El país del tango vive otra crisis tras el reducido impacto de las medidas para aplacar la inflación, sumado al endurecimiento de las condiciones financieras internacionales y a una fuerte sequía en la primavera de este año. Esas circunstancias han puesto la zancadilla al baile de Argentina con los mercados para financiarse hasta ajustar sus […]
InternacionalDirigentes Digital
| 06 nov 2018
El país del tango vive otra crisis tras el reducido impacto de las medidas para aplacar la inflación, sumado al endurecimiento de las condiciones financieras internacionales y a una fuerte sequía en la primavera de este año. Esas circunstancias han puesto la zancadilla al baile de Argentina con los mercados para financiarse hasta ajustar sus desequilibrios.
La producción y las exportaciones agrícolas se redujeron en los primeros seis meses del año lo que, junto a otros factores, perjudicó al atractivo de Argentina para los inversores. El último paso fue la petición de ayuda del gobierno de Macri al FMI en mayo, en un acuerdo que se ha renovado el pasado mes de octubre.
El Banco de España (BdE) señala en un informe reciente que Argentina aún no se ha librado de las pesadillas que la perseguían ya en 2015. Desequilibrios macroeconómicos, distorsiones y debilidad institucional no han desaparecido del todo, ya que el contexto actual es de “elevadas vulnerabilidades”, según el BdE.
A partir de la entrada del nuevo gobierno en 2015, Argentina sorteó tanto problemas monetarios como fiscales, con reducciones graduales del déficit que tendrían 2019 como horizonte. De hecho, esas reformas ya comenzaron a dar sus frutos en 2017, cuando la economía argentina alcanzó cifras positivas (2,8% frente a la caída del 1,8% en 2016).
Ya en 2018, la normalización de la política monetaria de Estados Unidos se manifestó “claramente en una reducción en el apetito global por el riesgo, con un impacto mayor en los mercados emergentes”. El viraje de la política estadounidense, las altas expectativas de inflación y la reducción de la entrada de divisas por la caída de la producción agrícola influyeron en la devaluación de la moneda a pesar de la intervención del banco central argentino.
De un momento a otro Argentina pasó del crecimiento a la necesidad imperiosa de conseguir financiación. En juego, la confianza acerca de la economía de ese país suramericano. Eso se consiguió inicialmente con el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, con un pago inicial de 15 mil millones de dólares, de un total de 50 mil millones, el mayor programa de financiación la historia del FMI.
No obstante, las consecuencias fueron imparables para la producción del país. El PIB se hundió un 4,2% en el segundo trimestre, mientras que la previsión para el año es que caerá un 2,6%, según el FMI. Por otra parte, la inflación se mantiene en niveles altos, explica el Banco de España, demasiado para que se reduzcan las expectativas, un hecho necesario para el éxito del plan de Argentina.
En ese sentido, las instituciones argentinas enfrentan los desajustes de una “gestión económica deficiente”, afirma el BdE. Los planes del gobierno se harán notar en el crecimiento a corto plazo, aunque se haya reservado un cierto presupuesto para que el gasto social alcance un mínimo. El regulador español insiste en que las medidas de ajuste “deberán ser aplicadas con credibilidad, compromiso y transparencia” para que la sociedad las acepte y para que se produzca el efecto deseado en cuanto a la inflación.