El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone, dijo -al asumir ese cargo en septiembre- que buscará “una fuerte cohesión” con los líderes de la región y convertirá a ese banco -el más importante aquí en inversiones para infraestructura- en “una entidad más relevante financieramente”. Crítico de Cuba y Venezuela y resistido por […]
InternacionalDirigentes Digital
| 15 mar 2021
El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone, dijo -al asumir ese cargo en septiembre- que buscará “una fuerte cohesión” con los líderes de la región y convertirá a ese banco -el más importante aquí en inversiones para infraestructura- en “una entidad más relevante financieramente”.
Crítico de Cuba y Venezuela y resistido por Argentina, el banquero -alineado con la gestión Trump- recibió una cartera de 12.000 millones de euros para realizar sus propósitos. Aunque el destino de esos fondos se decide en Washington, donde los republicanos quedaron ahora 50 a 50 versus demócratas, tal capacidad financiera es un instrumento de política norteamericana en el continente, aún más en tiempos de pandemia.
Como informó Dirigentes en septiembre, basándose en informes de analistas de la región, Carone asumió con la misión de contrarrestar con esa billetera el avance de China en Latam. En esa línea se inscribía, por ejemplo, la inversión de 1.000 millones de euros para un plan de “desarrollo y seguridad” en Colombia o los 820 millones que anunció -el 12 de enero, al cumplir sus primeros 100 días en el cargo- para la inmunización contra el covid19.
El acceso a las vacunas es uno de los factores más importantes para “acelerar la recuperación económica”, dijo Carone a los ministros de salud y fundaciones de la región evidenciando las directrices que ha impartido en la entidad. Para muchos países de Latam, EE.UU. es un aliado estratégico y su principal socio comercial, mientras que el BID es un organismo supranacional, ahora con dirección norteamericana.
Si la pandemia ha puesto a los líderes ante un mismo desafío, el reposicionamiento latinoamericano en relación a la Casa Blanca tras la llegada de Biden ha generado algunas curiosidades, como la colaboración del dictador socialista Nicolás Maduro con el ultraderechista Jair Bolsonaro, la aproximación de este con su antagonistas ideológicos argentinos, la admonición diplomática de los populistas peronistas a los demócratas norteamericanos y la inclinación del mexicano André Obrador por lazos más fuertes con Xi Jinping.
Como demuestra desde que asumió el cargo, Biden ha puesto a China y Oriente Medio (en el exterior) y a la salud y economía (de su país) como norte de su acción. Por ello, los países latinoamericanos, “menores y de relevancia relativa”, no son su prioridad, entiende Natasha Niebieskikwiat, especialista argentina en relaciones internacionales, que destacó -durante la campaña de 2020- el apoyo que Biden prestó al Reino Unido “contra los argentinos agresores” durante la guerra de 1982.
El presidente brasileño, que se dirigió al norteamericano tan sólo el 20 de enero para su asunción, busca reactivar su agenda diplomática tras el estruendoso silencio que mantuvo desde la derrota de Trump, su admirado mentor. Bolsonaro modera ahora su beligerancia y se dice “empeñado y listo para trabajar por la prosperidad de las dos mayores democracias del mundo occidental”, como calificó a EE.UU. y Brasil.
En la misma línea de reacomodamientos hay que incluir también los movimientos de Bolsonaro hacia el izquierdista Alberto Fernández, un ex enemigo a quien le envió a finales de enero un almirante para “desatar nudos” y encontrar frentes de convergencia. El gesto destaca no sólo la afinidad del argentino con un general (Juan Perón), sino que ocurre en un momento en que el brasileño se percibe más aislado tras la salida de Trump y enfrenta la posibilidad de un juicio político por denuncias de delitos cometidos como mandatario.
Un estudio prospectivo de la consultora Abeceb indica que el Washington de Biden tiende a establecer una “relación estratégica” con Latam por considerar a la región su “zona de influencia”. En otras palabras, la Casa Blanca intenta ganarle terreno a Zhongnanhai en una región donde sus estrategias avanzan con la proverbial fuerza del agua que, débil en apariencia, erosiona la roca y abre cursos gracias a su perseverancia.
Por lo pronto, debido a la aceleración y gravedad de los contagios de covid, los brasileños tienen la entrada prohibida a EE.UU. “hasta que el presidente decida lo contrario”. México -que destina más del 80% de sus exportaciones a EE.UU. y heredó de Trump un nuevo TLC también con Canadá- tiene restricciones pero no prohibición de acceso a los viajeros.
En tal escenario, podría decirse que comienza una etapa en la que EE.UU. no cortó relaciones con ninguno de los países, aunque mantiene con todos la misma recomendación que dirige a sus ciudadanos para preservar la salud e intentar recuperar la economía: un prudente distanciamiento mientras esta es la acción más eficaz y segura conocida hasta ahora.
