como España y Francia, en contraste con potencias manufactureras como Alemania y China. Este aumento en la demanda de servicios, si bien ha ejercido presión al alza sobre la inflación, también ha servido para contribuir al fortalecimiento del mercado laboral al ser un sector intensivo en mano de obra. A pesar de ciertas señales de moderación, el mercado laboral se mantiene dinámico registrando tasas de desempleo históricamente bajas y sin indicios, por el momento, de una espiral inflacionaria de precios y salarios.

En resumen, las proyecciones actuales sugieren un escenario de “aterrizaje suave”. No son malos mimbres para comenzar el año con unos riesgos más equilibrados que en meses anteriores.

Sin embargo, persisten amenazas económicas. Aunque ciertos riesgos extremos ―como una grave inestabilidad financiera― se han atenuado desde abril, otros siguen vigentes. No podemos ignorar la posibilidad de un aterrizaje brusco o la necesidad de acciones más enérgicas por parte de los bancos centrales ante una inflación persistente.

Por otro lado, una relajación prematura de los tipos de interés, sin un proceso sólido de desinflación, podría revertir los logros alcanzados en los últimos 20 meses. Además, la volatilidad en los precios de las materias primas podría aumentar, especialmente en un contexto de escalada de conflictos armados, lo que dificultaría la estrategia de desinflación.

Para el próximo año, China seguirá siendo motivo de preocupación. El país se encuentra en una posición económica frágil, con una recuperación incierta y desafíos estructurales persistentes, como la demografía y la desaceleración de la productividad. Una posible agravación de la crisis inmobiliaria representaría un riesgo importante para la economía global. Por último, las tensiones comerciales entre EE.UU. y China podrían intensificarse, y no descartamos un empeoramiento de las restricciones comerciales y tecnológicas debido a sus discrepancias políticas y la lucha por el dominio tecnológico.

En el panorama económico del 2024, la recuperación global tras la pandemia y la crisis inflacionaria son persistentemente lentas y desiguales. Aunque la resistencia es notable, la economía mundial experimenta una desaceleración sin estancarse. Las proyecciones económicas indican una desaceleración gradual del crecimiento mundial, con notables disparidades entre países. La inflación sigue siendo un factor clave, y las desigualdades económicas se han ampliado. Aunque se vislumbra un «aterrizaje suave», persisten amenazas, como una posible crisis en China y tensiones comerciales entre EE.UU. y China. El 2024 se anticipa como un año desafiante en un escenario volátil y sinuoso.

2024-02-22 09:44:29
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