El euro y el dólar tienen muchas posibilidades de nivelarse a lo largo del año. El tipo de cambio actual es de los más cercanos a la paridad de la última década (1,06 dólares), en línea con la tendencia a la baja de la moneda común en los últimos dos años. Por el contrario, la […]
Dirigentes Digital
| 21 feb 2017
El euro y el dólar tienen muchas posibilidades de nivelarse a lo largo del año. El tipo de cambio actual es de los más cercanos a la paridad de la última década (1,06 dólares), en línea con la tendencia a la baja de la moneda común en los últimos dos años. Por el contrario, la situación de la divisa estadounidense continúa al alza, con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y tres subidas de tipos apuntadas por la Reserva Federal (FED) en el calendario. Al debate se suman también las declaraciones de la canciller alemana Angela Merkel la semana pasada, cuando reconoció que existe un “problema” con el valor del euro. La depreciación de la moneda única viene motivada por unas políticas del Banco Central Europeo (BCE) adaptadas a las economías más débiles de la eurozona y alejadas de los motores de crecimiento (Alemania y Francia), según ha señalado la mandataria. Desde la primera subida de tipos llevada a cabo por la FED en diciembre de 2015 (+0,25%), el diferencial euro/dólar ha descendido un 1,85%. El valor más cercano a la paridad se alcanzó en diciembre de 2016, cuando la moneda única se situó a 1,036 dólares. La evolución hacia la paridad de ambas divisas viene explicada por dos situaciones macroeconómicas antagónicas y por la incertidumbre política de los últimos años. La zona euro, y la Unión Europea en su conjunto, se encuentra inmersa en una crisis de identidad tras la salida de Reino Unido del mercado comunitario y frente al auge de los nacionalismos (antieuropeístas) en países como Francia, Holanda o Alemania, donde se celebrarán elecciones a lo largo del año. Además, la ralentización del crecimiento a pesar de las medidas de estímulo llevadas a cabo por el BCE y los desequilibrios entre países actúan como lastres para el valor del euro. Al otro lado del Atlántico, la llegada de Donald Trump a la presidencia ha impulsado las perspectivas de crecimiento de la economía hasta niveles previos a la crisis. Las políticas proteccionistas, con el objetivo de generar actividad y empleo nacional, los incentivos fiscales para la repatriación de empresas y el incremento del gasto público apuntan hacia una próxima apreciación del dólar, que algunos analistas sitúan en el primer semestre de 2017. Las subidas de tipos planeadas por la FED incrementarán además los rendimientos de las inversiones en esta divisa, lo que será un gran incentivo para los capitales exteriores. El pasado mes de enero, el asesor comercial de Trump, Perter Navarro, acusaba al Gobierno Alemán de manipular el euro e “infravalorarlo” para su propio beneficio. ¿Qué ocurrirá si se alcanza la paridad? En el corto plazo el resultado puede ser beneficioso para la zona euro, ya que un dólar fuerte favorece a las exportaciones comunitarias, sobre todo a las grandes economías con mayor cuota de mercado exterior y a las economías especializadas en servicios como España con el turismo. Sin embargo, tras la recuperación del precio del petróleo (56 dólares/barril Brent), la factura energética podría convertirse en un quebradero de cabeza, teniendo en cuenta que la UE importa la mayor parte de su petróleo en dólares (en España la dependencia energética roza el 80%). Por otro lado, la escasa dependencia de EEUU sobre el comercio exterior europeo (China, Canadá y México son sus principales socios en términos de importaciones y exportaciones) agudiza más esta grieta. A medio plazo los efectos podrían ser más negativos sobre la inversión, ya que la caída en el valor del euro no se va a ver compensada con una subida de tipos. La depreciación de los activos denominados en la moneda única y la escasa rentabilidad ofrecida como contrapartida pueden ser incentivos para derivar los capitales al mercado estadounidense. Además, aquellos estados miembros con una balanza comercial negativa y con poca presencia de sus exportaciones en mercados ajenos al euro tendrían mayor sensibilidad al cambio de tendencia en las divisas. En sentido contrario, aquellas cotizadas europeas con gran parte de sus ganancias denominadas en dólares podrían registrar un alza en el valor de sus activos. Es el caso del Griffols en España, con casi un 65% de su beneficio generado en EEUU, del Banco Santander (17%), de Ferrovial (14,3%) o de Gamesa (13,4%). La paridad euro-dólar se alcanzó por primera vez con el inicio del milenio, cuando la moneda única tocó el mínimo histórico de los 0,8252 dólares, a partir de ahí fue evolucionando hasta superar la barrera del dólar en 2002 y situarse a los niveles promedio de los últimos años (1,2-1,3 dólares). El diferencial máximo entre ambas divisas se alcanzó justo antes del colapso de la economía estadounidense con la quiebra de Lehman Brothers, cuando en julio de 2008 el euro se situó en los 1,59 dólares. A partir de ahí el euro se ha ido depreciando con la crisis, sobre todo durante los dos últimos ejercicios en los que la recuperación en el mercado estadounidense se ha hecho patente, con cifras cercanas a los 1,049 o a los 1,06 dólares de 2015.