Los índices económicos argentinos continúan deteriorándose este año, al tiempo que el país y sus gobernantes se enredan en disputas con la justicia interna y externa. Desde 2010, las reservas argentinas cayeron de 52.000 millones de dólares a 21.400 millones (junio de 2014), con una sangría de 12.000 millones tan sólo en 2013. Una devaluación practicada en enero último volatilizó un 23% adicional del peso argentino, ya bastante debilitado por una inflación real estimada en 35% anual.
En ese contexto se agrava también la situación judicial del vicepresidente Amado Boudou, quien fue procesado en junio por la compra de una imprenta que acuñaba papel moneda y convocado la semana pasada nuevamente al banquillo por falsificación de documentos en la compra de un vehículo particular. El mandatario está en la mira, además, por uso indebido de fondos jubilatorios, tráfico de influencias, aprovechamiento de información privilegiada y enriquecimiento ilícito.
Su situación es sumamente original en el país, pues es el primer funcionario de ese nivel que se encuentra efectivamente cercado judicialmente mientras debe continuar ejerciendo su papel constitucional. La escena adquiere rasgos dramáticos cuando se observa que a los intentos opositores de quitarlo de escena se le suma el creciente desapego de antiguos aliados.
Boudou recibió la noticia de su primer procesamiento el 27 de junio, cuando visitaba oficialmente Cuba. El segundo coincidió con un viaje a México el 10 de agosto, para una cumbre legislativa bilateral. Considerando que es "una vergüenza" que represente a los argentinos en el exterior y que internamente "ha roto la confianza del pueblo", los opositores consideran imprescindible que se retire del cargo hasta que se aclare su responsabilidad en los casos en que está acusado.
La primera votación en el senado fracasó en junio gracias al apoyo oficialista. Pero ahora, entre legisladores afines al gobierno se extiende la prescindencia de opinión, un silencio que analistas locales interpretan como un liso y llano descarte del kirchnerismo, en lo que califican de "fin de ciclo".
Entre buitres y BRICS
Pero no es sólo en el propio país donde políticos e instituciones argentinas dirimen judicialmente un enredo de dinero, política y hasta interpretaciones de la realidad. Un juez de la Corte Suprema de Estados Unidos, Thomas Griessa, falló en junio a favor de los fondos buitre NML y Aurelius, bonistas que no aceptaron la reestructuración de deuda propuesta por Argentina en 2005 y 2010.
Con una retahíla de gestos de apariencia inconexa -idas y vueltas del ministro de Hacienda, Axel Kiciloff, a Nueva York, declaraciones épicas de Cristina Kirchner, cartas abiertas publicadas en los diarios estadounidenses, maniobras erráticas para tratar la negociación, amagues de abandonar las tratativas y ningún cambio efectivo en la situación real, sino más bien un agravamiento- el gobierno argentino trasladó al escenario internacional la corrosión que sufren su economía y política domésticas.
El país entró en default (cese de pagos) selectivo el 30 de julio, luego de vencido el plazo para el pago de las cuotas establecidas en los acuerdos (de deuda reestructurada y aquella que reclaman los holdouts). El depósito de 539 millones de dólares que había realizado el mes anterior como señal de que estaría cumpliendo con su parte, fue embargado por la justicia norteamericana en función del reclamo de los buitres, que tienen de su lado una demanda de 15.000 millones para considerarse saldados.
El país, no obstante, no admite estar en default, por lo que el juez norteamericano advirtió que declararía desacatada la orden de pago que había emitido en favor de los bonistas. Ante esa posibilidad, Argentina insiste en que pagó una parte y que no la dejan pagar el resto, por lo que sugirió que el presidente Barack Obama tomara cartas en el asunto y hasta intentó llegar a La Haya.
El Credit Suisse, tras considerar que el PIB real podría contraerse este año "un máximo de 0,1%", dijo a inversionistas el 31 de julio que Argentina "no enfrenta una crisis de solvencia". Ello después de haber barajado la hipótesis de una nueva devaluación hacia fin de año, "mayor aún que la de enero". Todas esas señales no hacen sino prenunciar un escenario febril para el próximo verano porteño, unas temperaturas tal vez sólo pasibles de enfriamiento con la llegada de vientos siberianos.
La aproximación reciente de Rusia, con todo, está lejos de configurarse en una salvaguardia automática, pues se ha dado más en el marco de la agenda BRICS que como un compromiso de rescate de ese país. Ya de por sí tradicionalmente sofocante en Buenos Aires, el próximo estío encenderá la cuenta regresiva del año que le restará entonces a Cristina Kirchner para entregar el país a su sucesor, un trance similar al que este año ya enfrenta su principal socia en la región, Dilma Rousseff, que tampoco ha dado señales de jugar una carta de apoyo al default.