Mi hija, de 4 años, preguntó el jueves a mi madre al ver en los informativos la foto del cadáver del niño muerto en la playa turca: "¿Qué le ha pasado a ese nene?". Mi madre responde: "Se ha ahogado, cariño". A lo que mi hija, sin dejar de mirar la televisión, dice: "Claro, como […]
Dirigentes Digital
| 04 sep 2015
Mi hija, de 4 años, preguntó el jueves a mi madre al ver en los informativos la foto del cadáver del niño muerto en la playa turca: "¿Qué le ha pasado a ese nene?". Mi madre responde: "Se ha ahogado, cariño". A lo que mi hija, sin dejar de mirar la televisión, dice: "Claro, como no llevaba manguitos y no sabía nadar solito, por eso…". Ay, bendita inocencia, en un mundo tan cruel que la vida o la muerte de un niño muchas veces depende del país en el que nazca.
Aylan Kurdi tenía tres años. Su hermano de cinco, Galip, y su madre, Rehan, también fallecieron ahogados cuando trataban de llegar a la isla griega de Kos huyendo de la guerra en Siria. Sólo el padre, Abdulah, ha sobrevivido. Y él ya ha asegurado que no tiene nada por lo que seguir adelante. Ya no tiene nada que ofrecer a su familia, porque ésta ya no existe.
Esta familia es una de tantas que han intentado cruzar los mares para pedir asilo en Europa, pero no lo han conseguido. Al ver esta imagen, a esta periodista que les escribe le ha venido otra imagen a la cabeza: la de la niña palestina llorando frente a la canciller alemana Angela Merkel, que dio la vuelta al mundo el pasado julio. En una visita de Merkel a una escuela de Rostock, al norte de Alemania, una niña explicó a la canciller que su familia llevaba cuatro años esperando la resolución a una solicitud de asilo, a lo que la ‘mujer de acero’ contestó que Alemania no puede "acoger a todo el mundo". En ese momento, la joven rompía a llorar, dejando una imagen que causó un gran revuelo en las redes sociales.
La indiferencia de los líderes políticos ha sido larga, y lo sigue siendo. Diversas reuniones sin una solución concreta ha sido el único resultado claro. Ante las devastadoras cifras de inmigrantes y refugiados muertos, los políticos se llevan las manos a la cabeza y aseguran que es una "dramática" situación, pero de momento esta pose ha servido sólo para ‘la foto’.
Si echamos la vista atrás, lo cierto es que los presupuestos destinados a este problema se han ido recortando en los últimos años.
En octubre de 2013 se puso en marcha la operación Mare Nostrum con una inversión de 9 millones de euros después de que casi 400 inmigrantes fallecieran al tratar de llegar a Lampedusa. En ella, eran las embarcaciones italianas las que patrullaban en un radio de 120 kilómetros hasta las cercanías de las costas libias. Desde el 1 de enero de 2014, el presupuesto se ha reducido a 2,9 millones.
"En el Mediterráneo está ocurriendo una tragedia de proporciones épicas", enfatizó la declaración conjunta de Naciones Unidas en la que pedían una acción "valiente y colectiva para ampliar el ámbito de las medidas que se están considerando". Un ruego para tratar de dar solución a esta tragedia que de momento no se ha materializado en medidas concretas.
Las ONGs también se han sumado a esta petición y reclaman que se destinen fondos para esta tragedia en la que pierden la vida miles de personas. Inmigrantes empujados por la falta de oportunidades en su país, pero que en los últimos años además se encuentran miles de personas que huyen de los conflictos armados de sus países.
En el caso de la guerra de Siria, ésta ha hecho que familias enteras traten de escapar de la ratonera que se ha convertido su país.
Tras sus últimas reuniones, la Unión Europea aseguró que abordarían el drama de la inmigración, tras el cuál se esconde un problema añadido: las mafias de tráfico de seres humanos. De momento, todo ha sido papel mojado. Los países intentan repartirse centenares de miles de regugiados, pero a la hora de la verdad nadie quiere ‘mojarse’. Seguirán y seguirán las muertes de seres humanos, mientras el mundo prefiere ocuparse de otros asuntos livianos.