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CBDC: La moneda digital, en el punto de mira de los bancos centrales

A medida que se acelera la digitalización de la economía, la mayoría de los bancos centrales de todo el mundo están explorando las monedas digitales (CBDC, por sus siglas en inglés). Se trata de una versión no física de las monedas y billetes que se usan cotidianamente. Es decir, dependen de un banco central y […]

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Dirigentes Digital

19 oct 2023

A medida que se acelera la digitalización de la economía, la mayoría de los bancos centrales de todo el mundo están explorando las monedas digitales (CBDC, por sus siglas en inglés). Se trata de una versión no física de las monedas y billetes que se usan cotidianamente. Es decir, dependen de un banco central y no son equivalentes a las conocidas como criptomonedas, como Bitcoin o Ethereum. Así, este tipo de divisa puede pasar de ser una opción futurista a verse como una realidad en muy pocos años. 

Aunque las CBDC suenen a concepto nuevo, en realidad existen desde hace tres décadas. En 1993, el Banco de Finlandia lanzó la tarjeta inteligente Avant, una forma electrónica de efectivo. Aunque el sistema finalmente se abandonó a principios de este siglo, puede considerarse la primera CBDC del mundo. Pero no fue hasta hace poco que la investigación sobre las CBDC proliferó a nivel mundial, impulsada por los avances tecnológicos y la disminución en el uso de efectivo. Los bancos centrales de todo el mundo están explorando sus posibles beneficios, incluida la forma de mejorar la eficiencia y la seguridad de los sistemas de pago. 

Los bancos centrales muestran su interés 

El Banco de Pagos Internacionales ha dado a conocer a través de un estudio publicado en julio que, a lo largo de 2022, al menos el 93% de los bancos centrales tenían en activo proyectos de estudio de las CBDC. Además, más de la mitad está desarrollando experimentos específicos o programas piloto. De esta manera, se espera que más de veinte bancos centrales de economías emergentes y avanzadas tengan monedas digitales en circulación para finales de esta década, según el mismo informe. 

El Sand Dollar de las Bahamas se convirtió en la primera moneda digital emitida por un banco central en el mundo en 2019 y allanó el camino para una rápida adopción en las naciones pequeñas de la región. Desde entonces, el Banco Central del Caribe Oriental (autoridad monetaria de seis países del Caribe) lanzó el DCash en marzo de 2021 y Jamaica el Jam-Dex en julio de 2022. A estos países hay que sumar a Nigeria, que desde octubre de 2021 cuenta con el eNaira. 

Pero las divisas digitales todavía no se han ganado la confianza de los principales bancos centrales. En Estados Unidos, la Reserva Federal se ha limitado a estudiar su implementación y, además, en su página web especifican que están “comprometidos a garantizar la seguridad y disponibilidad del efectivo”, por lo que una CBDC sería contemplado como “un medio para ampliar las opciones de pago seguro, no para reducirlas ni reemplazarlas”. 

El BCE sondea el uso del euro digital 

En Europa, el Banco Central Europeo (BCE), comenzó una investigación en octubre de 2021 para estudiar la viabilidad y las posibilidades de desarrollar el euro digital. Esta primera fase exploratoria tiene previsto cerrarse este mes de octubre, tras dos años en los que se han analizado las posibilidades de diseño y distribución, así como el impacto que podría tener en el mercado. Desde julio de 2022 hasta febrero de 2023, el BCE llevó a cabo un ejercicio de creación de prototipos para el euro digital y ver cómo podría implementarse e integrarse técnicamente en el panorama de pagos europeo ya existente. Esta prueba se realizó por parte de ocho bancos centrales: Bélgica, Alemania, España, Francia, Italia, Austria, Portugal y Finlandia. Ahora, se espera inminente la decisión sobre si el Consejo de Gobierno del BCE -el principal órgano rector de la entidad decide oficialmente continuar con el proceso de desarrollo real o no. 

Desde el propio BCE defienden la necesidad de crear una moneda digital “para responder a la creciente demanda de pagos electrónicos seguros y confiables”. Tener dinero digital emitido por el banco central proporcionaría un ancla de estabilidad para los sistemas monetarios y de pagos. En esta línea, argumentan que un euro digital también “fortalecería la soberanía monetaria de la zona del euro y fomentaría la competencia y la eficiencia en el sistema de pagos europeo”. 

El principal aliciente para la promoción de las divisas a través de un medio no físico es la transición digital, que se ha acelerado en el último lustro. Pese a esta evolución, el efectivo seguía siendo el método de pago más utilizado en los puntos de venta en la eurozona a finales de 2022 y se utilizó en el 59% de las transacciones, según datos recopilados por el BCE. Esta cifra supone 20 puntos porcentuales (pp) menos que en 2016. Por su parte, los pagos con tarjeta se utilizaron en el 34% de los de las transacciones, frente al 19% en 2016. Los pagos efectuados a través de dispositivos móviles sigue siendo residual, aunque se ha triplicado en solo tres años, pasando del 1% en 2019 al 3% en 2022.

Adiós al efectivo, ¿y a la privacidad? 

Los bancos centrales tienen una experiencia significativa en la operación de sistemas de pago, pero las CBDC minoristas (o retail) implicarían abrir nuevas vías aún no exploradas, ofreciendo dinero digital creado por los bancos centrales al público a través del uso de nuevas tecnologías. Asimismo, se trata de operaciones que requieren de una consideración a largo plazo en la que los sistemas de gobernanza de dichos bancos centrales tienen que pensar con un horizonte muy amplio. Además, estas iniciativas levantan escepticismo por la pérdida de privacidad, ya que cualquier CBDC necesitaría lograr un equilibrio adecuado entre salvaguardar los derechos de privacidad de los consumidores y brindar la transparencia necesaria para disuadir la actividad delictiva. 

A diferencia del efectivo, los pagos digitales dejan gran cantidad de huellas y las empresas privadas tienen incentivos para utilizarlos con fines comerciales. Esto genera preocupaciones sobre la privacidad porque la mayor disponibilidad de información personal puede tener importantes implicaciones para los intereses de los ciudadanos. Entre las reacciones adversas destaca la del gobierno suizo, que quiere blindar la disponibilidad de efectivo en su constitución a través de un referéndum nacional.

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