China es una economía con la balanza por cuenta de capital intervenida, lo cual significa que nadie puede sacar dinero del país ni introducirlo libremente. Los chinos que quieren cambiar más de 50.000 dólares al año necesitan un permiso especial del propio gobierno. Y lo mismo sucede con los extranjeros que desean realizar alguna inversión dentro […]
Dirigentes Digital
| 09 dic 2016
China es una economía con la balanza por cuenta de capital intervenida, lo cual significa que nadie puede sacar dinero del país ni introducirlo libremente. Los chinos que quieren cambiar más de 50.000 dólares al año necesitan un permiso especial del propio gobierno. Y lo mismo sucede con los extranjeros que desean realizar alguna inversión dentro del país. Las Bolsas también están sujetas a esta limitación, haciendo imposible para cualquier extranjero invertir sin restricciones en los índices generales de Shanghai o Shenzhen. Los extranjeros, actualmente, pueden colocar sus ahorros en las bolsas chinas pero solamente mediante un sistema de cuotas conocido como Qualified Foreign Institutional Investor o QFII. Y los inversores chinos, con intención de comprar acciones extranjeras utilizando sus cuentas locales, tampoco pueden hacerlo. La interconexión entre las bolsas de China y Hong Kong, sin embargo, rompe con esta limitación. La primera conexión bursátil entre Hong Kong y Shanghai está operativa desde 2014. Desde esta semana, además, se han levantado las barreras para la inversión cruzada entre Hong Kong y Shenzhen. Aunque, dicho lo cual, el volumen diario desde Hong Kong a Shenzhen no puede superar los 1.800 millones de dólares. Y las inversiones desde Shenzhen, en Hong Kong, tampoco pueden ser superiores a los 1.500 millones de dólares. En cualquier caso, los volúmenes de inversión intradía desde Hong Kong hacia Shenzhen, sobre las cuotas máximas anteriormente mencionadas, apenas superan el 20%. Y el camino inverso, de Shenzhen a Hong Kong, no llega al 10%. “Esperamos un comercio más activo desde Shenzhen hacia Hong Kong” gracias a esta conexión, explica Eva Ma, del gigante financiero Caijing. “Si las acciones de una misma empresa cotizan más caras en Shenzhen con respecto a Hong Kong, la dirección normal será ésta”, concluye. Observemos, por ejemplo, las acciones del banco ICBC en Hong Kong y China. En los mercados de China una acción vale 4,54 yuanes. En Hong Kong, sin embargo, el mismo título es más barato: 4,24 yuanes. Un inversor, por tanto, preferirá vender su acción más cara del ICBC de China y comprarla más barata en Hong Kong. Con esta interconexión, además, se persigue que el precio por acción de una misma empresa sea idéntico en China y Hong Kong. Lo contrario indica una distorsión del mercado que, en este caso, ha venido siendo el férreo control sobre la balanza de capitales ejercido por China. La empresa cotizada en Hong Kong con mayor volumen de cotización por operaciones realizadas está siendo BYD. El lunes, por ejemplo, acumuló 130 millones de dólares hongkonitas en transacciones bursátiles ordenadas desde Shenzhen. Sus títulos en Hong Kong valen, al cambio, 39 yuanes. En Shenzhen, sin embargo, cotizan a 53. Lo lógico es vender en Shenzhen y comprar las acciones de Hong Kong, ahora que resulta posible, para obtener plusvalías. Esto parece haber ocurrido este mismo martes, con una caída del valor en Shenzhen ligeramente superior al 1% (mientras que BYD – Hong Kong ganaba un 3%). No todos los valores están reflejando esta tendencia natural, conocida como arbitraje, pero a largo plazo es cuando el mercado debería proporcionar dicho ajuste (en este caso, “todas” las acciones de BYD deberían costar lo mismo). Las restricciones en volúmenes diarios, y acciones que no pueden comprarse ni venderse, podría retrasar lo inevitable. Aunque la lectura positiva de esta conexión es que las acciones cotizadas en China, al menos, han dado un primer paso para orientarse hacia precios más realistas marcados por mercados internacionalmente abiertos como Hong Kong.