La petición de ayuda financiera al Fondo Monetario Internacional por parte de Argentina ha sorprendido a los analistas por la rapidez del anuncio, realizado por el presidente Mauricio Macri, pero no tanto por la situación económica que afronta el país. Su elevada dependencia financiera del exterior, materializada en el enorme volumen de deuda en dólares […]
Dirigentes Digital
| 10 may 2018
La petición de ayuda financiera al Fondo Monetario Internacional por parte de Argentina ha sorprendido a los analistas por la rapidez del anuncio, realizado por el presidente Mauricio Macri, pero no tanto por la situación económica que afronta el país. Su elevada dependencia financiera del exterior, materializada en el enorme volumen de deuda en dólares colocada entre los inversores extranjeros hacía presagiar un desenlace como el que finalmente se ha producido, sobre todo después del reciente rally experimentado por el dólar y sin haber realizado un solo ajuste importante en su economía. La fuerte depreciación que ha sufrido la divisa argentina requirió de la intervención de las instituciones monetarias argentinas para intentar frenar su debacle respecto al dólar, que ya había alcanzado los 22,90 pesos. El Banco Central del país austral ha tenido que subir los tipos hasta el 40% en los últimos días para frenar la sangría, pero no fue suficiente para calmar a los inversores. Por eso el presidente Macri no tenía otra alternativa a corto plazo para intentar frenar la huida, a pesar de que en el mundo financiero global hay pocas expectativas de rentabilidad tan elevadas como las que ofrecía Argentina en este momento. “Argentina se encuentra ahora en medio de una crisis monetaria en toda regla. Los mercados de divisas están huyendo del enfoque intermitente de este año para impulsar el arranque del crecimiento, reducir los objetivos de inflación y cambios en los costes por intereses. Es necesario destacar que la crisis se limita por ahora a preocupaciones monetarias en lugar de a las políticas fiscales, ya que los inversores desconfían de un banco central que ha perdido credibilidad sobre la gestión de la inflación y está luchando por reafirmar su independencia política”, explica Stéphane Monier, responsable de Inversiones de Lombard Odier. A su juicio, los inversores han observado con incredulidad como el banco central ha gastado 6.900 millones de dólares de sus reservas de divisas, en un esfuerzo por respaldar al peso, que se ha convertido “en la moneda con peor rendimiento de los mercados emergentes en lo que va de año. Esto equivale a una cifra que ronda el 10% de sus reservas internacionales totales, algo claramente insostenible”. De hecho, el Banco Central de la República Argentina había intentado contener la depreciación del peso destinando alrededor de 7.700 millones de dólares, lo que provocó que se hayan reducido sus reservas del billete verde, que se sitúan en aproximadamente 55.000 millones de dólares. “El mercado había interpretado los movimientos en los tipos de interés como una señal de que el banco central estaba haciendo los últimos disparos de su arsenal”, apunta Monier, como finalmente ha ocurrido. “El mercado le había otorgado a Argentina el beneficio de la duda. Ahora espera que el gobierno apruebe la consolidación fiscal prometida, como lo hizo México en 2016. A menos que esto suceda, lo que hasta ahora se ha limitado a una crisis monetaria podría deteriorarse aún más hasta convertirse en una crisis política o en algo más perjudicial, como una crisis fiscal”, advierte el responsable de Lombard Odier. “Si echamos la vista atrás, el desencadenante de la depreciación de la moneda actual se remonta a finales de diciembre. Al final de ese mes, el Tesoro de Argentina sorprendió a los mercados tras limitar los objetivos de inflación previos. En lugar de apuntar a una tasa de entre el 8 y el 12% para este año, el Tesoro lo ha fijado ahora al 15%, mientras que el objetivo del 5% para 2019 se ha retrasado hasta 2020. El comunicado enviado en enero preocupó a los inversores sobre la independencia del banco central y su capacidad para luchar contra la inflación”, apunta Monier. Aun así, la inflación disminuyó drásticamente de un máximo del 47% en julio de 2016 a un 23% tan solo un año después. “Naturalmente, esta espectacular reducción es un logro, pero el camino aún es largo y, desafortunadamente para las ambiciones del gobierno, podría haber sido la parte más fácil del camino. De ahora en adelante, tipos de interés más altos deberían ayudar, teóricamente, a reducir las expectativas de inflación y (deberían) comenzar a estabilizar el peso, permitiendo que se reanuden los recortes de tasas a finales de año”, subraya. “Teniendo en cuenta la sensibilidad histórica de los argentinos a los tipos de cambio, la experiencia de la hiperinflación y la posterior demanda de dólares, las credenciales del gobierno del presidente Macri se están poniendo en duda. Las reformas se están desacelerando, golpeadas por el bloqueo a raíz del malestar popular y los obstáculos políticos de la oposición. Fue Macri quien dio luz verde al banco central para comenzar a enfocarse en la inflación y el gobierno se movilizó para hacer flotar el peso argentino, recortar las ayudas en energía y transporte, acabar con muchas tasas de exportación, imponer objetivos de endeudamiento público y reabrir el acceso argentino al crédito externo. Los inversores ahora necesitan garantías de que se acerca un paquete de medidas para la consolidación fiscal”, apunta el responsable de Inversiones de Lombard Odier. La petición de ayuda al FMI no ayuda a calmar los ánimos de los inversores sobre las expectativas de la economía argentina a largo plazo.