Por María Calvo, directora de Impact Hub-Workspaces
María Calvo
| 25 mar 2024
Suele decirse que las empresas evolucionan al ritmo que lo hace la sociedad, y por eso están en constante proceso de transformación. Los cambios sociales y de estilo de vida se reflejan en la forma en que las personas trabajan, en sus prioridades personales y profesionales y en lo que demandan a las compañías. Por eso, un factor como la pandemia, que impactó en la sociedad con la fuerza de un meteorito, ha dejado unas huellas que, inevitablemente, han transformado algunos aspectos de nuestra forma de vida y de los modelos de trabajo.
Por ejemplo, lo que fue una implantación obligada del teletrabajo, que ahora muchas empresas se esfuerzan por reducir (aunque se ha convertido en uno de los beneficios que más valoran los empleados), ha llevado a organizaciones de todos los tamaños a replantearse su modelo de presencialidad y la dimensión de sus instalaciones. Y muchas han optado por reducir los metros cuadrados de sus sedes y apostar por espacios de coworking, con propuestas flexibles que se adaptan a sus demandas y necesidades puntuales y que además aportan un atractivo añadido a sus empleados a la hora de volver a la oficina.
En nuestra red de espacios hemos percibido esto con claridad en el último año. Hace un tiempo, uno se imaginaba que las instalaciones de trabajo compartido estaban “habitadas” únicamente por trabajadores autónomos, freelances, emprendedores y startups. Y en realidad, era así en gran medida. Sin embargo, estamos asistiendo a una transformación en los perfiles de usuarios, y ahora encontramos que pymes y grandes empresas, y otros modelos de organizaciones como fundaciones, buscan este tipo de localizaciones como alternativa a tener sus propias oficinas y como propuesta de valor para sus equipos. Hasta el punto de que hoy representan la mitad de la ocupación de nuestros espacios.
Nuevas demandas
Como gestores de espacios compartidos percibimos, además, ciertas transformaciones en lo que demandan los usuarios. En primer lugar, la flexibilidad se ha llevado a su máxima expresión y la personalización es total, con el fin de dar respuesta a cada necesidad concreta de cada cliente. Las empresas valoran ofrecer a sus equipos la posibilidad de trabajar en remoto desde entornos atractivos y bien equipados. Para ello, se han creado bonos de movilidad y pases de día, que permiten utilizar los diferentes espacios que una red de coworking puede tener en la misma ciudad o en diferentes ciudades, incluso en otros países. También hay modalidades de pago por uso que proponen tarifas por meses, días, e incluso horas, para acoger a equipos “flotantes” que llegan de forma esporádica o que trabajan en localizaciones diferentes.
En ocasiones las empresas necesitan fomentar una cultura de innovación o equipos de intraemprendimiento, por lo que estos espacios basados en la colaboración y el intercambio suponen un efectivo “caldo de cultivo” para el desarrollo de nuevos proyectos. Estos equipos buscan interactuar con otros ‘coworkers’, pero también valoran disponer de un cierto nivel de privacidad. Así, los espacios se adaptan para ofrecer amplias zonas abiertas para socializar y colaborar, así como oficinas privadas y salas para el trabajo y la concentración.
Los valores de siempre
Lo que no ha cambiado es el interés que despierta el hecho de trabajar en un lugar que cuenta con una comunidad despierta, dinámica, innovadora, creativa y diversa, capaz de inspirar y de generar oportunidades de colaboración. Las empresas, cada vez más, ven en los espacios flexibles no sólo un lugar atractivo y eficiente de trabajo, sino una oportunidad de crear y reforzar sus redes, trabajando cerca de sus stakeholders, potenciales clientes, proveedores, talento y emprendedores que impulsen procesos de innovación abierta. Y a esto se une, por supuesto, el atractivo de trabajar en un entorno apetecible, en espacios diseñados poniendo a la persona en el centro, pensados para su bienestar y con posibilidad de adaptarse a la imagen corporativa de la empresa, lo que contribuye a su capacidad de atraer y retener talento.
Por tanto, esas pymes y grandes empresas que han desembarcado en los espacios de coworking no solo buscan optimizar costes de infraestructura y una gestión eficiente de sus oficinas, sino también esas sinergias profesionales y ese entorno innovador y dinámico que también enriquece en lo personal.
Espacios colaborativos “in company”
Los beneficios de fomentar este tipo de espacios diversos en los que se generan colaboraciones no han pasado desapercibidos para algunas empresas, que han dado un paso más para impulsar en su organización ese espíritu colaborativo y el ambiente innovador, bien contratando oficinas de uso exclusivo gestionadas por un operador externo, o bien creando sus propios espacios compartidos dentro de sus instalaciones y contratando su gestión de forma externalizada.
En sectores como el tecnológico o el energético es frecuente encontrar grandes corporaciones que preparan sus instalaciones para acoger a startups y nutrirse de su creatividad e innovación. Estas comunidades funcionan a veces como incubadoras o aceleradoras de proyectos que conectan con alguna de las líneas de negocio de la compañía, a las que también se ofrecen programas de formación y mentoring.
Pero para que realmente funcione ese ecosistema dinámico de innovación no basta con crear un espacio compartido: hace falta nutrirlo con una estrategia adecuada de contenidos, encuentros y eventos que hagan nacer las sinergias. Asimismo, es necesario marcar unos objetivos de cómo y con qué actividades o programas se va apoyar a estas empresas, y unos indicadores para medir los resultados conseguidos. Y sobre todo, entender y planear cómo estas startups van a interactuar con los equipos de la organización y cómo se van a integrar en sus procesos de innovación.
Desde nuestra experiencia, gestionando y dinamizando de forma externa espacios como el Educo-Impact Hub en Barcelona, el Orange Digital Center y el Enagás Emprende en Madrid o el Vodafone Innovation Hub en Málaga, sabemos que los resultados son muy satisfactorios tanto para las compañías promotoras como para los emprendedores que se instalan en ellos, y que valoran la calidad y calidez de los espacios comunes, los servicios y amenities que se les ofrecen y la posibilidad de acceder a iniciativas que, de otro modo, no estarían a su alcance. Los coworking siguen siendo así una atractiva alternativa que ofrece un plus tanto a los que acceden a ellos como a los que llevan su modelo a sus propios espacios.