Siria vuelve a estar en el foco internacional como origen de los problemas de las potencias occidentales después de los atentados de París. Igual que lo está detrás de la crisis de los refugiados en Europa. Después de cuatro años de guerra civil, el país se ha convertido en el tablero geopolítico del mundo, guarida […]
Dirigentes Digital
| 19 nov 2015
Siria vuelve a estar en el foco internacional como origen de los problemas de las potencias occidentales después de los atentados de París. Igual que lo está detrás de la crisis de los refugiados en Europa. Después de cuatro años de guerra civil, el país se ha convertido en el tablero geopolítico del mundo, guarida de yihadistas y en régimen dictatorial en declive. El país es clave para la estabilización de todo Oriente Medio y el equilibrio de poder en la zona.
Durante estos años Europa y Estados Unidos han mirado para otro lado en lo que sucedía en Siria. Bachar Al Asad reprimía con fiereza a la oposición que se había levantado al calor de las primaveras árabes. El dictador encontró un firme aliado en la Rusia de Putin que en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas bloqueó cualquier intento de resolución que autorizara la intervención de la comunidad internacional en el país.
Desde el primer momento Moscú ha apoyado a Al Asad con equipamiento militar, financieramente y políticamente. El respaldo más o menos velado al régimen ha sido denunciado por Estados Unidos, pero desde septiembre Rusia lo hace descaradamente con bombardeos en territorio siria. Putin se puso al frente de la ofensiva del Estados Islámico (EI) para justificar su intervención pero lo cierto es que ha atacado tanto a posiciones yihadistas como a la oposición para apuntalar el Gobierno de Damasco.
Tras los atentados, Vladimir Putin se ha ofrecido a Francia para crear una coalición que ataque las fuerzas yihadistas en Siria. Hasta el momento Estados Unidos, Reino Unido y la propia Francia se limitaban a castigar al EI en Irak y solo Rusia intervenía en Siria. Detrás de la ayuda hay un interés para que pase lo que pase en Siria se mantenga en el poder Bachar Al Asad. De ahí las duras palabras de Putin contra el EI en la zona y su afán en colaborar contra su desaparición. Pero que intereses tiene Rusia en el régimen de Al Asad más allá que estratégico.
Para empezar Rusia también forma parte de los objetivos del EI como ha quedado demostrado con el derribo del avión ruso en Egipto. Pero el país vive bajo otra amenaza terrorista, la del terrorismo checheno. Putin presume de controlar con mano de hierro las acometidas independentistas en las repúblicas del Caucaso. Todavía están recientes los atentados en el aeropuerto de Domodedovo en 2011 y en la estación de tren de Volgogrado en 2013. Moscú teme un rearme de la amenaza chechena vía yihadista.
Buena parte de la población del Caucaso Norte es musulmana y se mezcla las aspiraciones independentistas con una fuerte corriente yihadista. En 2007, los grupos terroristas se organizaron y proclamaron el Emirato del Cáucaso, que al final son responsables que sacuden a Rusia. Con la guerra en Siria y la expansión del ISIS, las siglas en inglés del EI, Putin se enfrenta al mismo riesgo que Europa, musulmanes retornados del conflicto y dispuestos a hacer la yihad en su territorio de origen.
Damasco es el muro estratégico para que la expansión yihadista no petrenete con más fuerza a las regiones caucásicas a través de Irak e Irán. Pero Rusia en Siria tiene intereses más prosaicos que la seguridad como militares. Gracias a Al Asad, Rusia tiene salida al Mediterráneo con la base de Tartus. Desde allí ha rearmado al régimen y envía a sus fuerzas aéreas a bombardear el país.
Además, Siria es importante para Rusia porque es un importante socio comercial. Al Asad es uno de los principales clientes de la industria rusa de armamento. En 2011, al comienzo del conflicto Damasco pago 600 millones de dólares a Moscú por aviones cazas y misiles de medio y corto alcance. También Siria recibe fuertes inversiones rusas. En el terreno sirio se encuentra una de las mayores reservas de gas del mundo, donde empresas rusas se han garantizado su explotación a largo plazo.