Casi todo lo que se ha hablado y se hablará con respecto a la sostenibilidad lleva por apellido “medioambiental”. Pero que un negocio reciba el adjetivo de “sostenible” no solo puede interpretarse desde un punto de vista de impacto sobre el planeta, sino que la primera acepción de la RAE para esta palabra alude a […]
NacionalDirigentes Digital
| 03 ene 2020
Casi todo lo que se ha hablado y se hablará con respecto a la sostenibilidad lleva por apellido “medioambiental”. Pero que un negocio reciba el adjetivo de “sostenible” no solo puede interpretarse desde un punto de vista de impacto sobre el planeta, sino que la primera acepción de la RAE para esta palabra alude a la capacidad de algo para “sostenerse”. Dicho de otro modo, que pueda sobrevivir.
La clave para que la actividad de una empresa sea sostenible contiene esas dos variantes: la económica -que reciba los siguientes ingresos para sostenerse-; y la medioambiental –que su actividad no dañe el entorno para poder seguir llevándola a cabo. Es importante destacar que, a pesar de “la fama de toda la vida” de este sector se relaciona con la industria química, los avances más importantes en materia de sostenibilidad medioambiental de los últimos 20 años han venido de la biotecnología, que no tiene nada que ver con la química.
Así lo defiende Óscar Mesa, CEO de Qualitecfarma, una compañía farmacéutica española que trabaja por proyectos, además de proporcionar guía en otros procesos del sector. En ese sentido, Mesa habla de los avances que se han producido en materia de investigación natural, sin necesidad de recurrir a la síntesis química, a pesar de que esta última vía sigue siendo la manera tradicional de obtener productos.
Este dirigente recuerda, no obstante, la dificultad que supone para el sector dar a luz nuevos productos. “Se necesitan investigaciones de 15 años con inversiones que van desde los 1.000 a los 1.500 millones de dólares”, avanza Mesa, “con una tasa de riesgo del 70%”, especifica. Este último razonamiento atañe a la probabilidad de que una investigación no alcance frutos, lo que dificulta la viabilidad económica del sector.
“Invertir tanto dinero requiere tener un retorno”, aclara Mesa. La creciente demanda de medicamentos cada vez más complejos repercute en un encarecimiento del desarrollo, que a su vez recae en el precio: “Si se encarecen los procesos de desarrollo, también lo tienen que hacer los productos”.
En ese sentido, defiende el encarecimiento de los precios. Arguye que aunque la industria farmacéutica trabaje para mejorar la vida de la gente y por el bienestar social, “son entidades privadas con ánimo de lucro”. En cuanto al sistema sanitario en sí, Mesa cree que “el sistema se hace difícilmente sostenible”, si se tiene en cuenta que las terapias son financiadas por los estados. “Haciendo números, es cierto que es difícil”, concluye.
En todo caso, la aparición de medicamentos genéricos favoreció la llegada de nuevas compañías competidoras al mercado, que creaban alternativas más baratas que los productos originales. “Con menor inversión se podía generar riqueza a través de productos de ese tipo”, razona Mesa, además de implicar una reducción de la factura sanitaria.