Para los gestores de Santander, su poco rentable negocio en Estados Unidos es un motivo de descontento desde hace tiempo y su presidenta, Ana Botin, prometió en enero solucionar el problema en dos años, después de lo cual consideraría la venta de la división. Pero incluso una desinversión sería difícil mientras no se cumplan los […]
Dirigentes Digital
| 11 abr 2016
Para los gestores de Santander, su poco rentable negocio en Estados Unidos es un motivo de descontento desde hace tiempo y su presidenta, Ana Botin, prometió en enero solucionar el problema en dos años, después de lo cual consideraría la venta de la división. Pero incluso una desinversión sería difícil mientras no se cumplan los estándares de la Fed, algo que dificulta el acceso a capital para su reinversión en otros negocios y tampoco permite cobrar un dividendo de esta división.
El banco estableció en 2013 un objetivo de duplicar sus beneficios en Estados Unidos a 2.000 millones de dólares para 2016, pero en 2015 los planes se frustraron y ya no tiene objetivo de beneficios para la filial, que ganó 678 millones de euros en 2015.
Desde entonces ha contratado a un nuevo presidente para su filial e invierte unos 170 millones de dólares al año para reorganizar su compleja estructura, en parte heredada del Sovereign en 2009, y para eliminar debilidades en el balance. Los problemas no radican en sus niveles de capital, que superan el mínimo requerido por la Fed, sino en los controles internos de riesgo del banco y en la falta de integración de sus múltiples actividades en Estados Unidos bajo un único holding.
Santander, que genera alrededor del 8% de su beneficio en Estados Unidos, reconoce que queda mucho por hacer. "Para nosotros lo que es importante es que la Fed reconozca que estamos haciendo progresos para la resolución de las debilidades que tenemos", dijo José García Cantera, director financiero de Banco Santander, el mes pasado en una entrevista telefónica con Reuters.
Ahora la entidad se enfrenta de nuevo a las pruebas de resistencia de la FED y las divergencias entre el regulador y el banco sobre la metodología y el cálculo de provisiones no llevan a pensar nada bueno. Su división de consumo, Santander Consumer, retrasó el mes pasado la presentación de resultados tras verse forzada a revisar el modo en que contabiliza algunas pérdidas relacionadas con créditos.
"Los últimos problemas demuestran que les va a llevar algo más de tiempo poner la casa en orden en Estados Unidos", dijo un banquero de inversión familiarizado con la situación de Santander en Estados Unidos.
Santander no es el único banco europeo al que le cuesta superar los estándares regulatorios de EEUU. Deutsche Bank, por ejemplo, suspendió las pruebas de la Fed en 2015. Más allá de los daños a la reputación que pueda ocasionar un tercer suspenso y el hecho de que las unidades de Santander en EEUU no pueden transferir un dividendo a la matriz en Madrid, el nuevo fracaso afectaría también la rentabilidad del banco al crecer el año pasado los costes en EEUU a un ritmo más alto que el beneficio.
"Santander ha visto cambios de gestión en su filial de EEUU y los costes han subido debido a presiones regulatorias", aseguran desde Nomura. Santander prevé que los costes regulatorios bajen, pero no a corto plazo.
"Una vez que veamos que vamos en el camino correcto, la idea es que ya no será necesario invertir tanto y podremos gradualmente ir ajustando la base de costes", sostiene García Cantera.