Es un hecho. Los datos oficiales de Morningstar revelan cómo los fondos de inversión gestionados activamente han visto salir 285.000 millones de dólares este año hasta finales de noviembre. Sin embargo, los de gestión pasiva han visto más de 400.000 millones de euros en entradas. Ante el imparable boom de productos como los ETFs, que […]
Dirigentes Digital
| 12 ene 2017
Es un hecho. Los datos oficiales de Morningstar revelan cómo los fondos de inversión gestionados activamente han visto salir 285.000 millones de dólares este año hasta finales de noviembre. Sin embargo, los de gestión pasiva han visto más de 400.000 millones de euros en entradas. Ante el imparable boom de productos como los ETFs, que según las previsiones más optimistas podrían superar la barrera de los 22 billones de dólares en 2020, Goldman Sachs se suma a las voces que alertan de los riesgos de estos enormes flujos de dinero que se mueven en productos pasivos. Recordando a un reciente informe de Bernstein en el que la firma comparaba el daño de la gestión pasiva a la sociedad con el ‘Marxismo’, los analistas de Goldman Sachs publican ahora una nota en la que advierten que la popularidad de los productos que replican índices puede tener varios efectos perversos en las empresas cotizadas. No se trata de criticar el dinero que llega en masa a algunas de estas compañías a través de productos de gestión pasiva. Sino que ese dinero no diferencia entre empresas bien o mal gestionadas, premiando de igual manera a todos los equipos directivos a la hora de cobrar en acciones, aunque su trabajo haya dejado mucho que desear. Es lo que los analistas denominan una “deficiente asignación de capital” en la economía. Es decir, empresas que reciben el dinero de los inversores por el mero hecho de pertenecer a un índice, y no por los logros de sus equipos directivos. De hecho, los cálculos de la firma apuntan a que los bonus en un 60% de cotizadas en el S&P 500 están ligados a la revalorización de las acciones, frente al 40% en el Eurostoxx. Berstein aseguraba en su informe que esta situación podría ser peor que el marxismo para un sistema económico, explicando que siempre serán necesarios gestores activos para poner en precio los negocios de las compañías. “Si todos indexáramos, siempre serían las mismas empresas las que recibirían los flujos de inversión, sin distinguir si son buenas o malas”, explicaban en una presentación reciente los expertos de W4i. Y aquí apuntan al otro gran problema derivado de este escenario: en realidad, a pesar de los innumerables productos en el mercado, la mayoría de ellos se esconden bajo el nombre de un concentrado grupo de gestoras que domina el mercado de la gestión pasiva. “Se estima que el 70% de la industria se concentra en solo tres proveedores: BlackRock, State Street y Vanguard)”, recuerdan desde PwC. Y a nivel mundial solo hay 100 gestoras de ETFs, y la entrada de nuevos jugadores es casi infranqueable. La pregunta entonces es, ¿puede esta acumulación impactar de alguna forma en la competitividad de las empresas, y por ende, en el crecimiento económico? Ese es el gran temor, a juicio de muchos exagerado, de los grandes detractores de la gestión pasiva.