‘Frienemies’ es un vocablo inventado por Fareed Zakaria, analista de la CNN, para definir la compleja relación entre las dos primeras potencias del mundo: Estados Unidos y China. ‘Friends and enemies’, ‘amigos y rivales’, explica por una parte los intereses contrapuestos de ambos. Pero también refleja una necesidad de cooperar, dado que la relación sino-estadounidense […]
Dirigentes Digital
| 08 mar 2018
‘Frienemies’ es un vocablo inventado por Fareed Zakaria, analista de la CNN, para definir la compleja relación entre las dos primeras potencias del mundo: Estados Unidos y China. ‘Friends and enemies’, ‘amigos y rivales’, explica por una parte los intereses contrapuestos de ambos. Pero también refleja una necesidad de cooperar, dado que la relación sino-estadounidense de interdependencia mutua es, en estos momentos, extremadamente compleja. Donald Trump ha vuelto a descolgarse con nuevos aranceles sobre los bienes derivados del aluminio o el acero, un 10-25%, efectivos desde esta semana. Antes, había amenazado a China con destruir un tercio de su empleo manufacturero, imponiendo un superarancel del 45% sobre todos sus productos en Estados Unidos. Sin embargo, nadie espera roces significativos, sobre todo cuando las nuevas tarifas apenas afectan al 3% del déficit norteamericano con China. Ahora bien, pese a la innegable interpendencia entre ambos países, existen numerosos problemas que no pueden ni deben ser ignorados. Por ejemplo, China sigue siendo el primer exportador hacia Estados Unidos superando, incluso, a toda la Unión Europea o UE-28. Una de cada cuatro manufacturas adquirida por el estadounidense medio procedente del resto del mundo tiene el sello ‘Made in China’. Sin embargo, las importaciones chinas desde Estados Unidos son solamente la sexta parte del volumen total exportado desde China. El déficit comercial estadounidense con China ronda los 400 mil millones de dólares. El déficit con Japón, su segundo socio comercial, es casi diez veces inferior, situándose en torno a los 50 mil millones de dólares. Por tanto, el desequilibrio comercial de Estados Unidos con China es un problema crónico, que demanda soluciones a medio-largo plazo. “Estados Unidos contabiliza como déficit las exportaciones realizadas por Apple, con fábricas en China, donde se ensambla el 80% de los teléfonos i-Phone a nivel mundial”, señala Wang Yong, Director del Instituto de Política Económica de la Universidad de Pekín, a DIRIGENTES. ‘Esto también debe ser puesto en contexto’, añade el mismo analista. Con este ejemplo, algunos expertos insinúan que las multinacionales americanas son realmente las primeras beneficiarias del valor de sus exportaciones hacia Estados Unidos, dado que maximizan ganancias pagando poco dinero a los trabajadores chinos. De manera oficial nadie desea poner el foco sobre este asunto, por otra parte, espinoso. Pekín achaca el déficit a un modelo de consumo insostenible en Estados Unidos. Y Donald Trump, de cara al electorado, se limita a pedir lo imposible en una economía globalizada: que empresas como Apple incrementen notablemente sus costes con el único objetivo de crear más empleo en Estados Unidos. Aclarado todo lo anterior, Trump sí tiene toda la razón en una cosa: China manipula el Yuan para favorecer sus exportaciones hacia Estados Unidos. China tiene un tipo de cambio fijo e intervenido. Cuando el gigante asiático registra un superávit comercial con Estados Unidos, lo normal durante las últimas tres décadas, en los mercados monetarios chinos se demanda más divisa local que dólares. Los exportadores chinos necesitan cambiar los dólares obtenidos de sus ventas a Estados Unidos para poder consumir en China. Y el Yuan, siguiendo esta misma dinámica, debería apreciarse frente al Dólar. Sin embargo, la tendencia del Yuan, a lo largo de los últimos lustros, ha sido la de frenar artificialmente su apreciación con respecto al Dólar. Esto último solamente resulta posible mediante la intervención deliberada del Banco Central de China. La máxima autoridad monetaria china, dependiente directamente del Partido Comunista, compra dólares en los mercados tras cada superávit con Estados Unidos, con el objetivo de depreciar el Yuan, lo cual acaba incrementando exponencialmente sus reservas internacionales. Unas reservas que, a posteriori, se invierten fundamentalmente en comprar deuda estadounidense. China es, junto con Japón, el primer acreedor de los bonos del tesoro americanos. Los desequilibrios comerciales entre ambos países, por tanto, hacen que China pueda llegar a influir sobre la influencia futura del Dólar como moneda global, en caso de que decidiera vender masivamente los bonos contabilizados en sus reservas. Un escenario no descartable a largo plazo, sin duda, dado que el Yuan aspira a ser una divisa internacional plenamente convertible, y competidora del Dólar, a partir de 2021.