“Argentina no es un país desarrollado con pequeños vaivenes, sino que sufre giros de 180 grados”. Así describió los movimientos de esa economía sudamericana el consultor independiente José Luis Espert en una entrevista a Télam (agencia oficial de noticias). Datos macroeconómicos muestran lo preciso de su descripción. Tras recibir en 2015 el déficit fiscal más alto desde 1982 (7,2%), el actual Gobierno (en la vereda de enfrente del anterior) reportó en 2016 un 4,8% del PBI y se propone ahora llevarlo a 4,2% en 2017.
Ese resultado sella la salida del ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, quien ha tenido en el primer año de la presidencia de Mauricio Macri la misión de llevar adelante “una etapa de reordenamiento” tras 12 años de estatismo duro. Al entregar el mando a sus sucesores (la cartera ahora se dividió en Finanzas y Hacienda), Prat-Gay destacó que en su gestión logró tres marcas: liberación del cambio, acuerdo con los fondos buitre y blanqueo de capitales. Son hitos, dijo, que permitirán una reactivación “a partir de marzo”.
Dinero en caja
La reducción del ratio déficit-PBI fue facilitada por el ingreso extraordinario de unos 5.500 millones de dólares como resultado de la amnistía llamada “Exteriorización de Capitales”, una serie de estímulos a la repatriación de capitales ideada por Hacienda. Otra señal positiva fue la reversión del déficit de la balanza comercial a pesar de la crisis que vive Brasil (su principal socio) y la caída de las materias primas. Las estadísticas oficiales de fin de año muestran un superávit de 2.048 millones de dólares, con un intercambio de más de 103.000 millones.
El arreglo con los fondos buitre y la salida del default, por otra parte, le permitieron a Argentina volver a los mercados de crédito y colocar bonos soberanos por 42.000 millones en 2016, completando así un cuadro que proyecta solvencia para el segundo año de Macri en la presidencia, período que estará signado por una agenda electoral.
Señales de alerta
La situación, no obstante, aún no está consolidada y analistas advierten sobre eventuales riesgos. “Un aumento del endeudamiento junto con una reducción del déficit fiscal más lenta que lo esperado y un incremento en el costo del endeudamiento pone en foco el tema de la sostenibilidad de la deuda”, señalan María Celeste González y Adriana Haring, del BBVA Research. Las elecciones de 2017 (legislativas, en octubre) le agregan al equipo económico de Macri más presión por resultados, aunque la división del ministerio de Economía en dos carteras sería un resguardo del propio presidente para evitar la insatisfacción social frente a cambios que no serán tan acelerados como la sociedad ansía.
Todo indica que Macri continuará con su política gradual, pues un ajuste más drástico provocaría un aumento del malestar social, disgusto que en la Argentina de los “180 grados” redundaría muy probablemente en una derrota en las urnas, exactamente donde el Gobierno necesita ahora de más crédito para su estabilización.