La inversión sostenible ha vivido un convulso maremágnum de regulación por parte de la Unión Europea que, después, las gestoras deben aterrizar para aplicarlo a casos reales en sus procesos de inversión.
Patricia Malagon
| 26 sep 2024
La inversión bajo criterios ESG puede verse desde muchos prismas. Por un lado, está la creciente y cambiante regulación europea, que está sirviendo como base para el desarrollo de la industria. Pero, por otro, está lo que la propia industria de la gestión de activos está haciendo. Por eso, es normal que muchos inversores se pregunten, sobre en qué consiste realmente este estilo de inversión, ¿cómo lo trasladan las gestoras a los fondos?
Precisamente, esa cuestión, la del lado práctico, la de cómo estás gestoras aterrizan todo el maremágnum regulatorio a la realidad para dar forma a fondos de inversión artículo 8 y artículo 9, es la que se debe tratar en detalle.
Invertir en sostenibilidad puede hacerse desde muchos prismas, análisis y criterios. Hay gestoras que lo que hacen es excluir a los sectores y las empresas que pueden ser contrarias a estos criterios. Mientras que otras seleccionan aquellas compañías que están trabajando en la reducción de emisiones de carbono o apostando por aquellas que trabajan en un futuro más verde.
Por tanto, se trata de poner sobre el papel lo que hay detrás, lo que las gestoras hacen y ponen en práctica para poder seleccionar su universo de inversión y, configurar así su cartera en forma de vehículo.
La gestora J. Safra Sarasin Sustainable AM, por ejemplo, ha confirmado que en su metodología aúnan dos criterios. Por un lado, apuestan por una estrategia de exclusión y, por otro, la búsqueda de empresas que están en transición hacia un futuro más sostenible.
“Excluimos empresas involucradas en actividades controvertidas o que no cumplen con los principios de desarrollo sostenible, como la producción de armamento, emisores de carbón sin una estrategia de transición, o violaciones de derechos humanos. Además, apoyamos empresas que están en proceso de transición hacia prácticas más sostenibles, especialmente aquellas que contribuyen positivamente a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (SDGs)”, cuentan desde la gestora.
Otra gestora internacional, la británica Federated Hermes, busca empresas concretas que están desarrollando proyectos para un futuro sostenible que se alineen con la meta de las cero emisiones de carbono en 2050. El propio, Martin Todd, Sustainable Global Equity Portfolio Manager, Federated Hermes Limited, asegura que él base su trabajo como gestor en tomar como base “la inversión fundamental, paciente y de alta convicción en empresas cuyas actividades contribuyen a un futuro mejor. Creemos que aplicar una perspectiva ASG a nuestro enfoque de inversión nos ayuda a identificar valores con un buen perfil de riesgo-recompensa, es decir, una empresa con un mayor potencial de crecimiento y un menor nivel de riesgo”.
Por su parte, desde Wellington Management, aseguran que su enfoque es estratégico en inversiones selectivas, identificando empresas líderes con sólida competitividad y excelente gobernanza corporativa. “Creo que la alta rentabilidad sobre el capital permite a estas empresas mejorar su sostenibilidad financiera y ambiental a largo plazo. Colaboro activamente con las empresas para fomentar una visión a largo plazo y objetivos de cero emisiones netas, alineados con el Acuerdo de París”, aseguran en la gestora.
Es decir que, con lo visto hasta el momento, los principales prismas pueden apreciarse. Hay gestoras que primero excluyen y después seleccionan, otras que apuestan por aquellas que están sumergidas en un proceso de transición y, finalmente, también las hay que a los criterios financieros se le suma una colaboración para trabajar hacia un futuro verde.
Si se pudiera resumir lo dicho hasta el momento sobre los criterios que más imperan entre las gestoras que están construyendo producto ESG, se podría hablar de exclusión y evaluación del universo restante. De hecho, eso es lo que hacen en la francesa La Financière de l’Echiquier.
Al contactar con Coline Pavot, Head of Responsable Investment Research, de La Financière de l’Echiquier (LFDE), confirma lo que es ya casi un mantra para la industria. “La selección de empresas que realizamos consiste en aplicar un filtro de exclusión con el fin de eliminar del universo de inversión aquellas con las externalidades negativas más importantes (carbón térmico, tabaco, violaciones de los derechos humanos…) y, en una segunda etapa, una puntuación ASG con el fin de seleccionar las que desarrollan las mejores prácticas en este ámbito, de acuerdo con una metodología que hemos desarrollado internamente.
Este doble enfoque nos permite seleccionar las empresas que gestionan adecuadamente los riesgos ASG propios de su actividad, pero que también pueden estar bien posicionadas para aprovechar las oportunidades que ofrece el desarrollo sostenible”.
