El cohete Starship de SpaceX, propiedad de Elon Musk, explotó durante su séptimo vuelo de prueba este jueves, mientras sobrevolaba el océano Atlántico al norte de la provincia Monte Cristi, en República Dominicana.
El incidente ha sido un revés significativo para SpaceX, especialmente en un día en que su competidor Blue Origin logró un lanzamiento exitoso de su cohete New Glenn.
La explosión del Starship podría deberse a una fuga de oxígeno/combustible en la cavidad sobre la mampara cortafuegos del motor tras unos recientes cambios en el diseño. El fallo se produjo antes de que el cohete alcanzara la velocidad necesaria para apagar sus motores, causando una lluvia de metales incandescentes visibles desde varias islas caribeñas.
El vuelo de prueba tenía como objetivo circunnavegar la Tierra y descender de manera controlada, pero la explosión obligó al desvío de varios vuelos que pasaban cerca de la zona del incidente. SpaceX comunicó a la Administración Federal de Aviación (FAA) el problema, y esta emitió un aviso a los aviadores para que evitaran el área afectada.
Aunque aún se desconoce el impacto económico que tendrá en las cuentas de SpaceX, la valoración de la compañía se había disparado recientemente hasta estimarse en 350.000 millones de euros tras la llegada de Trump al poder.
A pesar del incidente, Elon Musk se mostró optimista sobre el futuro de Starship, sugiriendo que una nueva versión podría estar lista para volar en un mes, tras revisar las fugas y añadir un sistema de supresión de incendios. Sin embargo, queda por ver si la FAA aprobará un nuevo lanzamiento en tan poco tiempo.
Este fracaso ocurre en un contexto de intensa competencia en la carrera espacial privada, con SpaceX y Blue Origin buscando colaborar con la NASA en misiones espaciales.