Pero nada aparece tan claro ni tan previsible todavía en el mapa latinoamericano, habitualmente conturbado por su propia efervescencia y aún más agitado en este inicio de década por efecto combinado de un tsunami invisible (el coronavirus) y un personaje díscolo (Trump) que, juntos, han cambiado la apariencia de todo lo que era considerado normal.
Sintonizada con la decisión de Biden de recolocar a EE.UU. en el Acuerdo de París, Argentina tiene una oportunidad de atraer inversiones por su potencial de generación de energía eólica y solar y su meta de que estas respondan por el 20% de su matriz en 2025, con el 16% del total de consumo eléctrico a finales de 2021 y el 18% en 2023, según la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico local.
En mayo de 2020, las energías renovables en total llegaban a un 8,3% de la matriz, porcentaje que, sin embargo, aleja a esa república “de los compromisos asumidos para cumplir con la legislación vigente”, comentan desde el MPA, un laboratorio de ideas comandado por el expresidente Eduardo Duhalde (peronista como el actual mandatario).
EE.UU. es el máximo inversor en Argentina y su tercer socio comercial, después de Brasil y China. Por ello, la administración Fernández está muy atenta a los movimientos del equipo Biden en materia energética, sector en el que empresas norteamericanas siguen teniendo fichas en combustibles fósiles.
En 2020, cuando Biden dijo que reuniría 20.000 millones de dólares para que Brasil “deje de deforestar”, Bolsonaro dijo que no aceptaría “sobornos” ni “amenazas”. Tras aquella advertencia, que calificó de “lamentable” y “desastrosa”, el brasileño se presenta ahora afable y se ofrece a colaborar con Biden para el “desarrollo sostenible y de protección del medioambiente” en la Amazonia, justamente uno de los frentes más cuestionados de su gestión.
Más allá de tal versatilidad discursiva, es probable que la relación entre ambos no sea tan cordial, aunque todo dependerá mucho de que Biden “quiera aproximarse a Bolsonaro para no perderlo como aliado para frenar el ascenso de China”, analiza Oliver Stuenkel, autor de “BRICS y el futuro del orden mundial”. A favor de una relación más fluida juega el hecho de que EE.UU. y China son los principales socios comerciales de Brasil, y esta es una prioridad del brasileño, inclusive por encima de la salud pública, como lo ha exclamado él mismo, sin mascarilla y en diversas aglomeraciones.
“El presidente Andrés Obrador parece querer crear vínculos más fuertes con China, por lo que el presidente Biden debería considerar expertamente su próximo paso”, dice Ramon Ortiz, vicepresidente de Cordillera Applications Group, asesoría norteamericana de riesgos políticos y de seguridad.
El analista apunta, en la edición de enero de la revista Americas Quarterly, que México ha mantenido a EE.UU. prácticamente como su único socio en seguridad nacional y que una fuerte relación México-China cambiaría esta ecuación llevando “fuertes implicaciones para la seguridad de EEUU”.
Además de inversiones en infraestructura y energía (Tren Maya y Pemex), el avance chino se observa también en el suministro de 35 millones de vacunas CanSino, gesto que llevó al secretario mexicano de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, a decir que “ampliará la alianza estratégica de ambas naciones”.
“China podría convertirse así en un aliado clave para transformar al país siguiendo ideas nacionalistas y estatistas de la Revolución Mexicana”, agrega Ortiz, para concluir que si ello da resultados, “podría envalentonar a sectores antinorteamericanos, creando una fricción adicional con Washington”.
El reconocimiento que la administración Biden hizo de Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela indica la continuidad que mantendrá Washington en su convicción de que Nicolás Maduro debe entregar el poder.
El chavista, sin embargo, se ha pronunciado “por un nuevo comienzo en las relaciones bilaterales”, celebró la salida de Trump y se dijo dispuesto “a pasar la página”, proponiendo al demócrata “construir nuevos caminos de respeto, diálogo y comunicación diplomática”.
Resta ver hasta qué punto le resulta creíble esa declaración a Antony Blinken, secretario de Estado, que calificó a Maduro de “dictador brutal”.
Respecto a Cuba, Biden podrá revisar eventualmente la decisión de Trump de incluir a la isla entre países patrocinadores de acciones terroristas, como el atentado con bomba en un cuartel de Colombia en 2019.
Sin embargo, Washington también podría ceder a las presiones para, en lugar de quitarle a Cuba las sanciones económicas que implica ese estigma, incluir en la misma categoría a Venezuela, ya acusada por el Departamento de Justicia de patrocinar el narcotráfico.