Ya se han remitido los Presupuestos Generales del Estado de 2023 a Bruselas. En ellos, el Gobierno prevé alcanzar los 262.781 millones en ingresos. En este contexto, DIRIGENTES habla con Ángel de la Fuente, Director Ejecutivo de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), que comparte sus impresiones sobre las subidas impositivas aprobadas, la […]
NacionalDirigentes Digital
| 10 nov 2022
Ya se han remitido los Presupuestos Generales del Estado de 2023 a Bruselas. En ellos, el Gobierno prevé alcanzar los 262.781 millones en ingresos. En este contexto, DIRIGENTES habla con Ángel de la Fuente, Director Ejecutivo de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), que comparte sus impresiones sobre las subidas impositivas aprobadas, la viabilidad de las pensiones o qué hacer para reducir la evasión fiscal.
El acuerdo alcanzado en torno a los PGE y las medidas fiscales anunciadas una semana antes aumentan la presión fiscal a los grandes patrimonios en un momento en el que se alerta del riesgo de una deceleración (incluso recesión) económica. De hecho, el Gobierno español ha rebajado sus perspectivas de crecimiento económico para 2023 al 2,1%, desde el 2,7% de la anterior estimación. ¿Es el momento idóneo para estas subidas fiscales?
Aquí se mezclan varias cosas distintas que no tienen demasiado que ver unas con otras: los méritos del nuevo impuesto de solidaridad, el momento en el ciclo, la posible necesidad de aumentar la recaudación y la mejor forma de hacerlo. Cuando amenaza una recesión no es seguramente el mejor momento para subir impuestos porque hacerlo puede ayudar a precipitarla o a agravarla al desincentivar la demanda. Además, la recaudación va muy bien por el momento, así que no parece que sea urgente aumentar los ingresos. Sin embargo, a medio plazo sí convendría aumentar la recaudación (y controlar el gasto) para reducir el déficit público y el stock de deuda acumulada. La mejor forma de hacerlo depende en parte de las preferencias políticas de cada uno y es legítimo defender que aumentar la tributación sobre los patrimonios elevados puede ser parte de la solución. Yo tiendo a discrepar porque creo que el impuesto de patrimonio (y, por tanto, también el nuevo, que es su gemelo) es un mal impuesto y porque tengo la impresión de que se pone por las razones equivocadas: más para meterle el dedo en el ojo a determinadas comunidades autónomas, invadiendo sus competencias fiscales por la puerta de atrás, que por convencimiento.
También se alerta del riesgo de la fuga de capitales a otros países (se habla mucho de Portugal) por el anuncio del Impuesto a las Grandes Fortunas. ¿Cree que es contraproducente un tributo de este tipo cuando solo se da en otros dos países en Europa (y ambos extracomunitarios: Noruega y Suiza)?
El riesgo existe, tanto de fuga de capitales como de dificultades para atraerlos, y la comparación con Portugal es muy relevante porque está ahí al lado. Pero más allá de ese riesgo, el impuesto desincentiva el ahorro y la inversión, tiende a ser confiscatorio y es cuestionable por razones técnicas y de equidad, porque lo que pagas depende de en qué hayas invertido tus ahorros, y hay formas relativamente sencillas de evadirlo. Habría que centrarse en la tributación de las rentas más altas, más que en la del capital, e idealmente de una forma coordinada internacionalmente.
Las últimas medidas fiscales del Gobierno central inciden en la progresividad fiscal. ¿Qué consecuencias puede tener para la inversión y la creación de riqueza?
Sabemos que los tipos marginales elevados desincentivan el trabajo y la inversión y, por tanto, hay que tratar de evitarlos en la medida de lo posible, sin renunciar por supuesto a recaudar lo necesario y a hacerlo de una forma equitativa. Una forma de reconciliar las dos cosas consiste en ampliar las bases tributarias todo lo posible, eliminando “agujeros” como los tipos reducidos de IVA, el sistema de módulos o ciertas deducciones que no tienen demasiada lógica, para así mantener los tipos tan bajos como sea posible. Otra es diseñar con cuidado la fiscalidad y las ayudas sociales. En esta línea, por ejemplo, la reducción por rendimientos del trabajo del IRPF puede generar tipos marginales elevados a niveles de renta bajos, y tengo la impresión de que los cambios que ahora quiere introducir el Gobierno agravarán el problema. Los problemas de incentivos eran enormes en el diseño original del IMV, con un tipo marginal efectivo de gravamen del 100%. Ahora eso se ha mejorado, aunque habrá que ver con cuidado los detalles.
Con el excedente de la recaudación tributaria por la inflación, ¿cree que hay más margen para la bajada de impuestos?, ¿Qué reducción impositiva sería más beneficiosa para impulsar la economía?
