Las gestoras llevan mucho tiempo advirtiéndolo: las rentabilidades futuras no volverán a ser de dos dígitos ni en renta fija ni en renta variable. Sin embargo, los inversores aún esperan conseguir esos rendimientos. Los expertos tienen claro que aquí resulta clave el papel de los gestores para educarles y hacerles entender que eso será imposible, […]
Dirigentes Digital
| 22 jun 2016
Las gestoras llevan mucho tiempo advirtiéndolo: las rentabilidades futuras no volverán a ser de dos dígitos ni en renta fija ni en renta variable. Sin embargo, los inversores aún esperan conseguir esos rendimientos. Los expertos tienen claro que aquí resulta clave el papel de los gestores para educarles y hacerles entender que eso será imposible, obligando a los inversores a rebajar sus expectativas de ganancias.
"Los activos monetarios arrojan rentabilidades negativas en gran parte de Occidente. Los mercados de renta variable del mundo desarrollado presentan valoraciones razonables sólo por el hecho de que muchos mercados de bonos están más caros que nunca. Y, al mismo tiempo, el agitado entorno macroeconómico pone de manifiesto que no tiene sentido asumir demasiado riesgo en las carteras, ni en el componente de renta variable ni en el de renta fija". Así de contundente se manifiesta Hartwig Kos, Vice-Chief Investment Officer Co-Head of Multi-Asset de SYZ ante el difícil escenario para llevar a cabo una asignación eficiente cuando todo está caro y las incertidumbres macro son constantes.
El último Estudio Global de Inversión elaborado por Schroders evidencia cómo estas perspectivas de rentas que barajan los inversores españoles son desmesurados, en línea con los datos europeos. A nivel europeo, la media de rentas que desean percibir los inversores asciende al 7,9% y a los españoles, de media, les gustaría percibir unas rentas del 8,5%. "Dados los tipos de interés en mínimos históricos vigentes en muchos países, es probable que numerosos inversores europeos, especialmente los españoles, se lleven una decepción", indican desde la entidad.
Las previsiones son poco halagüeñas. En una reciente entrevista con Morningstar, el fundador de Vanguard, John Bogle, explicaba el proceso que lleva a cabo para calcular la rentabilidad estimada en los fondos de renta fija y renta variable más a largo plazo. Basándose en diversas fórmulas, llega a la conclusión de que el rendimiento actual de un fondo de bonos tiene una probabilidad del 91% de ser la rentabilidad para los próximos 10 años.
En renta variable, y bajo una estimación de crecimiento de beneficios del 5%, calcula un retorno de la inversión del 7%. Y con el ratio P/E (precio-beneficio) en una media de 15, calcula una rentabilidad del 4% o el 5% para el total de las acciones. "Combinado con un rendimiento del 3% para los bonos, estamos hablando tal vez de una rentabilidad del 4% para una cartera equilibrada", indica el experto.
En opinión de los expertos de Pioneer, la atención debe centrarse ahora más que nunca en los fundamentales, "más en el rendimiento relativo y menos en el absoluto, y más en la rentabilidad ajustada al riesgo y menos en las rentabilidades totales". Fiona English, especialista de producto de renta variable europea de la firma, explica en un reciente informe que las oportunidades irán disminuyendo a medida que el ciclo avance, con lo que la necesidad de ser selectivo resultará más importante. "Dada la caída de las expectativas generales de rentabilidad, creemos que los inversores avezados deben considerar inversiones diseñadas para generar alfa adicional", explica.
Desde BlackRock también lo tienen claro: "la generación de una mayor rentabilidad en el largo plazo implica la aceptación de una mayor volatilidad o riesgo de iliquidez", explica Richard Turnill, estratega jefe de inversiones globales de la firma. Y es que son muchos los riesgos que en los últimos meses han atemorizado a los inversores.
"A muchos clientes les gustaría que su cartera tuviera un posicionamiento más defensivo", reconoce David Lafferty, estratega jefe de mercado de Natixis Global AM. Sin embargo, el experto deja claro que esto significaría orientar la asignación hacia activos de renta fija de alta calidad o monetarios. "Este cambio de rumbo tiene un coste muy alto: los bajos rendimientos y el importante riesgo de tipos de interés de los bonos, que se suman a la leve pero constante pérdida de poder adquisitivo de unas inversiones que rentan menos que la inflación en la mayor parte de los países", advierte.