Poco o nada conocida es la faceta de Artur Mas fuera de su vertiente política. Tal y como cuenta la plataforma de accionistas minoritarios Unidos por La Seda, el presidente de la Generalitat, el paso de Mas por el sector privado está lleno de fracasos empresariales. En 1987, Mas pasó a encargarse de Vilassar Internacional, […]
Dirigentes Digital
| 24 feb 2015
Poco o nada conocida es la faceta de Artur Mas fuera de su vertiente política. Tal y como cuenta la plataforma de accionistas minoritarios Unidos por La Seda, el presidente de la Generalitat, el paso de Mas por el sector privado está lleno de fracasos empresariales.
En 1987, Mas pasó a encargarse de Vilassar Internacional, sociedad del holding peletero Tipel. Tras varios años de gestión, ésta presentó suspensión de pagos con una deuda que ascendía hasta los 8.400 millones de pesetas.
La misma historia se repetía en La Seda. Artur Mas fue consejero de la compañía en 1993 y 1994. En esa época, aunque Rafael Español era el presidente de la compañía, los hilos los movía Jordi Pujol. Tras una cadena de errores, malas prácticas y, por lo tanto, mala gestión, la empresa tuvo que solicitar la situación concursal y ahora se encuentra en liquidación.
En cambio, ahora sólo nos fijamos en los actuales imputados. El pasado mes de noviembre, la Abogacía del Estado solicitaba al juez que lleva el caso de la petroquímica 12 años de prisión y una indemnización de 4,3 millones de euros para su ex presidente, Rafael Español, y otros siete miembros de la cúpula directiva.
Un paso necesario pero que no soluciona la difícil situación a la que se enfrentan los accionistas "atrapados". Juan de Frutos señalaba a DIRIGENTES que "a nosotros esta operación no nos interesa en exceso, ya que nada más se centra en que estos dirigentes de La Seda supusieron una merma de dinero superior a los 4 millones de euros".
Una operación gestada a largo plazo
La investigación que se está llevando se remonta a 2006, cuando los directivos de la compañía simularon la producción de casi 65.000 toneladas de PET y crearon contratos fantasma con otras compañías controladas por ellos mismos.
En este punto, la estafa se centraba en revender la falsa materia prima a varias sociedades que controlaban ellos para, finalmente, revenderlas a La Seda a un precio muy superior. De esta forma, los propios directivos de la empresa crearon un agujero de 4,3 millones de euros, mientras que en las cuentas presentadas a la CNMV en 2006 aparecían unos resultados saneados.
Aunque aún está pendiente que los responsables se hagan cargo de su mala gestión, desde la asociación apuntan a que el gran vacío se crea porque "ninguno de los miembros del Consejo de Administración, ni del Comité Auditor Interno de La Seda, ni el Auditor Externo" cumplieron su misión de supervisión.