Noviembre de 2008. La Reserva Federal estadounidense, entonces dirigida por Ben Bernanke, iniciaba el mayor experimento de política monetaria jamás visto para poner freno a una crisis también sin precedentes. Desde que el organismo encendió la máquina de imprimir dinero, unos 4 billones de dólares han sido inyectados a la economía del país, mediante tres […]
Dirigentes Digital
| 23 ene 2015
Noviembre de 2008. La Reserva Federal estadounidense, entonces dirigida por Ben Bernanke, iniciaba el mayor experimento de política monetaria jamás visto para poner freno a una crisis también sin precedentes. Desde que el organismo encendió la máquina de imprimir dinero, unos 4 billones de dólares han sido inyectados a la economía del país, mediante tres programas de compra de deuda pública y privada conocidos como QE1, QE2 y QE3.
Tras poner fin a este enorme plan de estímulo el pasado mes de octubre, ahora es el Banco Central Europeo quien toma el relevo con su primer programa de quantitative easing (QE), por el que comprará deuda por valor de 60.000 millones de euros al mes hasta septiembre de 2016.
Aunque hay notables diferencias en su implementación (la más evidente, que en el caso europeo serán los bancos centrales nacionales quienes asuman la mayor parte del riesgo), ambos programas de estímulo cumplen el mismo fin: combatir la debilidad económica en un contexto de bajos tipos de interés.
El trabajo de Bernanke y Yellen
Aunque han tenido que pasar seis años para que los consumidores noten en cierta medida sus efectos, el QE de EEUU ha tenido positivas consecuencias. En el momento de su lanzamiento a finales de 2008, el país destruía 290.000 empleos al mes. Ahora, crea más de 250.000 (datos del mes de diciembre). Su economía ha pasado de contraerse a crecer un 5% en el tercer trimestre de 2014. Por no hablar de la evolución de sus mercados financieros. Wall Street se volvió adicto al dinero fácil y, a cada atisbo de caída, recurría a la máquina de la Fed para volver a superar un nuevo máximo histórico. Más de seis años consecutivos de ciclo alcista que pueden extenderse aún más.
La situación en Europa es diferente. Especialmente en lo que a mercados se refiere. Paras Anand, responsable de Renta Variable Europea de Fidelity, y otros analistas, dudan del efecto que pueda tener en los mercados y en la economía real el plan del BCE: "ha sido tan debatido y anticipado que tiene ya poco potencial, tanto en los mercados como en la economía real, pues posiblemente las intenciones latentes del BCE de estimular el crecimiento mediante la compra de deuda tuvieron más impacto en sí mismas que el que logrará la materialización efectiva de dicha compra".
Lo mismo opinan desde Andbank, donde su economista jefe, Álex Fusté, acude a la comparación del BCE con el Banco Central de Japón, que realmente vive una situación más similar a la del Viejo Continente en su lucha por combatir la deflación. "De las medidas de estímulo en Japón, solo se han beneficiado las grandes empresas exportadoras, siendo las medianas y las pequeñas las que representan el tejido económico real, como en España. Hay que recordar que el país acaba de reducir a la mitad sus estimaciones de PIB", advierten. Y no hay que olvidar que los salarios en EEUU también siguen estancados, con una clase media que aún no nota la reactivación del crédito necesaria en su día a día.
Un cambio radical
Lo que los expertos tienen claro es que la política monetaria puesta en marcha hasta ahora parece agotada. "El crecimiento en Europa no ha repuntado de forma significativa a pesar de que el tipo de interés de referencia está en el mínimo histórico de 0,05%. Asimismo, la financiación a largo plazo solicitada por las entidades financieras en los TLTROs ascendió a 252.000 millones de euros (52% del máximo), por lo que el repunte de la demanda de crédito será moderado en 2015", explican desde el Departamento de Análisis de Bankinter.
Fusté sostiene además que "no es cierto que EEUU vaya mejor que Europa gracias al QE". El experto explicaba en la presentación de sus previsiones para 2015 que a ambos lados del Atlántico, el mercado ha asistido a una crisis de las peores consecuencias, "con burbujas en activos improductivos como el inmobiliario y, por si fuera poco, financiadas por la banca". A su juicio, "eso nos deja en un escenario donde el capital perdido es imposible de recuperar, mientras que la participación de la banca en la configuración de la burbuja hace que hoy los multiplicadores y la velocidad del dinero estén deprimidos". La diferencia entre EEUU y Europa es, por tanto, que tanto la intensidad de la burbuja como la participación de la banca fueron mucho mayores en Europa, donde el balance agregado de la banca alcanzó el 334% del PIB frente al 100% en EEUU. "Eso, y no el QE, es lo que explicaría que en EEUU vayan mejor ahora", asegura Fusté.
Lejos de los positivos datos del paro y el crecimiento económico, la Fed estadounidense debe lidiar ahora con otra cifra no menos preocupante: Antes de comenzar sus programas de expansión cuantitativa, el organismo tenía 550.000 millones de euros de deuda pública. Con los programas QE, ese balance se ha disparado, y está repleto de deuda hipotecaria. Unos activos de los que tendrá que deshacerse sin saber qué consecuencias tendrá eso para el mercado.
Un mercado, por cierto, altamente criticado por su enorme dependencia a los estímulos que ahora toman el relevo en Europa. Solo el tiempo dirá si las decisiones de Bernanke, Yellen y Mario Draghi servirán para poner fin a la crisis o se quedarán en un experimento de inimaginables consecuencias.