Opinión de Rolando Grandi, CFA, gestor de renta variable internacional en La Financière de l’Echiquier (LFDE).
Dirigentes Digital
| 12 ene 2024
Un cuarto de millón de terabytes de datos satelitales es lo que deberían generar las diferentes misiones que llevará a cabo la NASA en 2024 para estudiar nuestro planeta Tierra. Es decir, 25.000 veces la totalidad de los documentos impresos de la biblioteca del Congreso estadounidense. El pasado mes de agosto, la agencia estadounidense anunció la creación de una herramienta que combina la IA y los datos geoespaciales, desarrollada gracias a una alianza pública-privada con IBM Research. Partiendo de un modelo de IA en código fuente abierto, el objetivo de este dispositivo es facilitar la gestión de la enorme cantidad de datos recopilados, cuyos volúmenes no tienen precedentes. Sobre todo, permitirá hacer un seguimiento de los efectos del cambio climático o la utilización de los suelos, vigilar las catástrofes naturales e incluso realizar previsiones sobre los rendimientos de los cultivos.
Gracias a una nueva generación de satélites digitales posicionados en la órbita baja terrestre, la inteligencia geoespacial se basa en datos cada vez más numerosos y fiables, en tiempo real y de alta resolución. Este mercado registra un fuerte auge, impulsado por los avances tecnológicos. El mercado mundial de la observación de la Tierra debería pasar de 67.400 millones de dólares en 2022 a 119.900 millones de dólares en 2027, lo que equivale a un crecimiento medio anual del 12,2 % . Reservados durante mucho tiempo al sector de la defensa, en la actualidad los datos geoespaciales están a disposición de todos los sectores y permiten dar respuesta a numerosos desafíos. Su tratamiento mediante la IA abre unas perspectivas de vértigo. Por ejemplo, el gigante estadounidense Microsoft ha diseñado una herramienta para mejorar la visibilidad de la Tierra; un desafío considerable, ya que el 67% del planeta está recubierto de nubes opacas.
El análisis de los datos espaciales a través de la IA también permitirá analizar la biodiversidad de los mares y océanos, que generan más del 50% del oxígeno del planeta. Desarrollado por Copérnico, el programa europeo de observación de la Tierra, y alimentado con los datos de la ESA, MyOcean Pro cartografía los océanos para favorecer la gestión de las aguas y las zonas costeras o incluso de los recursos marinos. Basándose en algoritmos propios, esta herramienta de visualización mide la temperatura, el nivel del mar, la tasa de oxígeno e incluso la acidez de las aguas.
La gestión de datos espaciales también favorecerá a la predicción del clima. De hecho, de los 50 indicadores identificados por la ONU para vigilar el cambio climático, más de la mitad se obtienen actualmente mediante imágenes de satélite. Una de las empresas pioneras en la combinación de la IA y las imágenes satelitales para gestionar el calentamiento global es Kayrros, una empresa líder en inteligencia medioambiental y análisis climáticos que tiene como objetivo ayudar a los sectores industriales y a la Administración pública en la transición ecológica. Para ello, recoge datos geoespaciales en tiempo real que posteriormente procesa mediante algoritmos propios para obtener mediciones precisas.
Asimismo, esta gestión de datos ayudará a evaluar y modelar los riesgos de los incendios forestales, un fenómeno cada vez más habitual en Europa. Los servicios de extinción de incendios pueden utilizar la información geoespacial para identificar las zonas de riesgo, lo que ha llevado a Kayrros a desarrollar para AXA un servicio de prevención del riesgo de incendios forestales. El modelo desarrollado por la compañía también permite registrar en tiempo real las emisiones de CO2, el volumen de carbono secuestrado por la vegetación o incluso detectar las fugas de metano a escala planetaria. El reto es mayúsculo, ya que la capacidad de calentamiento del metano es 84 veces mayor que la del CO2 en un periodo de 20 años.
La adopción masiva de la IA en el sector espacial es el reflejo de las dos grandes tendencias que definirán la próxima década: por un lado, el avance tecnológico de la IA –sin la automatización, el tratamiento del volumen de datos espaciales, en continuo crecimiento, sería imposible–; por otro lado, la fuerte dinámica de innovación del sector espacial, que adopta las tecnologías más avanzadas y se abre a nuevos mercados. En La Financière de l’Echiquier consideramos que estas sinergias constituirán un terreno de inversión propicio para las innovaciones y una fuente de oportunidades a largo plazo. Predecir el futuro conlleva un alto grado de incertidumbre, pero una cosa parece segura: el avance vertiginoso de estas dos temáticas seguirá superando nuestras expectativas más ambiciosas. El despegue es inminente.