Por Luis García Ruiz, escritor, conferenciante, mentor de negocios y fundador de la Escuela de Aprendedores
Luis García Ruiz
| 30 sep 2024
La globalización, el avance tecnológico y la flexibilización laboral han transformado radicalmente la forma en que trabajamos. El antiguo paradigma del empleo fijo y seguro para toda la vida ha desaparecido, posicionando el autoempleo como la mejor respuesta ante una realidad en la que abundan las tareas, pero escasean los empleos formales.
Esta falta de oportunidades, las condiciones precarias y la presión fiscal han convertido el emprendimiento en una alternativa cada vez más viable. De hecho, para muchos, el autoempleo no es solo una opción atractiva, sino a veces la única salida frente a un mercado laboral desesperanzador.
Hace no mucho tiempo, era común que las personas desarrollaran toda su carrera profesional en la misma empresa, incluso en un mismo puesto. El empleo solía ser más industrial, menos cambiante. Sin embargo, hoy, el mundo laboral exige flexibilidad y autonomía, lo que ha propiciado el aumento de los nómadas digitales y un creciente deseo de ser nuestros propios jefes. Es en este escenario cuando surge una pregunta que se repite: ¿por qué no emprender?
Si tienes un buen empleo y decides dejarlo para emprender, el coste puede ser alto. Pero cuando la alternativa es la inactividad o la incertidumbre, iniciar un nuevo proyecto puede parecer una opción mucho más acertada. No obstante, en numerosos casos, aquellos que se aventuran a iniciar un negocio propio no lo ven como una elección libre, sino como una necesidad impuesta, una salida desesperada para sobrevivir en un entorno económico incierto.
Cada día, nuevos emprendedores se arriesgan a cambiar su destino, apostando por una idea o proyecto propio, a pesar de los desafíos. Lamentablemente, no todos logran mantener el ritmo, la constancia y la paciencia necesarios para ver los frutos de su esfuerzo.
El emprendimiento por obligación es una de las principales causas de fracaso. La falta de recursos y/o de preparación, la urgencia por generar ingresos y un escaso espíritu empresarial suelen ser los responsables del naufragio. En contraposición, emprender por pasión ofrece una dirección diferente, ya que aquellos que actúan movidos por un verdadero interés y entusiasmo tienen una mayor probabilidad de superar obstáculos y perseverar en el tiempo.
Un trabajo como asalariado permite cumplir con un horario definido y desconectar después. Emprender, en cambio, exige ciertos sacrificios que afectan a nuestro tiempo, nuestras relaciones y, en ocasiones, a nuestra estabilidad. Así pues, emprender demanda una pasión genuina, un compromiso inquebrantable y una perseverancia sin límites. No es algo que se pueda hacer a tiempo parcial, pues requiere dedicación completa y una inversión personal significativa.
Emprender es, por tanto, un cambio radical que brinda la oportunidad de hacer realidad nuestros sueños y de llevar a la práctica todo aquello que dormitaba en el plano de la imaginación. Pero, para que tenga sentido, el emprendimiento debe estar orientado a obtener logros a largo plazo. Además, desde mi experiencia, hay tres aspectos clave que pueden aumentar la probabilidad de tener éxito.
En primer lugar, hay que tener un propósito y creer que lo que estás haciendo va a mejorar y aportar algo a la sociedad. Si el único impulso es el dinero, es difícil encontrar la motivación necesaria en los días difíciles.
Cada emprendedor tiene su propio porqué, pero, si no das con él, intenta descubrir tu pasión, ya que esta te guiará directamente a tu propósito. En lugar de enfocarte en convertir un hobby en tu profesión, sé creativo y piensa en cómo tus habilidades e intereses pueden transformarse en un negocio.
La pasión es el fuego que nos permite superar los obstáculos, levantarnos después de cada caída y perseverar con determinación sin escatimar esfuerzos. Los emprendedores apasionados son el mayor ejemplo de lo que se puede lograr cuando se persigue un sueño con el corazón, inspirando a otros a hacer lo mismo. Sin embargo, incluso la mejor idea de negocio puede fracasar si decides emprender y dedicar tu vida a algo que no te apasiona, pues es fácil rendirse cuando, día tras día, te enfrentas a algo que no te gusta.
El camino del emprendedor se asemeja a una montaña rusa, en la que hay constantes subidas y bajadas, dificultades económicas, tecnológicas y emocionales. Es un maratón de aprendizaje en el que se deben explorar, experimentar y descubrir nuevas formas de actuar en las que posiblemente nunca habías pensado.
Por todo ello, emprender debe ser visto como una oportunidad, y no como una obligación. Y lo cierto es que existe una gran diferencia entre quienes lo hacen impulsados por la necesidad y quienes lo hacen con auténtica pasión. Aprender a disfrutar del camino y de nuestras responsabilidades es posible, aunque desde pequeños nos enseñaran a actuar por obligación. Encontrar motivación y entusiasmo, incluso en lo que parece impuesto, puede transformar tu experiencia y tu éxito.