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El “momento fascinante” de la economía social

La economía social “tiene la capacidad de cambiar la vida de los europeos”, afirma Christophe Itier, del Ministerio francés de Transición Económica y Solidaria. “Es un sector con un potencial enorme”, dice Nicolas Schmit, ministro de Trabajo de Luxemburgo. Ann Branch, de la Dirección General de Empleo de la Comisión Europea cree que la economía […]

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Dirigentes Digital

13 nov 2018

La economía social “tiene la capacidad de cambiar la vida de los europeos”, afirma Christophe Itier, del Ministerio francés de Transición Económica y Solidaria. “Es un sector con un potencial enorme”, dice Nicolas Schmit, ministro de Trabajo de Luxemburgo. Ann Branch, de la Dirección General de Empleo de la Comisión Europea cree que la economía social vive un “momento fascinante”. Pero, ¿qué es la economía social? ¿Cómo funcionan las empresas que se basan en ella? ¿A qué retos se enfrentan?

En 2012, seis asociaciones francesas de la región de Centre Isère pusieron en común su inquietud por los desafíos sociales y medioambientales. Si bien la fundación de cada una de ellas viene dada por distintos momentos y circunstancias, lo que tienen en común son sus prioridades.

Su actividad, por principios, debe ir más allá del rendimiento económico y ponen en valor la importancia de aportar a la sociedad algo más que un servicio o un producto. En este caso, lo que se va a producir es lo de menos: lo importante es cómo hacerlo y, para ello, queda claro que hay que poner por delante aspectos como la colaboración entre empresas, la contribución social en materias como el empleo, y la sostenibilidad de los proyectos en cada región.

Fruto de aquella primera reunión nace Entrepreneurs Solidaires, una asociación que fomenta la creación de proyectos innovadores al servicio del empleo y del territorio. Así, desde 2014 la organización anima la actividad de un polo territorial de cooperación económica (PTCE en sus siglas en francés) con la certificación y el apoyo del estado francés.

Aunque el crecimiento es uno de los valores intrínsecos que guían la actividad de la empresa, en el caso de las empresas de economía social está ligado a cumplir una utilidad social. Es decir, busca conjugar a la vez un adecuado desempeño económico con el respeto por el medio ambiente y el empleo. Así, la competencia entre empresas adquiere una dimensión distinta.

Esta iniciativa francesa cuenta con varios ejemplos de cómo llevar a la práctica la teoría que pone sobre la mesa la economía social. Tienen que ver con la colaboración, como la optimización del transporte y el almacenaje a través de una logística común que beneficie a las empresas que se encuentren implicadas en esta parte del negocio.

Es una forma de reducir el impacto sobre el territorio sin renunciar a la competitividad, algo que también sucede con la creación de tiendas comunes. Esto es, la alternativa de la economía social a que tres productores diferentes vendan sus productos en otras tantas tiendas, es que las tres empresas compartan un mismo espacio de venta, así como sus avances técnicos y comerciales, de forma que las tres se vean favorecidas de esa asociación.

Europa apuesta por la Economía Social

Una de las cruces que tienen las monedas de la economía social es su dificultad para conseguir avanzar más allá de su lugar de origen. Podría decirse que es a la vez su razón de ser y uno de sus inconvenientes, su cara y su cruz, algo que se expuso durante la III Jornada sobre Economía Social que se celebró el pasado mes de junio en Bruselas y a la que asistió DIRIGENTES.

Desde el punto de vista de Marie-Christine Vergiat, co-presidenta del Grupo de Economía Social en el Parlamento Europeo, “la economía social no es solo local pero a la vez tiene dificultades para subir de escala y salir al exterior”. En esa línea, Víctor Meseguer, director de Social Economy Europe identificó la dificultad que supone “ser competitivos”. Su solución para sobrevivir en el mercado es “por medio de la inversión y la investigación”. Asimismo, el crecimiento es un factor clave, ya que “crecer permitirá crear más empleos”, explicó Meseguer.

En este caso, la propuesta de Entrepreneurs Solidaires, para continuar creciendo es crear estructuras de mecenazgo que asocien las empresas, los particulares y las instituciones públicas para financiar proyectos nuevos.