Yo no creo que haya margen para bajadas generales y permanentes de impuestos, más bien al contrario. Con los niveles de déficit y deuda que tenemos ya hoy, y con el panorama demográfico al que nos enfrentamos en las próximas décadas, tendríamos que esforzarnos más por controlar el crecimiento del gasto, pero también convendría revisar nuestro sistema tributario para aumentar su capacidad recaudatoria, eso sí, buscando la forma menos dañina de hacerlo. Por otra parte, en el momento actual, tendría sentido reflactar la tarifa del IRPF y/o reducir los tipos del impuesto para los tramos más bajos de renta con el fin de ayudar a los hogares a llegar a fin de mes, paliando así los efectos de la inflación. A cambio, habría que eliminar las bajadas de impuestos energéticos que se han adoptado, que reducen los incentivos para ahorrar energía cuando más falta hace.
Se alega que una mayor presión fiscal espanta la llegada de empresas y la generación de empleo. Sin embargo, la presión fiscal en España (37,5% del PIB en 2020) es menor que la media de la Unión Europea. ¿Qué medidas se pueden tomar para impulsar la creación de empresas/ empleo sin reducir la recaudación?
Yo diría que lo relevante no es solo la presión fiscal, sino el conjunto del paquete: si pagas unos impuestos elevados, pero a cambio tienes buenos servicios e infraestructuras, seguridad ciudadana y jurídica, una fuerza laboral bien formada, paz social, etc. seguramente compensa. Algunas de estas cosas las hacemos razonablemente bien, otras no tanto. Yo pondría el acento en la calidad de la formación, en la oferta de cualificaciones técnicas y tecnológicas y en la seguridad jurídica, tres ámbitos en los que deberíamos mejorar.
Algunas comunidades autónomas se han adelantado al Ejecutivo central al anunciar rebajas fiscales (deflactación del IRPF y supresión del Impuesto de Patrimonio). ¿Son medidas beneficiosas?, ¿Es positiva la competitividad fiscal entre regiones?
El tema es complejo. Desde el punto de vista interno de cada comunidad, habrá que ver qué se sacrifica en cada caso a cambio de menores impuestos. Los votantes darán su opinión cuando proceda. Desde la perspectiva del conjunto del país, la competencia tiende a reducir los tipos de gravamen de los tributos con bases más móviles. Esto puede ser bueno o malo, dependiendo de las cualidades del impuesto y de la situación de partida. Yo tiendo a pensar que una cierta competencia es muy sana, pero también es cierto que si no se tiene cuidado, existe un cierto riesgo de que puedan llegar a desaparecer, o casi, impuestos que tienen su lógica, como el de Sucesiones (a diferencia de Patrimonio). Una posible forma de evitarlo sería introducir un tope mínimo (que tendría que ser bajo), pero hay formas más respetuosas con la autonomía regional de internalizar los costes externos de medidas que buscan atraer contribuyentes de otros territorios. Una posibilidad sería mejorar el cálculo de la llamada recaudación normativa o teórica del sistema de financiación. Puesto que todas las regiones han de aportar un 75% de sus recursos teóricos a un fondo (el de Garantía) que luego se reparte con un indicador de necesidad (la población ajustada), si el cálculo está bien hecho es improbable que “robarle” contribuyentes al vecino te deje mucho margen de beneficio.
La sostenibilidad de las pensiones es un problema que se presagia desde hace décadas. Con la jubilación de la generación del “baby boom” y el aumento de la pensión media (se calcula que un 8,5% el año que viene), cada año se requieren más fondos para esta partida. ¿Qué cambios son necesarios en el sistema de financiación?
No hay pociones mágicas. Habrá que rascar un poco de muchos sitios para que las cuentas vayan cuadrando. Básicamente, las pensiones tienen que ir cayendo en el futuro con respecto a los sueldos hasta llegar a un nivel que permita equilibrar el sistema con la demografía existente, o deje un desequilibrio moderado que se pueda sufragar con impuestos sin irnos a unos tipos insoportablemente altos y sin comerse el margen fiscal necesario para financiar otras necesidades. Hay varias palancas posibles: la mejor sería aumentar muy rápidamente la productividad y, por tanto, los sueldos y las cotizaciones aunque el empleo no crezca demasiado. Aumentar la natalidad o el influjo de inmigrantes, preferentemente bien formados y capaces de entenderse con los nativos, ayudaría también a reducir el coste por trabajador de financiar las pensiones. Habrá que subir un poco las cotizaciones, poner algo de dinero de impuestos generales y conformarse con pensiones algo menos generosas en relación con lo que cotizamos.