El pueblo francés se levanta, pero Macron demuestra fortaleza

El primer ministro de Francia, Edouard Philippe, anunciará este martes la suspensión en la subida de los impuestos a los carburantes, una medida programada para el próximo 1 de enero, en un intento de calmar las protestas de los chalecos amarillos.

Emmanuel Macron, a quien muchos en Francia llaman ya un autoritario, ha sido siempre un alumno de excelencia, y su agilidad se ve ahora reflejada en la gestión de los esperados conflictos sucedidos en Francia. Es una mezcla entre oportunismo, firmeza y populismo que caracteriza su estilo pragmático. El presidente francés garantiza que ha entendido el mensaje de los manifestantes molestos por los impuestos ecológicos sobre la gasolina, situación que afecta a su bolsillo cada mes. Macron tiene que encontrar el equilibrio entre sus reformas radicales y el aumento de costes que éstas puedan suponer para los franceses.

Este fin de semana, 75.000 personas han seguido manifestándose en la calle contra su política económica, muchas menos que al principio, que eran casi300.000, pero con 133 personas heridas y un muerto. Macron dice que se trata de una minoría radical llamada los gilets jaunes libres(chalecos amarillos). Se encendieron tiendas, coches y restaurantes en Paris, Lille, Rennes, Angers, Tours, Nantes, Estrasburgo y Burdeos. Más de 400 personas han sido detenidas, por lo que Macron considera proclamar el estado de emergencia viendo que se anuncian más protestas para el fin de semana que viene.

Macron mantiene su intención de un cambio energético

El presidente francés intenta entender, pero sigue al mismo tiempo sin grandes cambios en su plan de dejar en 2022 la energía de carbón, lo que supone la pérdida de muchos puestos de trabajo y un aumento de los costes energéticos como temen muchos ciudadanos. Macron, que según encuestas está ya en mínimos de simpatía, no se deja distraer y apuesta por el futuro: «Todo depende de la capacidad de almacenamiento de energías renovables en un futuro. Ahora hay protestas porque hay muchas cuestiones que nunca hemos tratado en Francia”. El banquero de profesión quiere ahora hacer una limpieza de un sistema ineficiente y estatalista que nunca ningún político francés ha querido tocar por miedo a las huelgas y protestas.

No puede renunciar al lobby nuclear y petrolero, pero Macron, presionado también por la política verde alemana, mantiene su idea de ofrecer una electricidad limpia y pagable. Hasta 2035 quiere reducir la cuota de la energía nuclear en la producción eléctrica de Francia de un 75% actual a un 50%. También está previsto cerrar hasta 2021 dos bloques de la central Fessenheim cerca de Alemania. Además, hasta 2030 el gobierno francés quiere despedirse de 14 de las centrales nucleares más antiguas de Francia. Como se ha visto en Alemania, este “camino verde” supone un aumento en el precio eléctrico, lo que muchos franceses no quieren asumir.

Macron ha aprendido de las manifestaciones violentas de las últimas semanas que Francia no solamente necesita una descentralización económica, sino también una política que involucra más a los ciudadanos y escucha a sus preocupaciones locales: “Es necesario que se dialoga y se debaten las reformas en la calle, pero de manera constructiva.”

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