¿Hay ética en el uso de la Inteligencia?

Para evitar suspicacias diré desde el principio rotundamente que Sí. Afortunadamente, algunos paradigmas de comportamiento empresarial parece que van cambiando, lentamente en algunos casos, pero cambian.

Hace algún tiempo me encontré con un ya no tan joven empresario que presumía abiertamente de haber sido formado siguiendo la máxima siguiente: "si tienes éxito profesional y empresarial no importa cómo te comportes éticamente, ya que todo se te perdona". Y no hablaba de la libre competencia o de la lucha por un cliente/mercado con buen hacer o conocimiento. Ciertamente es un empresario de éxito que asciende, no sabemos si por sus capacidades, por el esfuerzo de sus empleados o por sus contactos.

La Inteligencia como herramienta para la toma de decisiones, que obtiene y depura información de una forma bastante eficiente sería un peligro en manos de gente con ese pensamiento.

El analista de inteligencia, por su perfil de competencias y su formación, debe tener claro los límites deontológicos de sus acciones y de la información que obtiene o procesa. Debe conocer qué hacer ante la información que no es necesario que se sepa o no es relevante para la toma de decisiones en un momento. No puede dar todo lo que sabe, y debe saber que la información "limite" es muy tentadora para quien necesita competitividad. En esto hay que ser tajante: una persona puede formarse como analista y conocer sus técnicas de análisis, eso es mercado libre y no hay nada que objetar, pero el comportamiento dentro del análisis de inteligencia y la gente que lo son de verdad tiene como máxima la discreción, la prudencia y la mesura en el manejo de la información. El código deontológico de un analista de inteligencia debe ser trasversal en todas sus acciones; al igual que lo es o lo debería ser en un auditor o en las reglas de la competencia profesional de un abogado, por ejemplo.

Imagínense una unidad de inteligencia trabajando para el empresario anteriormente citado, por bien que les pague, y el daño que puede hacer información obtenida de forma correcta, pero con un uso inadecuado, cuando no explícitamente amoral. Ciertamente no podemos evitar que siempre exista gente así, y no podemos evitar que existan empresas que operen así; pero sí podemos delatar desde el principio los riesgos de esas acciones y alertar en este incipiente comienzo del uso de la inteligencia por parte de las empresas, de acciones o comportamientos desviados de lo que es un análisis de inteligencia.

Durante toda mi experiencia personal y laboral, vinculada a la formación, consultoría, gestión del conocimiento o inteligencia, me he encontrado siempre con estos dilemas sobre la acción de mis análisis o de mis recomendaciones y su uso por parte de los gestores. Gracias a aquellos que me formaron en cada etapa de mi vida he logrado hasta ahora evitar la tentación de cruzar la línea, y he evitado trabajar con aquellos que obran de forma incorrecta (o en el momento que me he percatado he abandonado el proyecto).

La inteligencia y sus analistas no deben nunca caer en la tentación de ser la herramienta para la manipulación o el uso de la información de forma sesgada. Lo malo es cómo limpiar la reputación de los analistas tras el trato con esos "clientes".

La respuesta es dolorosa y sencilla: no cruzando ese límite. De los empresarios depende confiar en sus analistas y de los analistas depende hacer las cosas bien y de forma ética: nunca pedir nada que no sea legal, ni nunca ceder a presiones de pasar ciertas líneas.

Fernando Cocho Pérez, CEO de h4dm SL.

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