Si el lugar más importante en cuanto a start-ups tecnológicas es Pekín, solo superado por Silicon Valley, el segundo centro del planeta con más trabajadores tecnológicos está en Bangalore, India, según reconoce la propia revista Forbes. Ambas regiones asiáticas todavía van a la zaga del hub tecnológico por excelencia, Silicon Valley (California, Estados Unidos); pero […]
InternacionalDirigentes Digital
| 18 jun 2018
Si el lugar más importante en cuanto a start-ups tecnológicas es Pekín, solo superado por Silicon Valley, el segundo centro del planeta con más trabajadores tecnológicos está en Bangalore, India, según reconoce la propia revista Forbes. Ambas regiones asiáticas todavía van a la zaga del hub tecnológico por excelencia, Silicon Valley (California, Estados Unidos); pero también son las únicas que pueden resistir una comparativa en materia de alta tecnología.
Muchos países de Asia-Pacífico se definen a sí mismos como ‘economías del conocimiento’. La inversión anual en investigación, desarrollo e innovación de naciones como Japón o Corea, por ejemplo, es siempre superior al 3% del PIB. China invierte menos proporcionalmente, un 2%, si bien ronda los quinientos mil millones de dólares anuales (casi la mitad del PIB español). Entre los seis países del mundo que dedican más recursos al desarrollo tecnológico están China (2), Japón (3), Corea (5) e India (6).
Solamente Estados Unidos (1), y Alemania (4), son capaces de competir dentro del terreno tecnológico con los gigantes asiáticos. Corea del Sur tiene más investigadores por cada mil habitantes que Alemania y Estados Unidos, según el Banco Mundial. Japón cuenta con la segunda proporción más elevada de robots por cada diez mil trabajadores del mundo (315 / 10.000). Y el capítulo más destacado de las importaciones chinas sigue siendo la alta tecnología. Más que cualquier otra partida, incluidas las materias primas, lo cual tiene una doble lectura.
Por un lado, los bajos costes laborales facilitan que muchas empresas tecnológicas decidan producir e importar sus componentes desde China. Pero, por otra parte, los chinos también han aprendido a fabricar sus propios productos gracias a esta transferencia constante de tecnología. Un sector paradigmático es el de los teléfonos móviles inteligentes o smartphones. La taiwanesa Foxconn empezó a fabricarlos para Apple, en China, desde 2007. Cuando salió el primer i-Phone, ese mismo año, todavía no existían fabricantes chinos como Oppo o Vivo. Apple y Samsung se repartían entonces toda la cuota del mercado chino, hecho que ha cambiado radicalmente tan sólo diez años después. Algunas marcas chinas como Oppo, Vivo o Huawei controlan ahora el 50% del mercado total en China.
Las dos primeras, además, han duplicado sus ventas desplazando a la estadounidense Apple. Los productos de Oppo o Vivo, con calidades similares a los terminales fabricados por Apple, cuestan aproximadamente la mitad ¿Esto es porque los fabricantes chinos han copiado a Apple o Samsung? ‘Ha habido un proceso de aprendizaje. De transferencia tecnológica. La diferencia, quizás, está en que estas marcas chinas han acertado con el precio final renunciando al elevado margen del 40% de Apple’, nos explica Mark Natkin; consultor estadounidense residente en Pekín.
Asia-Pacífico, tras Estados Unidos, parece estar asumiendo un liderazgo claro dentro de lo que muchos expertos han acertado a denominar como ‘La Cuarta Revolución Industrial’. Dos de las cinco empresas tecnológicas más grandes del mundo son chinas. Alibaba y Tencent tienen una capitalización superior a los doscientos mil millones de dólares (solamente superadas por Google, Facebook y Amazon). Y, dentro del top – ten, también se cuela el buscador chino Baidu. Según el Banco Mundial, la aportación del factor capital al crecimiento económico chino irá decreciendo en comparación con años anteriores.
La contribución del factor trabajo, incluso, será negativa. Estas predicciones dejan al factor tecnológico como único impulsor del futuro crecimiento económico en China. Y también en otras economías asiáticas como India, Japón o Corea del Sur. Todo hace indicar, por tanto, que la industria tecnológica global tiene y seguirá teniendo su epicentro, inevitablemente, alrededor de las dos orillas del Pacífico.