“Made in Spain” es más barato que “made in Germany”, sin duda. ¿Pero es también un sello de calidad? El consumidor alemán es muy sensible al precio por lo que los productos españoles tienen una ventaja, lo que molesta a muchos agricultores alemanes. Según datos de la agencia andaluza de exportación, Extenda, las exportaciones de […]
NacionalDirigentes Digital
| 04 dic 2019
“Made in Spain” es más barato que “made in Germany”, sin duda. ¿Pero es también un sello de calidad? El consumidor alemán es muy sensible al precio por lo que los productos españoles tienen una ventaja, lo que molesta a muchos agricultores alemanes. Según datos de la agencia andaluza de exportación, Extenda, las exportaciones de frutas y hortalizas a Alemania se duplicaron en la última década, con un incremento del 110% desde 2009, hasta sumar 1.543 millones de euros en 2018. Es el primer mercado en ventas para Andalucía. Solamente Almería, una provincia de 700.000 habitantes, envía el 32% de la exportación de sus cultivos de calabacín, tomate, pimienta y pepino a Alemania. Pero el escándalo de contaminación en el área natural del Mar Menor, en la región vecina de Murcia, ha puesto otra vez a los agricultores españoles en el foco de atención, sobre todo por prácticas a veces poco éticas y sostenibles con respecto a la gestión de sus residuos y el cuidado de su entorno. Sin embargo, para la zona sur de España la agricultura, aparte del turismo, es una fuente de ingresos muy importante, y a veces la única. Cuidar la imagen es por ello una cuestión de supervivencia. Al mismo tiempo las altas exigencias de calidad amenazan sus ingresos. En la cadena hasta el supermercado, el productor es el que menos gana.
España ha exportado en 2018, según datos aduaneros frutas, legumbres y verduras por un valor de casi 13.000 millones de euros. “Pero era ya un 1% menos que el año anterior. El cambio climático hace que en el norte de Europa se empiece a producir más por tener más horas de sol”, dice María Dolores Morales, gerente financiera de Biosabor, una de las cooperativas más grandes de la que dependen 700 familias de Almería. La empresa está situada al borde del parque natural de Cabo de Gata que limita también la expansión de los invernaderos de plásticos. El “mar de plásticos” cubre ya 30.000 hectáreas cultivado por 15.000 familias. A pesar de que un reportaje de la televisión pública alemana del año pasado, “Europas dreckige Ernte” (la sucia cosecha de Europa) ha criticado duramente las condiciones de trabajo en el cultivo almeriense, se puede percibir visitando la región que los agricultores almerienses han hecho un esfuerzo enorme en los últimos 15 años.
La repercusión mediática desde los enfrentamientos violentos en El Ejido en el año 2000 entre habitantes y trabajadores extranjeros, y también las acusaciones de acoso sexual a algunas trabajadoras, ha forzado al agricultor español a cambiar su política de empleo y cuidar un poco más su imagen. Siguen las zonas de chabolas en Almería que también salen en el reportaje alemán y también la contratación ilegal, pero Morales dice que es la excepción, que también ellos mismos se indignan por la situación: “En nuestra empresa los inmigrantes ganan lo suficiente para poder pagarse un piso, no tienen que vivir en chabolas”. Por lo menos 1000 euros netos al mes según ella. Malik, de Mali, también trabaja para Biosabor. Tiene contrato y parece contento con su trabajo: “He venido por el mar, ahora que he encontrado estabilidad aquí, me quedo”, dice el joven de 34 años. Pero a pesar de una mejora la aventura peligrosa de llegar por el mar sale para pocos tan bien como para este africano que trabaja la mayoría de su tiempo sentado y con guantes de plástico.
El cambio radical que vive la agricultura y la alimentación en general también afecta a Almería donde, hasta ahora, solamente el 11% de los cultivos son certificados como ecológicos. Sin embargo, muchas empresas están en proceso de eliminar casi por completo el uso de pesticidas químicos y usan ya fertilizantes biológicos. Entre ellas también Clisol donde trabajan con insectos, plantas y algunos pesticidas alternativos como hormonas para evitar plagas y daños en el cultivo. “Como cultivamos en hidrocultura no se nos considera ecológico”, dice la propietaria Lola Gómez, que ya ha montado todo un negocio alrededor de su invernadero para cuidar su imagen y tener ingresos aparte: “Tenemos un guía que habla alemán, inglés y holandés para explicar a grupos de turistas cómo funciona el cultivo aquí bajo el plástico. Nadie debería quedarse con la idea que es algo malo para el medioambiente, dice la agricultora. “Durante décadas en toda Andalucía y también en Murcia era un despilfarro de pesticidas, también peligroso para el trabajador”, reconoce el agrónomo y consultor técnico Rafael Álvarez que trabaja con frecuencia en esta zona: “Pero con la presión de Bruselas ha mejorado mucho. El paso siguiente será usar más aparatos de medir para automatizar procesos y así ahorrar energía.” Para él la huella de C02 será cada vez más importante en esta industria: “Por ello también hay que ver todo el ciclo de producción y no solamente la cosecha. Es una producción sostenible si las plantas, portadoras de C02, se usan como Biomasa o compost y también si el camino del campo al supermercado es corto y no se gasta mucha energía fósil”.
Según el biólogo holandés Jan van der Blom del lobby regional APROA se puede decir que la mayoría de los productos agrícolas de Almería ya son sostenibles: “En ocasiones más que los alemanes y holandeses por el microclima de la provincia que reduce el tiempo de calefacción.” Pero también porque el plástico crea un ambiente que la agricultora Lola Gómez llama “Amazonias”: “La temperatura que podemos conseguir con el blanqueo y la ventilación natural con el viento evita algunas plagas”. Además, el llamado efecto “Albedo” creado por el blanqueo de los invernaderos en verano refleja la luz de tal manera que el impacto del cambio climático en Almería es menor que en otros sitios, dónde la temperatura ha aumentado más. La propietaria de Clisol, con el pelo rizado y una sonrisa constante en su cara, está orgullosa de su tierra: “Quien dice que esto no es bonito, no sabe de lo que habla”, dice y ofrece un pimiento dulce y muy pequeño de color chocolate que ahora se vende muy bien en Alemania: “Así sabe Almería”.