China cuenta con un 25% del tejido manufacturero global, creado esencialmente por multinacionales occidentales, lo cual genera enormes transferencias de conocimiento. Esto ha servido a los chinos para crear sus propias marcas competidoras, como Xiaomi, el »i-Phone» chino lanzado en 2010. Este hecho, si bien resulta inevitable, no debe ser incompatible con un respeto escrupuloso a la propiedad intelectual. Los chinos, según parece, han captado el mesaje durante la última reunión del G-20.
China ha prometido dar nuevos poderes al sistema judicial que se encarga de proteger la propiedad intelectual e imponer multas más duras. China, para limar asperezas comerciales, también ha propuesto seguir desarrollando los intercambios relacionados con el sector servicios. Entre turismo, educación o cine, Estados Unidos mantiene un superávit con China superior a los 55 mil millones de dólares. Es cinco veces inferior al superávit chino de bienes con Estados Unidos, pero los servicios bien pueden contribuir a la reducción del déficit comercial estadounidense. Y, en materia agrícola, los chinos han prometido incrementar sus importaciones de soja estadounidense. Actualmente, el 60% de toda la soja importada por China tiene su origen en EE.UU.
El presidente chino, Xi Jinping, también se ha comprometido a desbloquear la OPA de Qualcomm sobre NXP. Qualcomm había ofrecido 44 mil millones de dólares por esta firma china, que produce semiconductores, pero Pekín bloqueó finalmente la operación. Ahora, para alcanzar la paz comercial, China promete abrir paulatinamente los mercados de telecomunicaciones, servicios, automóviles, agricultura o biotecnología a EE.UU.
‘Las posiciones están todavía bastante alejadas, no será fácil llegar a un acuerdo definitivo», señala Jennifer Zhong, economista del banco UBS, en conversación con DIRIGENTES. Ahora bien, China también ha dicho que reducirá la »cuota doméstica» del plan nacional de desarrollo tecnológico Made in China 2025. Si China abre sus mercados como promete, no habrá subida de aranceles, los cuales terminarían gravando todas las exportaciones chinas, sin excepción, un 25%.
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