Lo que en otros tiempos constituía una opción tecnológica hoy se ha convertido en una obligación estratégica para todas las empresas e instituciones del siglo XXI. Sus dirigentes no pueden eludir la responsabilidad de asumir las consecuencias de las diferentes revoluciones tecnológicas, de definir la respuesta más conveniente y guiar su implementación. Para los responsables […]
Dirigentes Digital
| 23 oct 2023
Lo que en otros tiempos constituía una opción tecnológica hoy se ha convertido en una obligación estratégica para todas las empresas e instituciones del siglo XXI. Sus dirigentes no pueden eludir la responsabilidad de asumir las consecuencias de las diferentes revoluciones tecnológicas, de definir la respuesta más conveniente y guiar su implementación. Para los responsables empresariales recurrir al comodín de que el tecnológico no es su perfil específico, no puede constituir una excusa para no adquirir los conocimientos necesarios para poder liderar el cambio tecnológico. Debidamente asesorados -pero no sustituidos- por el personal técnico, es imprescindible adquirir un grado de formación mínimo que permita formular las preguntas cruciales para que los técnicos las respondan y orienten su trabajo en la dirección que marque el responsable de la organización. La importancia de la tecnología ha escalado recientemente la pirámide de las organizaciones hasta situarse al mismo nivel del Consejero Delegado o del presidente de cualquier empresa o institución, no sólo en el sector de las manufacturas sino especialmente en el de los servicios.
En los últimos tres siglos han irrumpido hasta 4 sucesivas revoluciones industriales de origen tecnológico. En la última se combinan nuevas tecnologías digitales y biológicas como el blockchain, la computación cuántica, la robótica, la biotecnología, el internet de las cosas, la impresión 3D, o los vehículos autónomos entre otras. En este entorno cambiante a velocidades aceleradas, ha crecido el nivel de complejidad de las organizaciones y de los procesos productivos. Pero no hay marcha atrás. Cualquier actividad, cuanto más simple parezca su manejo por el usuario, incorpora más tecnología. Así, a medida que la conducción de un automóvil o el manejo de un buscador simplifica su utilización hasta obedecer a órdenes verbales, la tecnología que lo permite crece en complejidad.
Ninguna empresa u organización puede desarrollar su tarea con calidad y competencia si no dispone de una tecnología actualizada subyacente que lo permita. Si no es la mejor debe encontrarse entre las más competitivas del mercado. Y para no ser presa de la tecnología sino convertirla en un instrumento de competitividad y éxito es preciso que los dirigentes conozcan sus potencialidades, sus riesgos y sus costes. Por este motivo, y para no ser reos del responsable tecnológico de la empresa o la institución, los dirigentes deben formarse un criterio que les permita confiar en los expertos y evaluar su actividad con cierto conocimiento.
Desde mediados del siglo XX hemos asistido a la revolución de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) que han transformado el mundo económico y la sociedad en general, permitiendo su globalización. La última fase de este proceso, la digitalización, constituye una oportunidad para reorganizar empresas y organizaciones desde un periódico casi bicentenario como The Economist -fundado en 1843- hasta la Agencia Tributaria Española creada en 1992. La generación y utilización de la información generada y desaprovechada hasta hace bien poco supone la mejor excusa para que los dirigentes empresariales reconsideren los objetivos, analicen las amenazas reales y potenciales y elaboren una estrategia que utilice las capacidades que se derivan de la digitalización.
La Unión Europea ha programado la impresionante cifra de 1,8 billones de euros destinados a reconstruir y modernizar Europa sobre la base de la revolución digital y de la revolución verde (sostenibilidad). Se pretende con ello ofrecer un incentivo a los países para que impulsen proyectos que fortalezcan la competitividad internacional y disminuyan los impactos negativos sobre el medio ambiente, derivados del desarrollo de la economía europea. 140.000 millones de euros vendrán a España en un corto periodo de tiempo y las empresas de todos los tamaños deben aprovechar las oportunidades de inversión que ofrecen. Es esta tarea crucial para la dirección de cualquier empresa o institución que quiera no solo defenderse de las amenazas de sus competidores sino estar a la altura de las mejores. Es momento de actuar con diligencia y determinación.