Google anunció el pasado enero que suspendía la venta de sus gafas inteligentes de manera indefinida. A pesar de que sus creadores aseguraban que seguirían trabajando en este proyecto, la compañía explicó que el equipo de Glass se convertiría en una unidad independiente liderada por el cofundador de Nest, Tony Fadell, y dejaría de formar […]
Dirigentes Digital
| 25 mar 2015
Google anunció el pasado enero que suspendía la venta de sus gafas inteligentes de manera indefinida. A pesar de que sus creadores aseguraban que seguirían trabajando en este proyecto, la compañía explicó que el equipo de Glass se convertiría en una unidad independiente liderada por el cofundador de Nest, Tony Fadell, y dejaría de formar parte del laboratorio Google X, que trabaja en varias innovaciones como los vehículos autónomos.
Muchos son los factores que explican porque este gadget, que prometía ser uno de los inventos del siglo XXI no ha terminado de triunfar. Quizás, el más importante ha sido la pobre respuesta del consumidor. La sociedad, que ya ha demostrado mantenerse fiel a los smartphones, no ha terminado de asimilar que pueda llevarse un ordenador en unas gafas, pese a la gran estrategia de marketing que llevo a cabo Google.
La estética tampoco ha ayudado a las Google Glass. Digamos que si todo el mundo las compra y va por la calle con ellas, no parece raro, pero si sólo hay una persona que las utiliza, se cuestionaría el aspecto que tiene con ellas. Otro de los puntos débiles que han hundido a las Google Glass es su utilidad. Nunca quedó muy claro para que pueden utilizarse y a que otro dispositivo podrían complementar o incluso sustituir. Todo esto unido a su elevado precio (1.500 euros), se ha convertido en la receta perfecta para su desaparición.
Las lentes inteligentes de Google son sólo un ejemplo. En los últimos años, han sido muchos los ‘inventos’ que parecía iban a triunfar, pero finalmente se han quedado a las puertas.
Televisiones 3D
En el 2009, James Cameron estrenó el taquillazo Avatar. Esta fue la película que impulsó al 3D para llegar al gran público. Además de darle un empujón a la tecnología, también sirvió para llevar las tres dimensiones al formato doméstico. La fuerza de este fenómeno fue tal que muchos fabricantes comenzaron a fabricar televisores que incorporaban esta tecnología. Finalmente, el 3D no funcionó a nivel doméstico, los usuarios no querían comprar televisores tan caros y además, las gafas les parecían incómodas y nada prácticas para ver la televisión tranquilamente desde el sofá de casa. En 2013 el 3D empezó e morir, y toda esa manada de televisores dispuestos a revolucionarlo todo acabaron siendo actores secundarios.
Netbooks
Los netbooks (ordenadores de tamaño reducido) despegaron en 2007 sólo para desaparecer del mercado siete años después. Las baratas y diminutas laptops con teclados atestados, procesadores lentos y versiones reducidas de Windows XP se volvieron tan populares que Intel diseñó una línea completa de procesadores para ellas. Incluso hubo un momento en que Apple fue criticada por no lanzar una netbook propia. Poco después de que estos mini PCs comenzaran a tener éxito llegó el iPad, lo que hizo que los compradores se olvidaran de estos por completo.
Códigos QR
Esta es una tecnología que en el momento de su lanzamiento se creyó prometedora, pero que en realidad, nunca llegó a nacer más que para algunos usos esporádicos y sectores específicos.
Los códigos QR podían almacenar mucha más información que los códigos de barras tradicionales, podían ser leídos más fácilmente que estos, y durante unos quince años fueron adoptados por muchas aplicaciones industriales y de gestión de almacenes. Con la llegada de los teléfonos con cámara, muchos vieron una oportunidad para utilizar los códigos QR como un vínculo entre el mundo físico y la información en la red: podías poner una etiqueta con un código QR pegado en cualquier sitio, y esperar que los usuarios, para ampliar la información sobre el mismo, lo leyes en con su teléfono móvil.
¿El problema? Muy pocos lo llegaron a hacer más allá de un uso anecdótico. El proceso no era suficientemente intuitivo, requería en muchos casos la descarga de una aplicación específica y, en general, se veía como demasiado esfuerzo para únicamente sustituir a un enlace, que podía facilitarse con alternativas más sencillas.