Latinoamérica ha pasado por ciclos de bonanza y declive según fueran las ráfagas internacionales que la alcanzaban: desestructurantes con el efecto Tequila en 1994, la crisis financiera de 2008 y la caída del petróleo a partir de 2014, o pujantes, como el auge de los precios de las materias primas. Corrientes académicas y políticas habían […]
Dirigentes Digital
| 31 may 2016
Latinoamérica ha pasado por ciclos de bonanza y declive según fueran las ráfagas internacionales que la alcanzaban: desestructurantes con el efecto Tequila en 1994, la crisis financiera de 2008 y la caída del petróleo a partir de 2014, o pujantes, como el auge de los precios de las materias primas. Corrientes académicas y políticas habían conjeturado que esa secuencia desembocaría, en años recientes, en una réplica de la Primavera Árabe. Pero ello no ocurrió. Lo que hubo, en cambio, fue un nuevo ciclo de crisis tras el desatino cometido con los extraordinarios flujos de recursos que circularon allí gracias a otra "primavera", la de las commodities. Ahora, con la desaceleración de China, su principal comprador en los años dorados, esos países viven un desabastecimiento monetario que frena el consumo y las inversiones, al tiempo que pone en jaque los avances del período. El reflejo político de ello es la llegada al poder de una nueva generación de dirigentes que tienen el desafío de ajustar el gasto, reactivar las estructuras productivas y mantener la protección social.
La persistencia del ciclo
El Banco Mundial apunta que, en los años 1980, el PIB latinoamericano se redujo un 1% y que en la década siguiente, gracias al auge exportador, hubo una expansión del 1,5%. Una década más tarde, antes de la recesión actual, la región llegó a tener un avance conjunto del 4% (en 2011), aunque cayó al 1% tan sólo tres años después (en 2014).
En ese promedio hay puntos fuera de la curva, como Panamá, por ejemplo, que creció 8% en 2012, cuando la región había avanzado un 3,7%. En 2010, Brasil había crecido un 7,6% en una región que se expandió 5,9%, según la medición de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). El Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé ahora que en 2016 la región avanzará un 0,8%.
Dos datos sirven para graficar el vértigo de contrastes que vivió la región en los últimos treinta años: 1) entre 1982 y 1985, toda América Latina pagó 108.000 millones de dólares a título de deudas financieras, de acuerdo con la Cepal. 2) Tan sólo en 2013, el comercio de Brasil con China alcanzó los 83.000 millones de dólares, según datos de Hacienda del país sudamericano.
Esos movimientos de contracción y expansión económica se expresaron como sucesivos cambios de tendencia, desde las dictaduras militares desarrollistas de los 80 a las democracias neoliberales de los 90 y los regímenes proteccionistas de la década del año 2000. En la temporada actual, tras el fin del maná asiático, la región asiste a una nueva reconfiguración de sus fuerzas políticas. El escenario económico, en tanto, presenta altas probabilidades de ser una reiteración de los años 80, en opinión de especialistas en países emergentes como Marcos Troyjo, director del BRICLab de la Universidad de Columbia.
"Estamos ante una década perdida, en la que el crecimiento se estanca, la inflación es alta y, lo más triste, una década en la que no se ha aprendido nada", apunta el analista, un exdiplomático brasileño.
El lastre de la corrupción
Brasil tal vez sea el ejemplo más acabado de ese desaprovechamiento de una oportunidad histórica, que decepciona también a países vecinos. Los ríos de dinero que llegaron allí durante el apogeo del comercio internacional no elevaron a esa nación, como se esperaba, a la categoría de desarrollada.
En lugar de ello, el gigante sudamericano se enredó en una enmarañada red político-empresarial de saqueos al erario que socavó no sólo la riqueza material del país, sino también la sustentabilidad (simbólica y concreta) de los avances sociales observados entre 2003 y 2013.
La compañía estatal Petrobras, otrora un tesoro defendido con celo y orgullo nacional, pasó de un valor de mercado de 270.000 millones de dólares en 2010 a 21.800 millones en 2016, según cálculos de la agencia Economatica. ¿La razón? Malas prácticas corporativas sumadas a la baja internacional del crudo y la apreciación del dólar.
Sí, sus papeles valen hoy menos del 10% de lo que valían 6 años atrás.
Puede leer el reportaje completo en el especial 30 Aniversario de la revista DIRIGENTES, ya en su quiosco.