No son los únicos, Inma Conde, responsable de ESG de Mediolanum International Funds (MIFL), también asegura que ellos trabajan con un sistema interno de calificación de compañías. “Invertimos en estrategias que ya tienen una huella de carbono más baja y/o en aquellas que están en proceso de transición. Creemos que es importante evaluar las iniciativas de reducción de carbono tanto desde una perspectiva absoluta como relativa.
De hecho, realizamos un monitoreo trimestral y seguimos la mejora de los PAIs relacionados con el clima para los fondos sostenibles”, asegura la experta. Para lograrlo, la gestora aboga por emplear una herramienta personalizada de MIFL, Fastnet, que les permite monitorear de manera más sencilla todos los criterios para seguir evaluando y midiendo la evolución de las empresas.
Uno de los principales problemas a la hora de desarrollar la inversión sostenible tiene que ver con la calidad de los datos. Y es que, hasta la fecha, son las gestoras las encargadas de medir estos criterios en las propias compañías, ya que estas no tienen que realizar reportes e informes sobre ello. Por eso, en muchas ocasiones la medición y el impacto puede ser un aspecto poco transparente, al menos cuando se trata de la renta variable.
Por este motivo, desde Europa se está desarrollando una nueva normativa en la que las empresas tendrán que reportar acerca de sus actividades para contar con una información más precisa, que también permitirá a las gestoras trabajar con mayor claridad.
“Las nuevas medidas regulatorias darán lugar a una mejor comparabilidad de los datos ESG. Esto permitirá a los inversores evaluar más exhaustivamente las empresas en las que invierten, lo que debería traducirse en mejores decisiones de inversión. Además, otra consideración importante es que se espera que la nueva regulación ayude a prevenir el greenwashing. Sin embargo, también se debe tener en cuenta que existe una mayor probabilidad de que las empresas no cumplan con los requisitos y necesiten mejorar y madurar en sus reportes”, asegura Inma Conde.
En el caso de los bonos verdes, uno de los productos más populares en cuanto a la inversión de impacto, también se están realizando cambios en la normativa europea. La adopción del nuevo estándar de bonos verdes de la UE proporciona un punto de referencia de mejores prácticas para la divulgación y la presentación de informes periódicos.
“Sin embargo, el umbral que exige que el 85 % de los ingresos se ajusten a la taxonomía de la UE es un listón muy alto para los emisores y corre el riesgo de que las normas sigan centrándose en Europa, lo que conduce a una mayor divergencia entre geografías, en lugar de ayudar a impulsar mejoras internacionales”, afirman desde la gestora BNY Mellon.
Además, también recuerdas desde la entidad que si estas regulaciones son demasiado onerosas, sigue existiendo el riesgo de que no se adopten las normas de forma generalizada, incluso dentro de Europa. Hasta que se apliquen marcos más formales, es vital que los inversores lleven a cabo la debida diligencia para evitar ser víctimas del lavado de impacto.
Una diferenciación importante a la hora de cómo invertir por parte de las gestoras se encuentran en dos de los productos calificados hasta ahora como fondos artículo 8 o fondos artículo 9. Los fondos clasificados como Artículo 8 de acuerdo con el Reglamento SFDR deben responder a consideraciones ambientales y/o sociales, mientras que los fondos clasificados como Artículo 9 deben presentar un objetivo de inversión sostenible. Así pues, el reglamento europeo introduce diferentes gradaciones y unos requisitos más fuertes y restrictivos para los fondos Artículo 9, que deben tener un 100 % de inversiones sostenibles.
“De acuerdo con la metodología que compartimos dentro del Grupo LBP AM, al que pertenece LFDE, estos fondos se distinguen por tener en cartera empresas que se caracterizan por un gobierno corporativo de calidad, que no tienen externalidades negativas importantes (DNSH) y que realizan una contribución social y/o ambiental positiva. Los fondos de LFDE clasificados como Artículo 9 son fondos de impacto o bien fondos de temática sostenible definida con precisión, como Echiquier Positive Impact Europe, una estrategia de impacto vinculada a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU”, explica Coline Pavot.
En el caso de los fondos artículo 9, que tienen que tener un objetivo de sostenibilidad concreto y medible, “nuestras estrategias clasificadas como Art 9 tienen por objetivo invertir en compañías que generan soluciones relacionadas con la transición verde (JSS Green Planet) o que generan soluciones relacionadas con los ODSs (JSS SDG Opportunities)”, explican desde el equipo de JSSAM.
Por tanto, las gestoras deben emplear procesos de análisis propios para evaluar tanto empresas, como bonos verdes u otro tipo de productos y, posteriormente, decidir si están aplicando esa filosofía desde el punto de vista del proceso de inversión o si es una inversión 100% sostenible con un impacto real y mediable. Esa es la principal diferencia entre una clase de fondos u otros.
Aunque en este punto, cabe mencionar que en la actualidad se está revisando la clasificación de los fondos y todo apunta a que en el futuro la normativa será más específica separando entre fondos de transición energética, fondos de impacto y otro tipo de consideraciones.