Los mercados financieros comienzan el año atrapados en un déjà vu que les recuerda al cálido final de agosto de 2015, fuertes caídas en bolsa y petróleo, subidas en el precio de los bonos, oro y otros activos refugio. Hace apenas cuatro meses de esa situación pero la sobre-reacción vuelve a reflejarse en las caras […]
Dirigentes Digital
| 12 ene 2016
Los mercados financieros comienzan el año atrapados en un déjà vu que les recuerda al cálido final de agosto de 2015, fuertes caídas en bolsa y petróleo, subidas en el precio de los bonos, oro y otros activos refugio. Hace apenas cuatro meses de esa situación pero la sobre-reacción vuelve a reflejarse en las caras de pánico de inversores y operadores. Mientras el gigante asiático y sus caídas acaparan la atención y el foco de los inversores los datos de inflación quedan relegados a un segundo plano.
El día 4 de enero Alemania mostró una subida interanual de apenas el 0,3%, bastante lejos del 0,6% que esperaba el mercado. El día siguiente la inflación en Europa se situó en el 0.2%, como muestra de que la situación es general a nivel europeo sin que Alemania sea una excepción.
Las causas y consecuencias de dichos datos son bastante más importantes para la economía real que el desplome de la bolsa china o la enorme volatilidad imperante en los mercados.
El ideal económico establece una inflación moderada a ritmos próximos al 2% anual junto un crecimiento estable y sostenido, actualmente estamos viendo tasas de crecimiento moderadas (a excepción del 7% irlandés y del 3,4% español) pero con una inflación cercana a 0%.
El primer pensamiento que acude a la cabeza es el de celebrar dichos datos, si consiguiéramos mantener estos datos "eternamente" podríamos crecer sin que apenas subieran los precios, habríamos dado una vuelta de tuerca al modelo teórico y alcanzado el cénit en este apartado económico. El segundo pensamiento tras la euforia es la duda, ¿qué está pasando? ¿por qué no sucede de esta otra manera?, es entonces cuando nos planteamos si efectivamente el crecimiento es tan sólido como nos pretenden vender o si bien es la inflación quien está camuflada en el cálculo de datos.
En esta disyuntiva conviene explorar más a fondo los datos y alejarse del titular.
La primera mala noticia es que la inflación está subiendo, podemos afirmarlo de manera tajante y sin temor. Por un lado la M3, agregado monetario que mide la cantidad de dinero y activos que pueden convertirse en liquidez, crece a ritmos del 5%, esto quiere decir que el dinero está allí, en el sistema, que la inflación está creciendo a grandes pasos y que si no está reflejada en los precios es porque hay frenos en la economía que lo impiden. Por otro lado la inflación subyacente en Europa se ha situado en niveles de 0,8%-1% en los últimos meses, lo que quiere decir que si saltamos el freno de la caída del petróleo y de los alimentos nos enfrentamos a datos de inflación más coherentes con el crecimiento actual.
A pesar de todo, aún existe mucha diferencia entre estos datos de inflación y la gran oferta monetaria de los bancos centrales. Los métodos tradicionales, y los no convencionales empleados a día de hoy no hacen llegar el dinero a la economía real. Son ya tres años de incumplimiento sistemático del objetivo de inflación por parte del BCE, la coyuntura actual de sobreendeudamiento en familias, empresas y estados junto con peores condiciones laborales obligan a dar un giro en la aplicación de las medidas monetarias, de igual manera que evoluciona el consumo y la economía, deben hacerlo los métodos para influir en ella.
El objetivo no debe ser subir la inflación a cualquier precio, sino conseguir un crecimiento de los precios acorde al crecimiento económico. El problema, por lo tanto, no nos lo encontramos en la inflación sino en el débil crecimiento económico que no es capaz de aprovechar la enorme oferta monetaria y que denota importantes carencias en el sistema que de no ser resueltas con acierto pueden perpetuar la inestabilidad y debilidad económica durante las próximas décadas.
Las economías actuales siguen sin encontrar un sustituto al crecimiento y al empleo vía trabajo intensivo por lo que los datos de crecimiento se aplanan en el largo plazo generando importantes tensiones en el mercado laboral y en los salarios que a su vez dificultan el ciclo expansivo de la economía.
Urge encontrar y motivar un nuevo modelo de crecimiento sobre el que hacer orbitar el resto de políticas económicas y sociales, la adaptación al medio ha sido nuestra manera de crecer y evolucionar en todos los marcos, la economía no es distinta y no podemos seguir anclados en las viejas costumbres.
Jaime Díez es analista de XTB.