La presidenta de Brasil anuncia ajustes y provoca una ola de protestas

Vientos como los que soplan en Venezuela y Argentina no pasan de brisas en este enorme país, donde, no obstante, sectores opositores al Gobierno vienen organizando protestas callejeras que, al grito de "Fuera Dilma", buscan recrear la masividad de las marchas de 2013 para forzar la destitución de Dilma Rousseff.

En esa línea se inscribe lo ocurrido el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, cuando la mandataria pronunció su primer discurso nacional tras ser electa para un segundo turno en el comando del país hasta 2018.

Rousseff, sobreviviente de terrorismo de Estado y primera mujer en llegar a ese cargo, apareció en la televisión con un mensaje de 15 minutos para conmemorar la efeméride femenina (anunciando una esperada ley) y apelar a la "paciencia y comprensión" de sus compatriotas para un ajuste económico ya en marcha.

Soltura y ajuste

Después de un ciclo de tasas asiáticas de expansión, Brasil perdió en 2012 el impulso de su crecimiento y, aún habiendo sorteado con cierta soltura la crisis global de 2008, terminó 2014 con un estancamiento al borde de la retracción.

Las medidas para salir de la inercia a las que aludió Rousseff en su alocución, grabada dos días antes, incluyen ajuste fiscal, recorte del gasto público, reducción del tipo básico de interés, control de la inflación y modificaciones al sistema de remuneración laboral y de pensiones.

Fueron elaboradas por su nuevo ministro de Economía, Joaquim Levy, un profesional prestigiado por el mercado, que apunta a lograr una primera reacción de las placas tectónicas de la economía brasileña ya en el final del segundo semestre 2015.

"Somos la séptima economía del mundo, tenemos 371.000 millones de dólares de reservas, 36 millones de personas salieron de la miseria y 44 millones entraron a la clase media. Casi diez millones de brasileñas y brasileños son hoy micro y pequeños emprendedores", enumeró Rousseff, cifrando en ese potencial productivo sus esperanzas de una pronta recuperación.

"No es la primera vez que Brasil pasa por algo así", agregó, recordando que después de las medidas correctivas de 2003, inicio del primer mandato del Partido de los Trabajadores (PT), "todo se normalizó y Brasil creció como pocas veces en la historia".

El milagro y las sombras

El problema es que "el milagro brasileño" de aquellos años, tan celebrado por medios internacionales, hoy ya no opera. Y así como la autoestima local tocó el cielo con las manos al ver las portadas que el mundo le dedicaba durante los años dorados, así de bipolar se expresa hoy la opinión del ciudadano medio al ver que los nubarrones aparecen en primer plano.

Con el Cristo Redentor despegando tan gloriosamente en 2009 para aparecer después en un vuelo sin rumbo cuatro años después, The Economist es un buen ejemplo del efecto que las alegorías provocan en diversos estamentos de la sociedad brasileña, aún entre quienes no leen la publicación.

De allí el desconcierto que se instaló en los ánimos nacionales en 2013, cuando Rousseff ya arrastraba dos años de enfriamiento económico, tras la histórica expansión del 7,5% del PIB en 2010, lograda en un mandato de su predecesor y mentor, Lula da Silva.

El sentimiento pasó después a una suerte de frustración cuando comenzaron a trascender las irregularidades cometidas en la gestión del mayor tesoro del país, la estatal Petrobrás, durante los sucesivos turnos del PT, el mismo al que se había afiliado en 2001.

Tras constatar que los pésimos resultados recientes de la petrolera (se desvalorizó 50% en el último año) respondían a una trama de corrupción galopante, la fatalidad de "la pizza" (eufemismo local para impunidad) se convirtió en una incipiente indignación.

Aunque una reducida parte de brasileños es titular de acciones en esa empresa, los ciudadanos comunes tomaron las noticias más bien como un golpe al mayor orgullo simbólico del país, después del fútbol.

Sumando a ello la defección ética que tuvo el PT en un renombrado caso de sobornos, el caldo de la indignación ya estaba casi listo. 

Corrección de rumbo 

De perfil eminentemente pragmático, pero sin el carisma del líder de los trabajadores, Rousseff estuvo a punto de perder la elección presidencial de 2014.

La incoherencia de la oposición, sumada a la abstención de alrededor del 25% del electorado, le permitió continuar en el puesto por una muy pequeña diferencia de votos.

Atenta a los desafíos del oscilante ciclo internacional que también afecta a Brasil, aunque no sea esta la única causa de sus penurias, la mandataria designó a un economista de línea dura para comandar la nave durante las turbulencias que ya había previsto en 2014 para un segundo eventual turno.

Con buen curriculum en los ámbitos de la administración y la ejecución de recursos, su ministro de Hacienda le propondría un plan para garantizarle el apoyo de los grandes agentes macroeconómicos.

Cubierto ese frente, anunciar, en pleno Día de la Mujer, una ley que condena el feminicidio (asesinato de mujeres por violencia doméstica o de discriminación de género) como crimen de lesa humanidad sería un perfecto cierre para la jornada.

Cervezas, autos, fútbol y cacerolas

Miles de mujeres ya habían salido por la tarde a las calles de diversas ciudades en una manifestación afirmativa de derechos civiles, lo que no es poco cuando la violencia sexual es aplaudida en programas televisivos de este país, donde el comercio de bebidas y de automóviles es promovido mediante grotescas piezas de propaganda con la anuencia, inclusive, de muchas mujeres.

Clamando por demandas como igualdad salarial, derecho a decidir sobre el propio cuerpo, condena a la segregación racial y penas más severas para los ataques de género, las marchas cívicas celebraron, no obstante, tener a una mujer en el máximo cargo de la Nación.

Esta cacerolada, aún siendo de menor dimensión que las manifestaciones callejeras que suelen verse en Brasil tras un partido de fútbol, señala un fenómeno nuevo aquí, que ya dio señales de vida en la ceremonia inaugural del Mundial de Fútbol, con insultos a la presidenta.

Otra novedad es la organización de una marcha a favor del Gobierno, como la prevista para el 13 de marzo (número de identificación del PT en las elecciones). Pero aún nada comparable a una Venezuela o una Argentina.

De todos modos, aunque está lejos de ser un movimiento multitudinario, como pretenden los partidarios del derrocamiento, algunos de los cuales llegan a clamar por un regreso de los militares al poder, la incidencia de estos emergentes "indignados" no es menor.

El contenido de los insultos (ampliamente difundidos en videos de YouTube para quien quiera traducir los términos al español) deja pocas dudas acerca de su inspiración en un país donde la máxima competencia futbolística mundial la ganó el equipo de otra nación conducida, coincidentemente, por una mujer.

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