De hecho, el devenir del "oro negro" se ha convertido en un factor a vigilar a la hora de aproximarnos a las perspectivas de las entidades financieras para este 2015. Y no sólo para la industria radicada en naciones relacionadas directamente con la producción y exportación de esta materia prima, sino también para el sector global.
Así, la semana pasada, Elizabeth Schroeder, analista de crédito senior de Loomis Sayles (gestora afiliada a Natixis Global AM), señalaba la "exposición a la industria energética" como un elemento clave para el sector financiero estadounidense.
La banca norteamericana ha comenzado a dar detalles sobre cómo "cuenta" este sector en sus balances. La mayoría ha informado de exposiciones inferiores al 3%, destacando los posibles beneficios positivos del desplome de las valoraciones del petróleo para la economía nacional y el gasto del consumidor. "Aunque es demasiado pronto para que vean el deterioro, los mercados estarán atentos a cualquier señal en este sentido", advertía.
Por su parte, la agencia de calificación crediticia Standard & Poor’s (S&P) se centra en el impacto del desplome del crudo en los sistemas bancarios de algunos países exportadores, ya sea de forma directa, debido a la elevada exposición y los depósitos de las compañías petroleras o gubernamentales; o, indirecta, por la reducción de las inversiones y el crecimiento económico, que lastre la calidad de sus activos e indicadores de rentabilidad .
"Aunque nuestro escenario ‘base’ asume que esta caída no afectará significativamente al rendimiento de estos sectores financieros (…) aquellos con bajas reservas fiscales, desequilibrios económicos significativos y alta dependencia de los depósitos relacionados con el petróleo podrían estar bajo presión", afirma Mohamed Damak, analista de la firma.
En concreto, por ejemplo, los bancos de Bahrein y Omán son vulnerables directamente a la caída potencial de las inversiones y el crecimiento económico; y Nigeria por la exposición de sus entidades al sector petrolero. Por su parte, Brunei sufre el impacto desde ambos ámbitos, "debido a la significativa contribución de esta industria a su economía y su exposición a través de contratistas, proveedores y empleados de las empresas de crudo y gas".
S&P espera que el precio del barril de Brent se estabilice en el entorno de los 55 dólares este año y que aumente ligeramente hasta los 65 dólares, aproximadamente, para 2016.
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