Este último es un factor clave, ya que, según la explicación de Luigi Martinetti, Secretario General de REVES, “si los gobiernos no están en primera línea, no avanzaremos”, algo que pone de relieve la importancia de la parte pública para la economía social, imprescindible para unir y coordinar proyectos.

Christophe Itier, comisario del Ministerio francés de Transición Económica y Solidaria se expresó en una línea similar. Desde su punto de vista, la innovación no sucede por generación espontánea, “hay que ayudar a que ocurra”, dijo. Asimismo, se muestra optimista con respecto a las posibilidades de esta forma de hacer empresa, cree que existe mucho “potencial” en este segmento, aunque a día de hoy “se subestima”.

Precisamente, es ese potencial el que parece dormitar, según se expresó durante el encuentro en Bruselas. Se trata de un sector de actividad que, a pesar de la percepción de que tiene capacidad de crecer, ya se encuentra muy activo y representa el 8% del PIB de Europa. Además, da trabajo a 13,6 millones de personas en toda Europa, empleadas a través de 2,8 millones de entidades.

El Ministro de Trabajo y Economía Social y Solidaria de Luxemburgo, Nicolas Schmit, coincide con Itier en observar la capacidad de la Economía Social pero va un paso más allá. Schmit cree que “es el momento para ser concretos y desarrollar una estrategia a nivel europeo”.

La inquietud que se percibió durante la jornada tenía una vinculación con la oportunidad que supone la emergencia actual de la economía social. En otras palabras, se hizo un llamamiento para aprender a visibilizar la capacidad de la economía social, tomando como ayuda que este asunto ha tomado una relevancia central en la agenda de desarrollo socioeconómico de la Unión Europea.

España, un motor en el continente

La dificultad que encierra la creación de una hoja de ruta a nivel europeo es que su aplicación requiere que los niveles inferiores también estén implicados. Según Juan Antonio Pedreño, presidente de Social Economy Europe y de CEPES, un Plan de Acción Europeo debería ser el “paraguas” para el resto de alturas de la administración.

Esto significa que, desde el punto de vista de Pedreño, se debe adaptar un plan de actuación para cuatro niveles distintos. Por orden descendente, se encuentran Europa, los distintos estados europeos, las comunidades autónomas o regiones y, por último, los ayuntamientos. Es en estos últimos actores en quienes recae una capacidad mayor, ya que son “quienes mejor conocen las necesidades” en cada población.

En palabras de Pedreño, el crecimiento de la economía social pasa por la realización de “planes estatales, regionales y de los ayuntamientos que contribuyan al mismo tiempo al crecimiento inteligente, sostenible e integrador por el que está apostando la Unión Europea”.

De momento, este sector de actividad ya tiene una influencia importante en España, que es uno de los países pioneros en el continente. 2,2 millones de personas trabajan en empresas de economía social, lo que supone el 12,5% del empleo en nuestro país. La aportación de empleo en España es relevante a nivel europeo, ya que del total de 13,6 millones de trabajos que se generan en Europa, las empresas españolas de este ámbito aportan el 16,1%.

Si consideramos el número de empresas, en España existen 3,2 millones en total, de las que 43 mil responden a los principios de la economía social, según CEPES, frente a las 2,8 millones que hay en toda Europa. La apuesta de nuestro país por este tipo de empresas es vital. Pedreño tiene claro que son las que mejor mantienen los empleos porque se adaptan a una reducción de ingresos, a consecuencia de que su objetivo último no es el de obtener beneficios, sino el mantenimiento de los puestos de trabajo y aportar algo más a la sociedad.

De hecho, en referencia al desafío de innovar y crecer para mantener la competitividad, la opción de estas entidades pasa por reinvertir los ingresos que otras compañías utilizarían para distribuir beneficios. El resultado es que la empresa evoluciona y aumenta su competitividad, algo que, en opinión de Pedreño, “ninguna empresa capitalista hace”.

Lejos de dar ningún tipo de lección, el trabajo de la economía social sigue avanzando por su propio camino. No en vano, según Ariane Rodert, responsable de la sección de Mercado Único, Producción y Consumo del Comité Económico y Social, las empresas de economía social tienen la capacidad de demostrar “nuestros valores en los tiempos en que la Unión Europea enfrenta tantos desafíos sociales”.

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