Hacía cinco años que el mercado no mostraba signos de nerviosismo como estos, desorientado entre el desplome del petróleo, una temporada de resultados más que modesta, unos indicadores económicos por debajo de las previsiones y el miedo a un contagio del sector de la deuda de alto rendimiento. Aparte de la desaceleración de la economía […]
Dirigentes Digital
| 24 feb 2016
Hacía cinco años que el mercado no mostraba signos de nerviosismo como estos, desorientado entre el desplome del petróleo, una temporada de resultados más que modesta, unos indicadores económicos por debajo de las previsiones y el miedo a un contagio del sector de la deuda de alto rendimiento.
Aparte de la desaceleración de la economía china, que en nuestra opinión va a continuar sin llegar a convertirse en un riesgo sistémico, los interrogantes se centran en el riesgo de recesión de Estados Unidos. Aunque todavía estamos muy lejos de que esto ocurra, los indicadores de los responsables de compras (PMI) muestran una clara ralentización de la actividad y los servicios con respecto a sus niveles máximos.
Pero la verdadera duda es la sostenibilidad de los beneficios de las empresas estadounidenses, mientras que la economía alcanza el pleno empleo y los salarios por hora han crecido más de un 2,5% en los doce últimos meses. Las empresas estadounidenses no disponen de medios para proteger sus márgenes, ya que no cuentan con ninguna capacidad de fijación de precios en este contexto, en el que los países emergentes, y hasta cierto punto Europa, exportan deflación.
Esta escasa generación de flujo de tesorería no permite acelerar la inversión, pues las empresas prefieren beneficiarse de los tipos bajos para comprar sus acciones o elevar sus dividendos. Pese a que ha servido para respaldar las acciones estadounidenses, esta estrategia ya está dejando de ser eficaz.
Puede que estemos entrando en un ciclo de "deflación de los beneficios", con la consiguiente revisión a la baja de las expectativas de crecimiento en Estados Unidos. Los consumidores estadounidenses vuelven a tener mayor poder adquisitivo, no solo gracias a la bajada de los precios del petróleo y los tipos de interés, sino también al incremento de los salarios reales (la inflación baja). Una vez más, el consumo podría evitar un aterrizaje forzoso. ¡No será necesario ahorrar tanto!
Además, debemos tener en cuenta un último factor: la Fed. Tras haber subido los tipos en diciembre, la Fed se encuentra en una situación difícil. Si endurece más las condiciones monetarias, corre el riesgo de que los mercados se precipiten en una espiral bajista que destruya el valor. Si da marcha atrás, detiene la subida de los tipos y adopta un discurso flexible, podrá presumir de haber subido los tipos en el peor momento.
En este contexto, los mercados europeos se ven afectados, por contagio, por las dudas acerca del crecimiento en Estados Unidos y China, así como por las repercusiones de las distintas caídas. Por el momento, preferimos ser prudentes y esperamos el anuncio de buenas noticias en Estados Unidos antes reposicionarnos en la renta variable europea.
En efecto, hay que tomarse el tiempo necesario y apostar por las zonas e instrumentos que ofrecen las perspectivas de crecimiento más sólidas. En ese sentido, la Zona Euro ha iniciado de verdad su recuperación y su renta variable ofrece valoraciones atractivas.
Recomendamos una cierta flexibilidad con estrategias que combinan renta variable y activos líquidos. En nuestra opinión, el posicionamiento en renta fija sigue pareciendo ofrecer un perfil de riesgo-remuneración poco favorable.
En cambio, la volatilidad es sinónimo de oportunidades. Por tanto, cabe ser pacientes en estos momentos para encontrar dentro de unas semanas, mediante indicadores quizá más positivos, niveles de entrada en la renta variable que permitan un reposicionamiento más significativo.
Nicolas Chaput, CEO y Co-CIO de Oddo Meriten Asset Management.