El Gobierno de Alexis Tsipras tiene malas cartas para jugar la partida. El emplazamiento a renegociar su deuda con los acreedores y que cumpla su objetivo de alargar la deuda o que se le perdone parte de ella va a estar marcada por el calendario de vencimientos. Gran parte de la deuda está en manos de sus socios europeos y el FMI. De los 321.000 millones de deuda total que tiene Grecia, que supone el 176% del PIB, unos 216.000 millones son préstamos vinculados a los dos rescates.
El FMI tiene congelado el último tramo del rescate, que asciende a 7.000 millones, hasta que se encuentre con el Gobierno. Tras la convocatoria de las elecciones el Memorándum establecía que las líneas de crédito se bloqueaban hasta que por parte del país hubiera un interlocutor válido, en caso de procesos electorales. Con la formación del nuevo Gobierno heleno, el FMI debería descongelar el préstamo si acepta las condiciones establecidas.
Para Grecia los 7.000 millones son vitales para no caer en quiebra. En marzo Grecia debe abonar 4.500 millones al FMI, y entre julio y agosto vence deuda comprada por el BCE valorada en 3.550 millones de euros. En total, el país afronta vencimientos por 17.000 millones que deberán salir de las arcas del Estados y de nuevo apoyo financiero.
Según están las cosas, para el nuevo Ejecutivo de Tsipras será todo un éxito mantener las líneas de liquidez para que el país siga a flote. Las últimas noticias sobre el sector financiero no juegan a favor de Grecia. En apenas dos meses han salido de depósitos 14.000 millones, una descapitalización de los bancos que unida al castigo bursátil los dejan al borde del colapso. Tsipras deberá contar con el apoyo del BCE para ofrecer liquidez a los bancos hasta que se despeje la incertidumbre sobre la posible reestructuración de la deuda.
Uno de los momentos claves será el próximo 4 de febrero. El BCE debe revisar las líneas de crédito de emergencia que tiene con las entidades griegas. Sin esta ayuda y con los mercados de capitales cerrados para los bancos, Mario Draghi está en una posición dominante en futuras negociaciones con Grecia para discutir una quita o una refinanciación. Del BCE depende un colapso financiero de la banca griega.
Pero el día D, será la Cumbre Europea del próximo 12 de febrero, donde por primera vez Alexis Tsipras se verá las caras con Angela Merkel. Será el momento, para que el primer ministro heleno informe a sus homólogos de sus planes de Gobierno e intenciones sobre la deuda. Tsipras saldrá de la reunión sabiendo con cuantos apoyos cuenta dentro de la Unión Europea y conocerá de primera mano el bloque austeridad liderado por Alemania.
Para Grecia se plantean varios escenarios. El primero es que proponga flexibilizar los objetivos de déficit, posición donde encontraría el apoyo de Francia, Italia y el resto de países periféricos, que supondría aminorar el ritmo de ajustes y daría cierto alivio para las economías incluida la griega. El segundo sería proponer la reestructuración de la deuda, donde encontraría menos apoyo y donde el núcleo duro del euro se opone frontalmente. Este escenario abriría un pulso entre Atenas y la troika que desataría una nueva tormenta política y financiera sobre el euro.