A trabajar… ya

Ya no sólo afectan a España los resultados electorales del pasado 20 de diciembre en España, sino que visto lo ocurrido en Cataluña, con la elección in extremis de Carles Puigdemont como presidente de la Generalitat, y visto el reciente espectáculo en el Congreso de los Diputados en la formación de las Cortes, ¿a qué esperan los políticos para ponerse a trabajar?

Los retos siguen siendo los mismos: El primero, un Gobierno central que sea capaz de continuar con las reformas estructurales que nos solicitan desde Bruselas, con el objetivo de reducir el gasto público e improductivo para, con ello, conseguir una reducción del déficit público y de la deuda. En estos momentos, nuestro país no tiene interés inversor, el Ibex 35 cae mucho más que nuestros homólogos europeos en época de vacas flacas, y sube mucho menos cuando las cosas van bien.

Esta debacle bursátil y pérdida de apetito inversor se debe, fundamentalmente, al escaso poder de convinción de la unidad de España. Por ello, se hace más necesaria que nunca la formación de un Gobierno estable y provechoso, porque tal como están ahora las cosas mientras los cabezas de lista de los principales partidos marean la perdiz con los posibles (pero poco probables) pactos, los independentistas siguen dando pasos hacia adelante, pasos firmes para destruir España. Y el Gobierno central, a por uvas.

Es imprescindible, además, terminar con una de las principales preocupaciones de los españoles: el mercado de trabajo. El futuro Ejecutivo debe seguir profundizando en la reforma laboral iniciada para que las empresas multipliquen la creación de puestos de trabajo. Esto incidirá en el crecimiento de nuestra economía, ya que fomentará un mayor consumo privado y unas empresas más competitivas que puedan producir en mejores condiciones y aumentar su cuota de mercado.

Ante este panorama, la otra opción que nos plantea este escenario de ingobernabilidad es que finalmente se acabe formando una gran coalición de izquierdas. Un Gobierno populista de jóvenes aventureros que, en muchos casos, cuesta ganarse su confianza. Aunque, visto lo visto en el Congreso (con los propios partidos de izquierdas lanzándose acusaciones los unos a los otros sobre la formación de la Cámara Baja), las posibilidades de pacto cada vez son menores.

Si el país debe ir a una segunda convocatoria de elecciones, lo más sensato es hacerlo cuanto antes, sin pantomimas ni acusaciones de doble filo. Lo que necesita este país no es convertirnos en una nueva Grecia o en una nueva Portugal. No queremos encontrarnos con el portazo de Bruselas, con un volumen de deuda y de déficit que siga subiendo, una prima de riesgo que vuelva a superar máximos y unos mercados que sigan cayendo por una insoportable inestabilidad política. Sería llevar al país a un desastre total.

Y sobre todo, insisto, mientras el Gobierno central sigue durmiéndose en los laureles, los súbditos de Mas siguen ganando batallas. El independentismo catalán ya no sólo es un dolor de cabeza, podría tornarse en una nueva realidad para España. Y lo que le faltaba a los inversores…

Laura Sánchez, directora de Dirigentes.

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