Con una inflación superior al 50%, más del 40% de pobreza, tres años de caída del PIB y una moneda que se desvalorizó 150% frente al dólar en la pandemia, el Gobierno de Argentina anunció un “programa económico plurianual para el desarrollo sostenible”.
El comunicado lo hizo el propio presidente Alberto Fernández este domingo (14), cuando su Gobierno perdió las elecciones legislativas de medio término y su mayoría en el Senado contra la principal alianza opositora.
¿Qué acuerdo?
”Contemplará los mejores entendimientos alcanzados con el FMI, sin renunciar a los principios de crecimiento económico e inclusión social”, dijo el mandatario en un mensaje grabado aludiendo a las negociaciones de Hacienda (inconclusas, hasta ahora) con el organismo que preside Krystalina Georgieva.
En los dos años que lleva en el cargo, Fernández ha dicho más de una vez que su Gobierno no tiene, efectivamente, un plan económico. Ello explica, según analistas, por qué las negociaciones de la deuda externa argentina continúan pendientes por tanto tiempo.
Al segundo trimestre de 2021, la misma llegaba a 269.158 millones de dólares, según informó el Indec (Instituto de Estadísticas, oficial) en junio. De ese total, 44.000 millones adeudados al FMI son “impagables”, según dijo el presidente Fernández, que ahora anuncia para diciembre el envío de este proyecto al Congreso.
Dinero, covid y desvíos
Las elecciones de este domingo ratifican un resultado anticipado en las primarias de septiembre, cuando el Gobierno se deparó con una respuesta adversa que sus asesores entendieron como una insatisfacción popular con el rumbo de la economía.
La alianza gubernamental (peronista) activó entonces un plan que consistió en “poner dinero en el bolsillo de la gente”. El fin declarado era el de “reactivar la economía”, aunque políticamente fue visto como un intento de revertir la antipatía popular en las urnas.
Los datos económicos que ubican a Argentina junto a Venezuela en rankings globales negativos son inseparables de los más de 115.000 muertos por covid que acumula el país, prácticas de nepotismo y otros desvíos. Todo ello terminó por causar una gran ofensa nacional, que el oficialismo pareció no percibir.
Derrota y futuro
El resultado fue la derrota nacional que encontró el Gobierno en la elección de este domingo, cuando por primera vez desde 1983 el peronismo perdió la mayoría en el Senado y sufrió una sangría significativa de votos en Buenos Aires, bastión histórico de su poder.
Del otro lado, se fortaleció el frente opositor Juntos por el Cambio (centroderecha) y surgió una tercera fuerza (Libertad Avanza, ultraderecha) que, junto con un leve avance también de la izquierda, conforma el elenco de fuerzas que acotará al jefe de Estado de aquí en más.
Aún habiendo reducido de 41 a 35 sus senadores y perdido en 13 de los 24 distritos, Alberto Fernández llamó -inopinadamente- a celebrar un supuesto “triunfo”. “Llenemos la Plaza de Mayo y celebremos este triunfo como corresponde”, dijo, al invitar a un acto público frente a la Casa Rosada este miércoles (17).
En fin, el FMI
La declaración tiene el mismo grado de realidad que los “acuerdos alcanzados con el FMI” que mencionó al anunciar el “plan económico plurianual para el desarrollo sostenible”: cero. Las elecciones presidenciales serán en 2023 y los opositores creen que Fernández se aleja cada vez más de una eventual continuidad en el cargo.
La palabra ahora está con el Fondo. O con Cristina Kirchner, a quien analistas y población en general consideran la jefa de facto del Gobierno más allá de su investidura de vice. Por tanto, la principal derrotada de hecho de esta elección.
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