La pasada semana, como si de una película se tratase, varios dirigentes de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) fueron detenidos en Suiza a petición de la Justicia estadounidense, que solicitó su extradición para juzgarlos por presunta corrupción. La operación fue llevada a cabo a primera hora de la mañana por la Policía suiza […]
Dirigentes Digital
| 02 jun 2015
La pasada semana, como si de una película se tratase, varios dirigentes de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) fueron detenidos en Suiza a petición de la Justicia estadounidense, que solicitó su extradición para juzgarlos por presunta corrupción. La operación fue llevada a cabo a primera hora de la mañana por la Policía suiza en el lujoso hotel Baur au Lac en los Alpes, donde los dirigentes estaban reunidos para su encuentro anual, y, tras pedir las llaves en conserjería, los agentes se dirigieron a las habitaciones para proceder a los arrestos, según informó "The New York Times".
Ahora, los fiscales de Estados Unidos creen que Jerome Valcke, el mayor aliado del ya ex presidente de la FIFA, Joseph Blatter, realizó transacciones bancarias por valor de 10 millones de dólares que son claves en una investigación sobre sobornos en el organismo que rige al fútbol mundial. Estas últimas noticias han ’empujado al histórico presidente a anunciar su dimisión como máximo representante del organismo. Blatter fue reelegido el pasado fin de semana por los países miembros.
Lastre para los organizadores.
En primera instancia, organizar un Mundial de fútbol es un negocio ‘redondo’ para un país, ya que supone un considerable aumento del turismo y el consumo durante el mes que aproximadamente dura el evento deportivo. Sin embargo, una vez acaba, todo vuelve a la normalidad, o lo que es aún peor, el país queda en un estado aún más ‘endeudado’ ya que tiene que hacer frente a la elevada cuantía que cuesta la edificación de estos mega estadios, así como a su mantenimiento, lo que también se lleva un importante ‘pellizco’ del presupuesto anual del lugar organizador.
Tan sólo un año después de que Sudáfrica fuera elegida anfitriona del Mundial de fútbol 2010, el país ya tenía que administrar un legado complicado de cemento demasiado costoso.
De la Copa del Mundo hay un rastro inconfundible, que son sus estadios. Los mismos recintos que se llenaban de aficionados de todo el planeta hoy cuelgan el cartel de cerrados por falta de uso. El estadio de Green Point, que costó unos 400 millones de euros, sólo ha estado acogiendo al año dos conciertos importantes y un partido amistoso al año, por lo que no es rentable.
El gasto que realizó el país en infraestructuras, en total, fue de más de 4.000 millones de euros (se incluyen gastos en aeropuertos y otras infraestructuras). El mantenimiento de los campos es una losa ahora para un país que cuenta con una de las redes de los mejores estadios del mundo y que no cuenta con eventos para hacerlos rentables.
En la práctica, los tres grandes, Johannesburgo, Durban y Ciudad del Cabo, han sobrevivido con inventos como hacer pasar por el medio del césped del estadio el Gran Premio de Fórmula 1 que se celebró en Ciudad del Cabo en 2013, conciertos y algún partido de la liga de rugby o alquilar las instalaciones para bodas y cumpleaños.
En Brasil, donde se celebró el Mundial 2014, el panorama no es muy diferente. Ante el enfado de los contribuyentes brasileños, el Gobierno de Dilma Rousseff aprobó un desembolso de 3.000 millones de dólares para construir o reformar las doce sedes del Mundial de Fútbol disputado el verano pasado.
Sin embargo, tal y como informan medios locales, "la mayoría de estadios no está siendo capaz de generar ingresos, hasta el punto de que el más caro de todos (ubicado en Brasília) solamente funciona de forma regular como parada para los autobuses municipales y lugar de estacionamiento".
El panorama no es mejor en otras ciudades. El estadio de Cuiaba, que costó 215 millones de dólares, se ha convertido en un campamento de mendigos. En Natal, una empresa privada compró el estadio, pero ya está intentando deshacerse de él, tras comprobar que los únicos eventos que ha podido organizar han sido pequeñas bodas o fiestas de cumpleaños.