Índice de Revalorización y Factor Sostenibilidad. Dos términos que en los últimos meses han acaparado gran parte del debate parlamentario con el objetivo de encontrar un remedio que garantice la viabilidad del sistema de pensiones. Bajo ese paraguas, algunos expertos ven en las rentas vitalicias un refugio para el ahorro con el que garantizar un […]
Gestión y LiderazgoDirigentes Digital
| 12 jun 2018
Índice de Revalorización y Factor Sostenibilidad. Dos términos que en los últimos meses han acaparado gran parte del debate parlamentario con el objetivo de encontrar un remedio que garantice la viabilidad del sistema de pensiones. Bajo ese paraguas, algunos expertos ven en las rentas vitalicias un refugio para el ahorro con el que garantizar un determinado nivel de ingresos llegado el momento del retiro.
¿Sería viable volver a vincular las pensiones con el IPC?
Volver a vincular las pensiones con el IPC desestabilizaría financieramente al sistema aún más. Se rompió dicha vinculación, justamente, para que la progresiva pérdida de poder adquisitivo que se da cuando la inflación supera el 0,25% acabe logrando el equilibrio de sus cuentas. Así que, la vuelta al IPC es posible, pero agudizaría el problema de las pensiones. En Suecia (y en otros países avanzados) las pensiones se actualizan con los salarios, pero la tasa de sustitución al nacimiento es inferior al 50%, no superior al 80%, como en España.
Ese tipo de ajuste sería posible en España también, haciendo mucho más agresivo el Factor de Sostenibilidad (FS). De hecho, el Índice de Revalorización de las Pensiones (IRP) permite que, a medida que el FS vaya causando efectos relevantes (a muy largo plazo, sin embargo) la actualización anual supere el 0,25% incluso ampliamente. El IRP, en definitiva, es una restricción presupuestaria.
Una de las principales soluciones que se han planteado para afrontar el problema de las pensiones es retrasar la edad de jubilación. ¿En qué medida aseguraría la viabilidad del sistema retrasarla hasta los 70 años o más?
La edad de jubilación es la gran palanca que no nos atrevemos a usar. Comparado con el retraso en su ajuste, el retraso en dos años que introdujo la reforma de 2011 es insignificante. La edad de jubilación no se ha movido de los 65 años desde que se creó el sistema prusiano de Seguridad Social en los años 80 del S. XIX, cuando la esperanza de vida era inferior a los 40 años. Llevarla a los 70 años, o, lo que es lo mismo, retrasar tres años adicionales toda la estructura de edades efectivas de jubilación, ayudaría más que ningún otro ajuste concebible al ajuste de las cuentas de las pensiones. La edad de jubilación debería ajustarse dinámicamente, por ejemplo, mediante una fórmula del tipo “Esperanza de Vida –X”. Pero el avance de la esperanza de vida es tan poderoso que dudo mucho de que llevar hoy mismo la edad de jubilación efectiva media a los 75 años resolviese definitivamente el problema de financiación de las pensiones.
El salario bruto más habitual en España se sitúa en torno a los 16.500 euros. ¿Una subida salarial podría ayudar a sanear este sistema?
Hay varios problemas con esto de los salarios. En primer lugar, una subida salarial por decreto, que no estuviese basada en un aumento de la productividad, llevaría a muchas empresas a la quiebra y a sus trabajadores el desempleo. Incluso, si se produjese esa subida de la productividad y los aumentos salariales fuesen sostenibles, las pensiones seguirían siendo insostenibles ya que estas se causan en función de los salarios (o bases de cotización vinculadas a los salarios). A corto plazo, el sistema tendría más recursos para el reparto, pero las pensiones futuras serían sensiblemente mayores. El problema está en las fórmulas de causación de las pensiones que son dinámicamente muy potentes. Típicamente, la Seguridad Social española devuelve a un jubilado entre dos (para las pensiones máximas) y tres veces (para las pensiones máximas) las cotizaciones totales aportadas durante la vida laboral. Y esta ratio va creciendo a medida que crece la longevidad, por la sencilla razón de que las pensiones de la Seguridad Social, en casi todos los países son de prestación definida.
En el contexto actual, ¿qué papel juegan las rentas vitalicias?
Francamente, desempeñan un papel muy reducido, aunque no dejan de estar presentes. Ello es así por la muy escasa entidad que tienen en España los ahorros previsionales, es decir la acumulación de ahorro en vehículos calificados con vistas a la jubilación. Porque lo que sí sucede es que buena parte del ahorro previsional existente en España, incluso patrimonio no previsional en su origen, se transforma en rentas vitalicias llegado el momento de la jubilación. En el contexto antes definido, sin embargo, el papel de las rentas vitalicias debería ser mucho mayor. Pero, por decirlo claramente, mientras las pensiones públicas prometan tasas de sustitución del 80% va a ser muy difícil que el ahorro previsional avance en nuestro país.
Recientemente el Gobierno ha aprobado un real decreto que permite rescatar los planes de pensiones a partir de los diez años, ¿servirá para impulsar esta herramienta en España?
La paradoja es que esta reforma sí va a ayudar (ya se verá en qué entidad) a impulsar los planes, porque el rescate anticipado les da atractivo sin merma de su capacidad de rentabilizar el diferimiento fiscal que ofrecen estos productos, pero, al mismo tiempo, va a desvirtuar su naturaleza previsional y todo el mundo en el sector descuenta que cada vez serán menos útiles para constituir buenos complementos de pensiones, si es que alguna vez llegaron a prometer este horizonte en España. Piénsese que, a pesar de que hay millones de partícipes y cuentas, los patrimonios previsionales apenas representan el 10% del PIB. Esto son “peanuts”, desde el punto de vista previsional.
Los expertos coinciden en que en España se destina poco dinero a la jubilación en aras de otros activos como la vivienda, ¿qué podrían hacer los agentes sociales al respecto?
Los agentes sociales, en mi modesta opinión, deberían ser más conscientes de lo importante (y decisivo) que es el ahorro previsional, tanto para el bienestar de sus titulares como para el crecimiento económico y el bienestar general. Es incomprensible, más allá de lo que decía antes sobre las elevadas tasas de sustitución de la Seguridad Social, que toda empresa digna de tal nombre no tenga hoy un esquema previsional para sus trabajadores. Ahorrar previsionalmente por la vía del cemento y los ladrillos es una manera muy ineficiente de hacerlo, aunque si se opta por esta alternativa, siempre se puede, llegado el momento, transformar el patrimonio en rentas vitalicias, con buenas ventajas fiscales, incluso, aunque afrontando el riesgo de eventual pérdida de valor del activo inmobiliario en ese momento.
¿Qué aconsejaría a una persona de 45 años sobre su futura jubilación?
Que pensara en trabajar hasta los 75 o más allá, para lo que debería formarse continuamente. Si de todas formas, insistiera en jubilarse y cortar su actividad laboral de forma radical, que ordenase todos sus ahorros orientándolos hacia lo previsional y los mejores vehículos de acumulación y desacumulación. Y que haga una sencilla planificación financiera previsional consistente en estimar sus ingresos de ciclo vital, de todo tipo, que los dividiese por su esperanza de vida y que calculase lo que puede gastar y debe ahorrar cada año para mantener un estándar de vida deseado, más o menos constante. Luego, como no hay ninguna garantía de que viva más o menos de lo que dice la tabla de mortalidad, que pensase en adquirir una renta vitalicia llegado el momento de la jubilación. Es la única manera de evitar el riesgo de sobrevivir a sus ahorros, o de que sus ahorros le sobrevivan a él.