El Acuerdo de París (2015) puso sobre la mesa una palabra que va a acompañar a la economía durante unas cuantas décadas: descarbonización. Este término implica que la economía deje de depender del carbono, es decir, que desaparezcan del mapa fuentes de energía como el carbón o el petróleo. La promesa de los países en […]
NacionalDirigentes Digital
| 10 dic 2019
El Acuerdo de París (2015) puso sobre la mesa una palabra que va a acompañar a la economía durante unas cuantas décadas: descarbonización. Este término implica que la economía deje de depender del carbono, es decir, que desaparezcan del mapa fuentes de energía como el carbón o el petróleo.
La promesa de los países en París fue reducir las emisiones contaminantes que producen este tipo de combustibles entre un 20 y un 40% para 2030, lo que serviría para que la temperatura del planeta no ascienda fuera de control y se mantenga en un aumento entre 1,5ºC y 2ºC.
Sin embargo, ningún acuerdo internacional puede obligar a cada país a comprometerse con estos fines. En ese contexto, hay que tener en cuenta que entre tres naciones, Estados Unidos, China e India, se podrían reducir en hasta un 80% las consecuencias del cambio climático o “mitigar”, según explica el Fondo Monetario Internacional.
Por ello la Cumbre del Clima de Madrid necesita de un amplio consenso, pero también del compromiso de estos tres países que, por ahora, está lejos. India mantiene una gran dependencia del carbón por sus reservas e infraestructuras, Estados Unidos se retirará del Acuerdo de París en 2020, y cabe la duda de cómo aplicará China las nuevas medidas.
No obstante, hay un debate abierto sobre cómo las economías pueden enfrentar la descarbonización sin dejar de ser competitivas. La palabra clave vuelve a ser “consenso“. La propia ministra de Economía y Empresa española en funciones, Nadia Calviño, descartaba que la solución pasara por los impuestos, siempre y cuando no se produzca un movimiento generalizado en la misma dirección.
Por su parte, el FMI sí que observa los impuestos como una herramienta para mitigar el efecto de la descarbonización. “Podría desempeñar un papel fundamental”, explica Ian Parry, experto en fiscalidad medioambiental del organismo. Lo que puede hacer torcer el brazo de China e India no solo es una cuestión económica, sino humana.
Si se impusiera un impuesto de 35 dólares sobre la emisión de una tonelada de carbono podrían ahorrarse 300 mil muertes prematuras en China y 170 mil en la India. Por su parte, se espera que en Estados Unidos hagan falta medidas de consolidación fiscal que que puedan ir en contra del carbono, en una dirección más aceptable socialmente que los impuestos sobre las empresas o sobre las personas.
El encarecimiento de los combustibles fósiles debería provocar una reacción en cadena, según vislumbra el FMI. La consecuencia última sería la preferencia por el cambio hacia combustibles con menor contenido de carbono, así como el uso de energía más limpia y, a la larga, mayor investigación por este tipo de fuentes de energía.
Esta es una de las alternativas que defiende la propia directora gerente del organismo, Kristalina Georgieva, que cree que “los impuestos al carbono son una de las herramientas más poderosas y eficientes que pueden utilizar”. En todo caso, advierte de que deben introducirse de “forma cuidadosa y sin perjudicar el crecimiento”. En ese sentido, la recién nombrada presidenta del FMI considera que “la clave es reformular el sistema impositivo de manera justa, creativa y eficiente, no simplemente sumando un nuevo impuesto”.