Recuerden, recuerden el 15 de septiembre de 2008. Este sábado se cumplen diez años de la quiebra de Lehman Brothers. Un ‘lunes negro’ que cambió el rumbo de la economía mundial y cuyos efectos aún se dejan notar una década después. Con motivo de este aniversario, la presidenta del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Largarde, […]
NacionalDirigentes Digital
| 14 sep 2018
Recuerden, recuerden el 15 de septiembre de 2008. Este sábado se cumplen diez años de la quiebra de Lehman Brothers. Un ‘lunes negro’ que cambió el rumbo de la economía mundial y cuyos efectos aún se dejan notar una década después.
Con motivo de este aniversario, la presidenta del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Largarde, ha publicado un post donde resume los retos que enfrenta el mundo. “La crisis financiera internacional continúa siendo uno de los acontecimientos decisivos de nuestros días. Dejará marcada para siempre a la generación que la atravesó”, así comienza la carta de la mandataria para este aniversario donde enfatiza en la pérdida de confianza en los gobiernos y las instituciones en general.
El estornudo que provocó el banco de inversión se propagó por EE.UU. y rápidamente salpicó al sistema bancario de 24 países, donde la actividad económica no parece haber retomado la tendencia. Según Lagarde, la deuda pública de los países afectados se ha incrementado en más de 30 puntos porcentuales de PIB como consecuencia de la debilidad económica, los esfuerzos por estimular la economía y el rescate de los bancos en problemas. Pero no solo eso. Se estima que un estadounidense promedio perderá alrededor de 70.000 dólares de los ingresos percibidos durante toda su vida como consecuencia de la crisis económica.
El aumento de la globalización de los servicios bancarios y financieros produjo un rápido efecto cascada. Los bancos europeos eran grandes compradores de títulos estadounidenses con aval hipotecario. De igual modo, el lanzamiento del euro propició que los flujos de capital -financiados por agentes de la eurozona- se lanzaran hacia el exterior a medida que se abarataba el endeudamiento, lo que se transformó en otro canal de contagio financiero. Otro de los factores a los que contribuyó la globalización fue la posibilidad de trasladarse a jurisdicciones más favorables.
“Retrospectivamente, los puntos de presión parecen obvios. Pero no lo fueron tanto en su momento”, sostiene la directora gerente, quien incide en que esta situación representa un “ejemplo aleccionador de endogamia intelectual”.
En referencia a los puntos de presión, Lagarde menciona una innovación financiera frente a la cual la regulación y la supervisión quedaron “muy a la zaga”, centrándose en asumir riesgos sin “la menor prudencia”, especialmente en Europa y EE.UU. “Se apoyaron menos en los depósitos tradicionales y más en el financiamiento a corto plazo, rebajando drásticamente las exigencias para el otorgamiento del crédito, sacando préstamos del balance mediante dudosas técnicas de titulización (…) y empujando la actividad hacia rincones ocultos del sector financiero, menos expuestos a la supervisión regulatoria“. A modo de ejemplo, la cuota de mercado de las hipotecas de baja calidad en EE.UU. alcanzó el 40% del total de títulos con respaldo hipotecario en 2006, mientras que a principios de los 90 su nivel era cero.
“Si las políticas de respuesta a estos riesgos antes de la crisis fueron deficientes, debo decir que las medidas adoptadas inmediatamente después fueron impresionantes”, subraya Lagarde.
Frente a esta situación, el FMI comprometió casi 500.000 millones de dólares (alrededor de 427.000 millones de euros) a países en crisis e inyectó 250.000 millones (unos 213.000 millones de euros) de liquidez internacional en el sistema; “una cifra sin precedentes”.
Además de explicar el mecanismo de actuación que siguieron los diferentes agentes, la exministra francesa que llegó a la institución en 2011 reconoce que la economía global se encontraba al borde del abismo, un hecho que la dejó “atónita”.
Ahora con las lecciones aprendidas, asegura que los bancos tienen posiciones de capital y liquidez mucho más sólidas, pero alerta de que muchos de ellos continúan siendo débiles, especialmente en Europa. Una situación ante la que insta a reforzar la capitalización bancaria. “Aún no se ha progresado lo suficiente en cuanto a la resolución de los bancos en vías de quiebra, sobre todo en su dimensión transfronteriza”, añade al tiempo que avisa de que las tecnofinanzas suponen otro problema para la estabilidad financiera.
Lo que en su opinión no ha cambiado mucho es el ámbito de la cultura, los valores y la ética, ya que se siguen anteponiendo las “utilidades inmediatas” frente a la prudencia a largo plazo y el cortoplacismo a la sostenibilidad.
En su rol como una de las mujeres más influyentes del mundo, la abogada ha aprovechado la ocasión para animar a una mayor presencia de mujeres en puestos de autoridad en el mundo de las finanzas. “Se ha observado que las mujeres suelen ser más prudentes como líderes y se inclinan menos por el tipo de imprudencia que provocó la crisis”, defiende Lagarde, apoyándose en estudios que dicen que un porcentaje más alto de mujeres en los directorios de los bancos y los entes de supervisión financiera se encuentran asociados a una mayor estabilidad.
Llegados a este punto, la máxima responsable del organismo termina haciendo un balance donde apostilla que si bien se ha progresado mucho, este avance no ha sido suficiente, pues el crecimiento ha repuntado, pero no para todos. Una desigualdad “excesiva”, el proteccionismo y las políticas aislacionistas, pasando por los desequilibrios mundiales, son los retos que ahora encara el mundo. En cualquier caso, “el verdadero legado de la crisis no puede evaluarse debidamente después de 10 años porque aún no ha llegado a su término”.